jueves, 1 de marzo de 2018

El bien de la paciencia (San Cipriano, II)

¿Cómo argumenta san Cipriano?

Nos sitúa ante la paciencia de Dios.


Dios es paciente con malos y buenos. Más: Dios espera pacientemente la conversión del pecador, no quiere su muerte sino que viva y aguarda al hijo que se ha ido de la casa a que regrese.

Esta virtud moral, la paciencia, la vemos de manera excelsa en Dios mismo.



"4. Cuál y cuánta es la paciencia de Dios se ve en que aguanta con toda calma la afrenta que hacen a su soberanía y dignidad los hombres, levantando templos idolátricos, fabricando estatuas, practicando sacrificios sacrílegos; se ve en que hace nacer el día y el sol lo mismo sobre buenos que sobre malos y riega la tierra con lluvias, sin quedar nadie excluido de sus beneficios, porque no discrimina entre justos y malvados.


Vemos que, por una equidad inseparable de la paciencia, lo mismo que a los inocentes que a los culpables, a los piadosos que a los impíos, a los agradecidos que a los ingratos, sirven por disposición de Dios las estaciones, favorecen los elementos, soplan los vientos, corren las fuentes, crecen las mieses, maduran las uvas de las vides, se cargan de fruto los árboles, reverdecen los bosques, florecen los prados.

Y a pesar de provocar continuamente con ofensas la ira de Dios, sin embargo contiene su cólera y aguarda con calma el día prescrito para la sanción; aunque tiene en sus manos la venganza, prefiere dar tiempo con su clemencia y demora para ofrecer posibilidad de que ceda alguna vez la prolongada malicia, y los hombres encenegados en errores y crímenes, al menos al final, se vuelvan a Dios.

Así leemos estas advertencias: “No quiero la muerte del pecador sino que se arrepienta y viva” (Ez 18,32). Y en otro lugar: “Volveos a mí, dice el Señor” (Ml 3,7). Y también: “Volveos al Señor vuestro Dios, porque es misericordioso y benigno, y paciente y de gran conmiseración, y suspende la sentencia pronunciada contra los malvados” (Jl 2,13). Y el apóstol Pablo, recordando lo propio, para invitar al arrepentimiento al pecador, nos advierte lo siguiente: “¿Acaso vas a menospreciar las riquezas de su bondad y paciencia, ignorando que la paciencia y benignidad de Dios te convidan al arrepentimiento? Mas tú por tu dureza e impenitencia te acumulas la ira para el día de las venganzas y de la manifestación del juicio justo de Dios, que pagará a cada uno conforme a sus obras” (Rm 2,4-6). Llama justo al juicio de Dios porque llega tarde, porque se difiere mucho tiempo, porque la inmensa paciencia de Dios da lugar al hombre durante su vida. Se aplica la sanción al impío y pecador cuando ya no puede aprovecharle el arrepentimiento".

1 comentario:

  1. Paciencia con el prójimo, paciencia con nosotros mismos.

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