jueves, 3 de diciembre de 2020

El Credo - II (Respuestas - XIX)



3. Además de ser rezado en la Misa los domingos y solemnidades, el Credo aparece en la liturgia en otros momentos.

            a) Catecumenado y Bautismo

            En primer lugar, como ya apuntábamos y es obvio, en el catecumenado y en la liturgia del Gran Sacramento de la Iniciación cristiana.



            Los catecúmenos, ya “elegidos” para vivir los sacramentos, viven esa Cuaresma previa como un “tiempo de purificación e iluminación” con diversos ritos, entre ellos la entrega del Símbolo: “en el Símbolo, en el que se recuerdan las grandezas y maravillas de Dios para la salvación de los hombres, se inundan de fe y de gozo los ojos de los elegidos” (RICA 25). El Símbolo se les entrega a lo largo de la III semana de Cuaresma (cf. RICA 53) y lo devolverán, es decir, lo recitarán en los ritos previos que tienen lugar la mañana misma del Sábado Santo, preparándose para la Vigilia pascual (RICA 54).

            Así se desarrolla el rito de la entrega del Credo. El diácono los invita a acercarse: “Acérquense los elegidos, para recibir de la Iglesia el Símbolo de la fe”, y el celebrante se dirige a ellos diciéndole: “Queridos hermanos, escuchad las palabras de la fe, por la cual recibiréis la justificación. Las palabras son pocas, pero contienen grandes misterios. Recibidlas y guardadlas con sencillez de corazón” (RICA 186). Comienza a recitar el Credo y todos los fieles presentes se unen a continuación.


            En la mañana del Sábado Santo tienen lugar los ritos para la preparación inmediata al Bautismo. Antes de ser bautizados, han de profesar la fe los catecúmenos. “Con los ritos de la renuncia y de la profesión de fe, el mismo misterio pascual, conmemorado al bendecir el agua y evocado brevemente por el celebrante en las palabras del Bautismo, es confesado por la fe ardiente de los que van a ser bautizados. Porque los adultos no se salvan, sino acercándose por propia voluntad al Bautismo y queriendo recibir el don de Dios, mediante su fe. Pues la fe, cuyo sacramento reciben, no es sólo propia de la Iglesia, sino también de ellos, y se espera que sea activa y operante en ellos” (RICA 30).

El celebrante reza primero por los elegidos: “Te rogamos, Señor, que concedas a nuestros elegidos, que han recibido la fórmula que resume el designio de tu caridad y los misterios de la vida de Cristo, que sea una misma la fe que confiesan los labios y profesa el corazón, y así cumplan con las obras tu voluntad. Por Jesucristo nuestro Señor” (RICA 198). Inmediatamente todos los elegidos recitan el Credo.

            Ya en la noche santa de la Pascua, inmediatamente antes de ser bautizados, son interrogados para que profesen la fe (“Sí, creo”), uno a uno, o por grupos, o si son muchos, todos a la vez (RICA 219).

            Igualmente, en el rito del bautismo de niños, a los padres y padrinos se les pide la profesión de fe en nombre del niño, prometiendo por tanto educarlo en la fe “para que esta vida divina quede preservada del pecado y crezca en él de día en día”, por eso, “recordando vuestro propio bautismo, renunciad al pecado y confesad vuestra fe en Cristo Jesús, que es la fe de la Iglesia, en la que van a ser bautizados vuestros hijos” (RBN 124).


            b) Sacramento de la Crismación-Confirmación

            En segundo lugar, al revisar en la última reforma litúrgica el rito del sacramento de la Confirmación, se vio conveniente destacar su unidad con el Bautismo, formando así una etapa sacramental dentro de la Iniciación cristiana.

            Para ello, y con este fin, delante del Obispo, aquellos que van a ser crismados, después de la homilía renovarán sus promesas bautismales. Es un requisito incluso: “si el fiel tiene ya uso de razón, se requiere que esté en estado de gracia, convenientemente instruido y dispuesto a renovar las promesas bautismales” (RC 12). Por su parte el Catecismo explica el porqué de esta renovación de la fe: “Cuando la Confirmación se celebra separadamente del Bautismo, como es el caso en el rito romano, la liturgia del sacramento comienza con la renovación de las promesas del Bautismo y la profesión de fe de los confirmandos. Así aparece claramente que la Confirmación constituye una prolongación del Bautismo” (CAT 1298).

            El Obispo, al concluir la homilía, prepara a los confirmandos “con estas o parecidas palabras, que destacan la relación del Bautismo con la Confirmación” (RC 27):

            “Y ahora, antes de recibir el don del Espíritu Santo, conviene que renovéis ante mí, pastor de la Iglesia, y ante los fieles aquí reunidos, testigos de vuestro compromiso, la fe que vuestros padres y padrinos, en unión de toda la Iglesia, profesaron el día de vuestro bautismo”.

            Renuncian a Satanás, a sus obras y seducciones (: “sí, renuncio”) y responden: “sí, creo”, al Credo que el obispo les pregunta.

            c) El Viático
           
            En tercer lugar, en el rito del Viático. El moribundo va a comulgar por última vez para que la comunión eucarística le ayude en este último camino, en este tránsito, y se una a su Señor en la muerte para vivir en Él y con Él el misterio pascual.

            Después de una lectura breve de la Palabra de Dios, “conviene también que, antes de recibir el Viático, el enfermo renueve la profesión de fe bautismal. Para ello, el sacerdote, después de crear con palabras adecuadas un ambiente propicio, preguntará al enfermo…” (RU 188) y se realiza el Credo en forma de preguntas y respuesta del fiel. Y es que “conviene, además, que el fiel, durante la celebración del Viático, renueve la fe de su Bautismo, con el que recibió su condición de hijo de Dios y se hizo coheredero de la promesa de la vida eterna” (RU 28).

            En el Bautismo profesó la fe cristiana; vivió su vida a la luz de la fe y dando testimonio de ella; cada domingo la confesó recitando en la Misa el Credo y ahora, al final, sella su vida entera profesando la fe y aguardando encontrarse para siempre con Aquél en quien creyó, esperó y amó.

            d) Vigilia de oración por un difunto

            Por último, la vigilia comunitaria de oración por un difunto, antes de las exequias, señala como posible el rezo del Credo después de la lectura bíblica. Rezarlo delante del difunto subraya la fe y la esperanza cristiana: “Creo en la resurrección de la carne y en la vida eterna”.

            El Ritual de exequias ofrece una monición introductoria para explicar su sentido y conveniencia: “Con la esperanza puesta en la resurrección y en la vida eterna que en Cristo nos ha sido prometida, profesemos ahora nuestra fe, luz de nuestra vida cristiana” (Ritual de exequias, lib. IV, Vigilia, n. 7).

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