jueves, 18 de julio de 2019

Retos y prioridades (y II)



            El tercer camino del catolicismo hoy, después de los colegios y la Universidad, es la presencia pública de la Iglesia. Pensemos que el actual proceso de secularización empuja a la Iglesia a las catacumbas, se acalla la voz de los católicos, la fe se considera un hecho íntimo y privado que no debe manifestarse, el hecho religioso se entiende como un residuo cultural y estético pero sin implicación en la vida respetando tradiciones y fiestas que se consideran turísticas pero ya vaciadas de su genuino sentido; Dios desaparece así de la conciencia pública y los mismos fieles, confundidos por la secularización, adaptan la fe a sus gustos personales y carecen de una sólida formación doctrinal.



            Puesto que la fe ilumina toda la vida del hombre, y tiene que ver con todo lo humano, la voz de los católicos no puede silenciarse. La Iglesia debe hablar buscando el bien del hombre y de la sociedad, y la voz de los católicos deberá oírse en los foros públicos: política, medios de comunicación, foros de reflexión, asociaciones de todo tipo, etc. 


“Si nos dicen que la Iglesia no debería entrometerse en estos asuntos, entonces podemos limitarnos a responder: “¿Es que el hombre no nos interesa?” Los creyentes, en virtud de la gran cultura de su fe, ¿no tienen acaso el derecho de pronunciarse en todo esto? ¿No tienen –tenemos- más bien el deber de alzar la voz para defender al hombre, a la criatura que precisamente en la unidad inseparable de cuerpo y alma es imagen de Dios?”[1]



            Los católicos deben estar y participar en la vida pública, y son necesarios hoy políticos que sean católicos, periodistas, juristas, etc., que con un catolicismo vivo y con una sólida formación doctrinal, hagan presente en el mundo la fe y la Doctrina social católica. Éste, el orden secular y las realidades temporales, es el apostolado específico de los fieles laicos:


 “tarea específica del laicado es la participación en la vida pública y en la política... La Iglesia no se identifica con ningún partido, con ninguna comunidad política ni con ningún sistema político; en cambio, recuerda siempre que los laicos comprometidos en la vida política deben dar un testimonio valiente y visible de los valores cristianos, que hay que reafirmar y defender en el caso de que sean amenazados. Lo harán públicamente tanto en los debates de carácter público como en los medios de comunicación social”[2]


         El lugar de los laicos no es la sacristía, ni cálidos refugios afectivos o grupos cerrados que giren en torno a sí mismos con una pastoral de campanario y corta visión, sino el mundo y el orden temporal.

          Si la Iglesia, experta en humanidad, es servidora del hombre, y comparte “los gozos y las esperanzas, las tristezas y angustias de los hombres de nuestro tiempo” (GS 1), afrontará entonces el problema de la secularización como el gran reto actual y marcará sus grandes líneas de acción (colegios católicos, universidad, presencia en la vida pública y política) formando un laicado adulto, sin desperdiciar energías y capacidad en acciones pastorales de corte más populista. 

          Los grandes desafíos de la secularización requieren grandes respuestas de la Iglesia. Es tiempo de despertar y acometer estas grandes empresas apostólicas.




[1] BENEDICTO XVI, Disc. a la curia romana, 22-diciembre-2006.
[2] BENEDICTO XVI, Disc. al segundo grupo de obispos de Polonia en visita ad limina, 3-diciembre-2005.

1 comentario:

  1. Todo laico católico introducido en la política española recibe un enérgico rechazo de la jerarquía eclesiástica que culmina en la traición. Abrazos fraternos.

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