El rito de la postración suele
impactar mucho a quien lo vez por vez primera (por ejemplo, en una Ordenación)
y ser un recuerdo casi exclusivo y único grabado en la memoria.
Postrarse es más aún que
arrodillarse. Postrarse es ponerse boca abajo tendido en el suelo, el rostro en
tierra. Es la postura de adoración absoluta ante el Altísimo, el reconocimiento
de que Dios lo es todo y nosotros, nada. Es la postura de la plegaria intensa,
de la intercesión, de la petición del Espíritu Santo para que descienda.
Ejemplos de esta postración los
encontramos en las Escrituras: Abraham se postró en presencia del Señor (Gn
24,52) y el pueblo se postró rostro en tierra delante del Señor (Lv 9,24), así
como Josué (Jos 5,14) o el profeta Elías (1R 18,42) ante la presencia de Dios.
Lo mismo, en distintas ocasiones, hizo el gran Moisés (Dt 9,18. 25).