lunes, 8 de abril de 2019

La Parusía en la Vigilia pascual (textos)

El pueblo cristiano es un pueblo que espera y desea que vuelva su Señor glorioso y ponga al pecado y a la muerte como estrado de sus pies, dando vida a todos, juzgando a vivos y muertos, introduciéndonos para siempre en la vida eterna.


Esto es la "escatología", ésta es la espera del Señor y su venida gloriosa, la "Parusía", tan palpitante durante las primeras semanas de Adviento. Pero en Adviento podría decirse que recibimos una preparación para su Venida, una intensificación del deseo, pero no es un misterio reducido al Adviento. Todo el año es una espera del Señor hasta que vuelva glorioso. Y la máxima tensión, el clima expectante, lo vivimos en la Vigilia pascual.

En esa noche, casi desde el principio del cristianismo, los fieles eran convocados para la larga Vigilia pascual esperando realmente que esa misma noche viniese el Señor en gloria. La nota "escatológica" de la Vigilia pascual era evidente. Era una noche especialísima, los corazones estaban preparados: tal vez sea hoy, esta noche de Vigilia pascual, cuando vuelva el Señor. Nada de rutina, o de una celebración de la Misa casi rutinaria, apagada, adelantada al atardecer para cumplir un ceremonial: era la noche en vela en honor del Señor porque estaban convencidos de que el Señor Jesús volvería glorioso desde el cielo una noche de Pascua.

Recordaban los cristianos, como una imagen muy plástica, muy visual, a las vírgenes prudentes que durante la noche, con las lámparas encendidas en sus manos, aguardaban la vuelta del Esposo para pasar con Él al banquete: lo vivían así, de noche, con velas encendidas, cantando y oyendo las lecturas bíblicas, hasta pasar a celebrar el Banquete Eucarístico si el Señor no había vuelto en gloria pasada la medianoche.

Estos aspectos escatológicos de la Vigilia pascual, preciosos, determinantes para entender mucho del sentido de la Vigilia, lo hemos apuntados en otras catequesis sobre la Vigilia pascual, una noche de luz y espera.

La espera en la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo desembocaba en la Eucaristía celebrada, así ya que su Presencia escatológica y definitiva no se había producido, se haría presente en la Presencia eucarística, en el Sacramento.

¡En los días de Pascua vendrá el Señor! ¡En una Vigilia pascual volverá el Señor desde los cielos! Podemos considerarlo en algunos testimonios patrísticos sobre esta nota escatológica de la Vigilia pascual.

La "epistola apostolorum" del siglo II, con un lenguaje críptico, complicado, propio de la literatura gnóstica a la que intenta rebatir, explica:

"Nosotros, empero, le dijimos: "Señor, ¿es conveniente que tomemos y bebamos nuevamente el cáliz?" "Conviene que lo hagáis, respondió el Señor, hasta el día en que vuelva el Padre junto con todos aquellos que han sido muertos por mi causa" (versión etiópica: "hasta el día en que vendré con mis heridas"). Entonces le dijimos: "Señor, ¿por qué poder o en qué forma volverás?" Respondió el Señor diciendo: "En verdad os digo, vendré como el sol luciente; siete veces más que el sol lucirá mi gloria en medio de una nube resplandeciente; apareceré en la tierra precedido de la cruz, para juzgar a vivos y muertos". Le dijimos nuevamente: "Señor, ¿después de cuántos años acaecerá esto?" Y el Señor dijo: "Después de ciento cincuenta años, en los días de pascua, tendrá lugar la venida de mi Padre"..." (nn. 16-17).

El apologista africano Lactancio, en el siglo IV, explicaba la costumbre cristiana de la vigilia pascual como una asamblea nocturna que esperaba ya, esa misma noche, la venida del Señor:

"Nosotros celebramos esta noche pasándola en vela a causa de la venida de nuestro Rey y Dios. De aquí proviene, a mi entender, aquella tradición apostólica que se ha conservado hasta hoy según la cual durante la vigilia pascual no está permitido despedir a la gente antes de medianoche, cuando todavía esperan la venida del Señor" (Instituciones, 7,19).

