sábado, 23 de junio de 2018

La vida eucarística - VI



            La enseñanza de la Tradición ha puesto de relieve en su predicación y enseñanza cómo la Eucaristía había sido ya anunciada de forma velada, oculta, en el Antiguo Testamento, en palabras, en signos y en hechos de la historia de la salvación. Dios había preparado a su pueblo y le había prometido el gran Don de la Eucaristía.

            A la luz de lo realizado por Cristo en la tarde la Última Cena, Cena Pascual, del acontecimiento de la Pascua –muerte y resurrección- y de las comidas pascuales con sus discípulos, la Iglesia ha releído el Antiguo Testamento con una nueva luz. En la Eucaristía está el cumplimiento de lo ya anunciado y profetizado.


     
       Esto es lo que enseñaba la catequesis antigua. El primer dato lo halla en Melquisedec, rey de Salem, que ofrece a Abraham pan y vino. La alusión era clara, el Nuevo Testamento lo desarrollará. Pero también la Tradición encuentra un signo y prefiguración en los panes de la proposición que están en el Santuario del Señor:


“Existían también, en la antigua Alianza, los panes de la proposición; pero, puesto que se referían a una alianza caduca, tuvieron un final. Pero, en la nueva Alianza, el pan es celestial y la bebida saludable, y santifican el alma y el cuerpo. Pues, como el pan le va bien al cuerpo, así también el Verbo le va bien al alma”[1].


            El salmo 22 que la Iglesia canta muchísimas veces en su liturgia, “El Señor es mi pastor”, tiene clara resonancias tanto bautismales como eucarísticas, a tenor del uso litúrgico de la Tradición y de la exposición catequética:


            “La fuerza de todo esto te la explica el profeta David cuando exclama: “Tú preparas una mesa ante mí, frente a mis enemigos” (Sal 22,5). Lo cual quiere decir: antes de tu venida, los demonios habían preparado a los hombres una mesa contaminada, sucísima, que rezuma el poder del diablo. Pero, una vez que llegaste, Señor, “has preparado una mesa ante mí”. Y cuando el hombre dice a Dios: “has preparado ante mí una mesa”, ¿qué otra cosa significa que la mística e inteligible mesa que Dios nos ha preparado “frente a los enemigos”, los contrarios, es decir, frente a los demonios?... “Unges mi cabeza con óleo”. Con óleo ungió tu cabeza en la frente mediante el sello que tienes de Dios, para que Dios te santifique y te hagas imagen de lo que el sello expresa. “Mi copa rebosa”. Se trata del cáliz que Jesús tomó en las manos y, dando gracias, dijo: “Esta es mi sangre.., que es derramada por muchos para el perdón de los pecados” (Mt 26,28)”[2].



            “Por ello Salomón, en el Eclesiastés, queriendo señalar esta gracia, dijo: “Ven, come con alegría tu pan” (Ecl 9,7). Se refiere al pan espiritual; dice “ven”, porque llama a la salvación y da la felicidad. “Y bebe de buen grado tu vino”, que se refiere al vino espiritual”[3].


            Lo prometido es ya una realidad. “Éste es el pan vivo que ha bajado del cielo... no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron. El que coma de este pan vivirá para siempre”.

            ¡Danos siempre de ese pan, Señor!


[1] Cat. Mistagógica IV, n. 5.
[2] Cat. Mistagógica IV, n. 7.
[3] Cat. Mistagógica IV, n. 8.

1 comentario:

  1. Nada en nuestra fe se debe a una casualidad. Dios ha ido escribiendo una historia con el hombre: pan y vino, la Carne y la Sangre de Cristo

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