sábado, 20 de abril de 2013

El evangelio de Jn en Cuaresma y Pascua (V)



7. Jn 3: el diálogo con Nicodemo.

            La primera lectura sacramental que se nos ofrece es el diálogo o más bien un auténtico discurso, de Jesús a Nicodemo, donde parece que el diálogo inicial es una excusa, un recurso, para exponer la doctrina sacramental del bautismo, del agua y del Espíritu, de la regeneración.

            Cristo ha reemplazado las instituciones del judaísmo; ya no tienen eficacia salvífica, sino que el Salvador es Él y la vida que Él comunica. No basta el mero nacimiento natural, agregado por la raza al pueblo de Israel, sino la fe y el bautismo, la regeneración, para participar del Reino de Dios y recibir la vida divina.

            El diálogo con Nicodemo se presenta en tres fases o momentos distintos:

1)      Necesidad de aceptar a Jesús como Enviado
2)      Describe el nuevo nacimiento
3)      Descripción del acontecimiento salvífico.

            Es una gran síntesis de la vida cristiana: un juicio que se realiza en la aceptación o rechazo de la luz, de la acogida de Jesús como Revelador, el Hijo.

            “Al final (Jn 3,35s) el evangelista hace una síntesis perfecta del diálogo entre Jesús y Nicodemo: el Padre ama al Hijo, como lo demuestra la autoridad que le ha conferido en orden a dar la vida eterna (Jn 17,2) a los que creen en él. Esta demostración del Padre al Hijo es, al mismo tiempo, la confirmación del amor que Dios tiene al hombre (Jn 3,16). Lo importante para el hombre es aceptarlo en la fe. Hacerlo así significa entrar en unas relaciones con Dios, que llevarán a la plena participación en su vida. No hacerlo así equivale a despreciar la oferta divina, auto-excluirse de la vida, auto-juzgarse como indigno de la misma (Jn 3,18). Es la decisión existencial la única respuesta que Dios exige al hombre”[1].

            En Pascua, leemos así distribuido este capítulo 3, con los siguientes títulos en el leccionario:



Lunes II: Jn 3, 1-8, “El que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios”.

Martes II: Jn 3, 5a. 7b-15, “Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre”.

Miércoles II: Jn 3, 16-21, “Dios mandó su Hijo para que el mundo se salve por él”.

Jueves II: Jn 3, 31-36, “El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano”.


            Una lectura sacramental, en estricto sentido, permitiría la contemplación y predicación de las riquezas inestimables del sacramento del bautismo que nos ha purificado[2]: el bautismo es perdón de los pecados, regeneración, filiación divina, santificación, iluminación, comunicación de la vida trinitaria, agregación al Reino y a su signo histórico que es la Iglesia.




8. Multiplicación de los panes y discurso del pan de vida (Jn 6)


            El capítulo 6 del cuarto evangelio comienza con un signo del Señor, en este caso, la multiplicación de los panes para una multitud. Como todo signo –según el estilo del evangelista san Juan- quiere revelar algo que luego es clarificado, desarrollado, por un amplio discurso del Señor. De esta manera, Juan explota todo el potencial simbólico que encierra el relato de la multiplicación de los panes.

            “Con la multiplicación de los panes, el autor atribuye a Jesús lo que se contaba de grandes profetas y taumaturgos, con la intención de enseñar que quien tenga necesidad puede encontrar el remedio en Jesús”[1].

            La doctrina eucarística expuesta por el Señor nos conduce al reconocimiento de que Él es el Pan vivo, entregado en la Eucaristía, y que este Pan es prenda de vida y resurrección, antídoto de inmortalidad.





            “En la mente del evangelista el milagro debe ser considerado como signo, que apunta a otro pan para que pueda saciar toda clase de hambre. Así lo pondrán de relieve tanto el discurso sobre el pan de la vida como el discurso eucarístico”[1].

            Así se distribuye este capítulo sexto en la liturgia pascual:

Viernes II: Jn 6, 1-15, “Repartió a los que estaban sentados todo lo que quisieron”.

