3. Además de ser rezado en la Misa los domingos y
solemnidades, el Credo aparece en la liturgia en otros momentos.
a) Catecumenado y Bautismo
En
primer lugar, como ya apuntábamos y es obvio, en el catecumenado y en la
liturgia del Gran Sacramento de la Iniciación cristiana.
Los
catecúmenos, ya “elegidos” para vivir los sacramentos, viven esa Cuaresma
previa como un “tiempo de purificación e iluminación” con diversos ritos, entre
ellos la entrega del Símbolo: “en el Símbolo, en el que se recuerdan las
grandezas y maravillas de Dios para la salvación de los hombres, se inundan de
fe y de gozo los ojos de los elegidos” (RICA 25). El Símbolo se les entrega a
lo largo de la III
semana de Cuaresma (cf. RICA 53) y lo devolverán, es decir, lo recitarán en los
ritos previos que tienen lugar la mañana misma del Sábado Santo, preparándose
para la Vigilia
pascual (RICA 54).
Así
se desarrolla el rito de la entrega del Credo. El diácono los invita a
acercarse: “Acérquense los elegidos, para recibir de la Iglesia el Símbolo de la
fe”, y el celebrante se dirige a ellos diciéndole: “Queridos hermanos, escuchad
las palabras de la fe, por la cual recibiréis la justificación. Las palabras
son pocas, pero contienen grandes misterios. Recibidlas y guardadlas con
sencillez de corazón” (RICA 186). Comienza a recitar el Credo y todos los
fieles presentes se unen a continuación.
En
la mañana del Sábado Santo tienen lugar los ritos para la preparación inmediata
al Bautismo. Antes de ser bautizados, han de profesar la fe los catecúmenos.
“Con los ritos de la renuncia y de la profesión de fe, el mismo misterio
pascual, conmemorado al bendecir el agua y evocado brevemente por el celebrante
en las palabras del Bautismo, es confesado por la fe ardiente de los que van a
ser bautizados. Porque los adultos no se salvan, sino acercándose por propia
voluntad al Bautismo y queriendo recibir el don de Dios, mediante su fe. Pues
la fe, cuyo sacramento reciben, no es sólo propia de la Iglesia, sino también de
ellos, y se espera que sea activa y operante en ellos” (RICA 30).
El celebrante
reza primero por los elegidos: “Te rogamos, Señor, que concedas a nuestros
elegidos, que han recibido la fórmula que resume el designio de tu caridad y
los misterios de la vida de Cristo, que sea una misma la fe que confiesan los
labios y profesa el corazón, y así cumplan con las obras tu voluntad. Por
Jesucristo nuestro Señor” (RICA 198). Inmediatamente todos los elegidos recitan
el Credo.
Ya
en la noche santa de la Pascua,
inmediatamente antes de ser bautizados, son interrogados para que profesen la
fe (“Sí, creo”), uno a uno, o por grupos, o si son muchos, todos a la vez (RICA
219).
Igualmente,
en el rito del bautismo de niños, a los padres y padrinos se les pide la
profesión de fe en nombre del niño, prometiendo por tanto educarlo en la fe
“para que esta vida divina quede preservada del pecado y crezca en él de día en
día”, por eso, “recordando vuestro propio bautismo, renunciad al pecado y
confesad vuestra fe en Cristo Jesús, que es la fe de la Iglesia, en la que van a
ser bautizados vuestros hijos” (RBN 124).
b) Sacramento de la Crismación-Confirmación
En
segundo lugar, al revisar en la última reforma litúrgica el rito del sacramento
de la Confirmación,
se vio conveniente destacar su unidad con el Bautismo, formando así una etapa
sacramental dentro de la
Iniciación cristiana.
Para
ello, y con este fin, delante del Obispo, aquellos que van a ser crismados,
después de la homilía renovarán sus promesas bautismales. Es un requisito
incluso: “si el fiel tiene ya uso de razón, se requiere que esté en estado de
gracia, convenientemente instruido y dispuesto a renovar las promesas
bautismales” (RC 12). Por su parte el Catecismo explica el porqué de esta renovación
de la fe: “Cuando la
Confirmación se celebra separadamente del Bautismo, como es
el caso en el rito romano, la liturgia del sacramento comienza con la
renovación de las promesas del Bautismo y la profesión de fe de los
confirmandos. Así aparece claramente que la Confirmación
constituye una prolongación del Bautismo” (CAT 1298).
El
Obispo, al concluir la homilía, prepara a los confirmandos “con estas o
parecidas palabras, que destacan la relación del Bautismo con la Confirmación” (RC
27):
“Y ahora, antes de recibir el don
del Espíritu Santo, conviene que renovéis ante mí, pastor de la Iglesia, y ante los fieles
aquí reunidos, testigos de vuestro compromiso, la fe que vuestros padres y
padrinos, en unión de toda la
Iglesia, profesaron el día de vuestro bautismo”.
Renuncian
a Satanás, a sus obras y seducciones (: “sí, renuncio”) y responden: “sí,
creo”, al Credo que el obispo les pregunta.
c) El Viático
En
tercer lugar, en el rito del Viático. El moribundo va a comulgar por última vez
para que la comunión eucarística le ayude en este último camino, en este
tránsito, y se una a su Señor en la muerte para vivir en Él y con Él el
misterio pascual.
Después
de una lectura breve de la
Palabra de Dios, “conviene también que, antes de recibir el
Viático, el enfermo renueve la profesión de fe bautismal. Para ello, el
sacerdote, después de crear con palabras adecuadas un ambiente propicio,
preguntará al enfermo…” (RU 188) y se realiza el Credo en forma de preguntas y
respuesta del fiel. Y es que “conviene, además, que el fiel, durante la
celebración del Viático, renueve la fe de su Bautismo, con el que recibió su
condición de hijo de Dios y se hizo coheredero de la promesa de la vida eterna”
(RU 28).
En
el Bautismo profesó la fe cristiana; vivió su vida a la luz de la fe y dando
testimonio de ella; cada domingo la confesó recitando en la Misa el Credo y ahora, al
final, sella su vida entera profesando la fe y aguardando encontrarse para
siempre con Aquél en quien creyó, esperó y amó.
d) Vigilia de oración por un difunto
Por
último, la vigilia comunitaria de oración por un difunto, antes de las
exequias, señala como posible el rezo del Credo después de la lectura bíblica.
Rezarlo delante del difunto subraya la fe y la esperanza cristiana: “Creo en la
resurrección de la carne y en la vida eterna”.
El
Ritual de exequias ofrece una monición introductoria para explicar su sentido y
conveniencia: “Con la esperanza puesta en la resurrección y en la vida eterna
que en Cristo nos ha sido prometida, profesemos ahora nuestra fe, luz de
nuestra vida cristiana” (Ritual de exequias, lib. IV, Vigilia, n. 7).
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