Estas palabras podrían muy bien seguir siendo actuales, si no fuera porque el aspecto escatológico está tremendamente disminuido en la vida cristiana, silenciado, y la misma Vigilia pascual es celebrada a veces como la Misa de la tarde de un sábado cualquiera, reduciendo todas sus lecturas y ritos, y sin una previa catequesis cuaresmal que inculque el sentido, el deseo, el valor, de la gran Vigilia.


Es conocido de sobra el texto de san Jerónimo e igualmente sorprendente, impactante, cuando nos acercamos a él y pensamos en la Vigilia pascual próxima que celebraremos:

"Una tradición judía dice que Cristo vendrá a medianoche, como ocurrió en Egipto... De aquí proviene, a mi entender, aquella tradición apostólica que se ha conservado hasta hoy según la cual durante la vigilia pascual no está permitido despedir a la gente antes de medianoche, cuando todavía esperan la venida del Señor" (Com. Ev. Mt, 4, 25, 6).

Más suave en el contenido y en la forma se expresa san Agustín al tratar de la Vigilia pascual, y la relaciona con la general espera cristiana en la venida desde los cielos de nuestro Salvador:

"Esta noche esperamos nosotros al Señor, no como si éste hubiera de resucitar de nuevo, sino porque una vez al año, en una solemne celebración, nosotros renovamos el recuerdo de su resurrección. Con todo, en esta celebración, traemos el pasado a nuestra memoria, de forma que esta noche que pasamos en vela sea figura de la realidad que vivimos en la fe. Durante todo este tiempo, efectivamente, en el cual nuestra existencia terrena transcurre como si fuera una noche, la Iglesia permanece en vela, con los ojos de la fe pendientes de las Escrituras como si éstas fueran rayos de luz que brillan en la oscuridad, hasta el día en que el Señor vuelva" (S. Agustín, Serm. Morin-Guelf., 4,2).

A medida que leemos, nos habremos podido dar cuenta de cómo vivían nuestros antepasados en la fe esta noche especialísima. Es un modo de entender la Vigilia pascual, es un modo de celebrar la Vigilia pascual y vivirla. La nota escatológica es preponderante. En esa noche, tal cual suena, estamos esperando la Parusía. El Resucitado vendrá otra vez: "y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos", decimos cada domingo en el Credo.

Los textos de los Padres hispanos avalan esa nota escatológica. En primer lugar, san Braulio de Zaragoza:

"Tenemos la costumbre de recibir solemnemente a la Luz verdadera cuando resucita del sepulcro. También aquellas vírgenes que alimentaron sus lámparas con aceite prepararon la venida del Esposo en la alegría de la resurrección. En esa noche efectivamente, mientras dura la celebración solemne y hasta pasada la medianoche, hora en que, según nuestra fe, hemos de resucitar y el Señor ha de venir para juzgar a vivos y muertos, lo que acaece en la cabeza deberá realizarse también en los miembros" (Carta a Frunimiano).

Y en segundo lugar, el gran san Isidoro de Sevilla:

"Esa noche se pasa en vela por la llegada de nuestro rey y Señor, para que el momento de su resurrección no nos encuentre dormidos, sino vigilantes. La razón de semejante noche es doble: bien porque en ella recibió la vida después de haber padecido, o bien porque, a la misma hora en que resucitó, ha de venir para juzgarnos" (Etim., VI, 17, 12).

Pensemos entonces el clima espiritual de fervor y esperanza que llenaba los corazones cristianos, y entenderemos mejor el valor excepcional de la santísima Vigilia pascual. Para nosotros hoy igualmente es válido y deseable dicho clima y tono, y aguardar esperanzados en una noche con claro matiz escatológico: la Vigilia pascual.

1 comentario:

  1. Unos muchos necios olvidaron esperar la llegada del Mesías, hoy con tristeza vemos que muchos otros en la Vigilia Pascual no esperan la venida del Redentor en Su Gloria y lo que ha escrito les suena a medieval o chino. Abrazos fraternos.

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