Sábado II: Jn 6, 16-21, “Vieron a Jesús caminando sobre el lago”.

Lunes III: Jn 6, 22-29, “Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna”.

Martes III: Jn 6, 30-35, “No fue Moisés, sino que es mi Padre el que da el verdadero pan del cielo”.

Miércoles III: Jn 6, 35-40, “Ésta es la voluntad del Padre: que todo el que ve al Hijo tenga vida eterna”.

Jueves III: Jn 6, 44-51, “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo”.

Viernes III: Jn 6, 52-59, “Mi Carne es verdadera comida, y mi Sangre es verdadera bebida”.

Sábado III: Jn 6, 60-69, “¿A quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna”.



            Durante la cincuentena pascual, la Eucaristía se revela como el gran sacramento de la Pascua, de incorporación a Cristo en su Cuerpo sacramental y eclesial, culmen de la Iniciación cristiana. De ahí que a lo largo de estos días de la II y III semana de la Pascua se podría exponer muy adecuadamente toda la doctrina eucarística: Presencia real, Sacrificio, Memorial, Acción de gracias, adoración, la relación de la Eucaristía con la escatología y la vida eterna, etc.





[1] CNT, p. 287.

7 comentarios:

  1. Padre, la foto superior se me parece al altar mayor de la Iglesia de San Miguel en Córdoba.
    Pero fuera de la anécdota, y retomando a Nicodemo, el proceso de nacer de nuevo es una experiencia familiar para mi. Y me llena profundamente de asombro. Es un misterio que me sobrepasa. Alabado sea DIOS.
    Abrazos en CRISTO. DIOS le bendiga.

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    1. Antonio Sebastián:

      Efectivamente, esa foto es de la parroquia de San Miguel de Córdoba...

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  2. Cómo me gusta el cirio de la fotografía; como decía la entrada anterior: “Nada… deben ocultar o disminuir la importancia de la Cruz…”

    El pan que sacia toda hambre, el pan “hipersustancial”, el “pan vivo”, “el verdadero pan del cielo”, que pedimos en el Padre Nuestro (lo vimos en otra entrada), se nos da en la Eucaristía “debidamente recibida” (como decían nuestros antepasados). Sería muy conveniente recordar a los fieles “toda la doctrina eucarística” que explicita la entrada.

    En el capítulo 17 de Juan, Jesús describe la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu Enviado, Jesucristo, y este conocimiento en la enseñanza de San Juan es un conocimiento vital, íntimo y amoroso, no abstracto, pues ese es el sentido bíblico del término conocer: “Él que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna”, nada más vital, íntimo y amoroso.

    En oración ¡Qué Dios les bendiga!

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    1. Julia María:

      con humor...

      Esta entrada recuerda a todos mis fieles - las ovejas y abejas de este blog - la doctrina eucarística de Jn 6. Por eso la he escrito. ¡¡No se me queje!!!


      Saludos.........

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    2. ¿Yo quejarme del blog o de su titular?... Nunca jamás: “A tal señor, tal honor”.

      Ahora en serio: no me refería a vd sino a lo preocupante que resulta lo que se oye sobre la Eucaristía en conversaciones con laicos o en atención a su lenguaje no verbal, y a la necesidad de corregir esta situación.

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    3. Julia María:

      ¡¡¡¡¡¡¡Menos mal que no se queja del blog ni de su titular!!!!! Le presento una demanda que se iba a acordar de mí (jejejeje)

      Y sé que no se refería a mí, pero, por echarle humor, le respondí como si fuera una alusión personal.

      En cuanto al lenguaje no verbal: sígase, simplemente, el Misal. Porque las modas litúrgicas van y vienen... y lo que hay que hacer es seguir el Misal. Y no digo más para no herir susceptibilidades más tradicionales.

      Un saludo. O un "beso respetuosamente su mano"...

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    4. Le había entendido; lo he precisado para que ningún lector del blog pueda pensar que me refería a vd.

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