Un
gesto litúrgico, no muy frecuente, es la insuflatio, es decir, el hecho de
soplar.
Lo
hallamos en la consagración del santo crisma, en la Misa crismal y en los ritos
del catecumenado.
En la
consagración del santo crisma
Muy del gusto y estilo franco-germánico en la
liturgia, se introdujo la insuflación sobre el óleo crismal en primer lugar, y
tiempo después, una oración de exorcismo antes de proceder a la plegaria de
consagración. Son uno de los pocos ritos litúrgicos que realiza el obispo en el
momento de preparación del crisma.
La primera mención de la insuflatio
la hallamos en el OR XXIV, 18: “antes de bendecirlo, insufla y sopla tres veces
en la ampolla”. También en el OR XXVIII, 21: “antes de que la bendiga, sopla
tres veces en la ampolla”. El OR XXX B, 19, añade a la insuflatio un nuevo
detalle ritual: “haciendo la cruz sobre ella [la ampolla crismal] diciendo: In
nomine patris et filii…” El soplo, por tres veces como hasta ahora, se realiza
en forma de cruz. El OR XXXI, 25, ignora sin embargo ese uso y sólo prescribe
soplar tres veces sobre la ampolla del óleo crismal.
El Pontifical de la Curia, del siglo XIII, le
suma un elemento nuevo: después de soplar tres veces el pontífice sobre la
ampolla del óleo, “también soplan en ella todos los obispos, que asisten allí,
y los presbíteros cardenales tres veces” y luego reza el exorcismo sobre el
óleo. Ya hay más ministros asociados al obispo en el rito de la insuflación.
Será el Pontifical de Guillermo Durando quien establezca, de forma definitiva,
la asociación de los doce presbíteros “testigos y cooperadores” del misterio
del santo crisma a la insuflación. Tras el obispo, soplarán cada uno de los doce
presbíteros; lo harán por tres veces y en forma de cruz, llevando el diácono la
ampolla a cada presbítero. Se prosigue inmediatamente con el exorcismo.
Igualmente hará el Pontifical Romano de 1595-1596: el obispo sopla tres veces
en forma de cruz sobre la vasija crismal y, a continuación, los doce
presbíteros del mismo modo que el obispo, acercándose a la mesa donde está la
ampolla con el óleo. Hecho todo esto, el obispo recita el exorcismo (p. 580).
Finalmente, el rito de Bendición de
los óleos de 1970 mantiene el rito de la insuflación, pero “pro opportunitate”,
“si cree oportuno” (CE 290), es decir, no resulta un gesto obligatorio pese a
lo simbólico, expresivo y tradicional que es en el contexto de la preparación
del crisma. Lo hace el obispo exclusivamente y sopla una sola vez (tampoco se
dice que se haga in modum crucis). El exorcismo ha quedado eliminado.
La insuflatio es gesto litúrgico que
plasma, ritualmente, un gesto divino, imitándolo, hallando su inspiración y
referencia en las Escrituras. En el segundo relato de la creación del hombre,
“el Señor Dios modeló al hombre del polvo del suelo e insufló en su nariz
aliento de vida; y el hombre se convirtió en ser vivo” (Gn 2,7). La
comunicación del aliento de vida se produce por el soplo de Dios, insuflando en
la nariz del hombre. Cristo resucitado, apareciéndoseles a los apóstoles en el
Cenáculo, en el día santísimo de su Resurrección gloriosa, “sopló sobre ellos y
les dijo: ‘Recibid el Espíritu Santo’” (Jn 20,22). El soplo es comunicación del
Espíritu Santo.
El soplo, así como el viento, son
signos de la comunicación, de la presencia y de la actuación del Espíritu
Santo. Cuando Elías ha huido y se refugia en el Horeb, el Señor Dios pasará
ante Él; no lo hará en forma de huracán, ni de terremoto, ni de fuego, sino en
el “susurro de una brisa suave” (1R 19,12). La brisa suave, como un soplo, era
la teofanía esperada. El viento, la brisa, serán señal del Espíritu Santo
vivificador. En el valle, ante los huesos secos, Ezequiel recibe un oráculo final
que pronuncia en voz alta: “Esto dice el Señor Dios: ven de los cuatro vientos,
espíritu, y sopla sobre estos muertos para que vivan” (Ez 37,9). Cristo mismo
asocia la imagen y actuación del Espíritu Santo con el viento en su
conversación nocturna con Nicodemo (cf. Jn 3,8).
El viento es símbolo adecuado del
Espíritu porque, aun siendo elemento de la naturaleza, se escapa al control del
hombre, pertenece a la esfera de lo divino, pone en movimiento todo y conserva
algo de inaprensible, misterioso.
En el catecumenado y otros ritos
La liturgia empleó el rito de la
insuflatio para significar la actuación del Espíritu Santo y su comunicación.
Es un gesto pneumatológico y, en algún caso, como la consagración del crisma,
eminentemente epiclético. Hasta la reciente reforma litúrgica, la insuflatio se
realizaba en la bendición solemne del agua bautismal; en el Ritual Romano, para
el bautismo de párvulos, se soplaba tres veces para expulsar al demonio en
forma de exorcismo, y en el caso del bautismo de un adulto, al triple soplo
seguía la auténtica insuflatio, la communicatio Spiritus Sancti; finalmente, en
la liturgia, la insuflatio para la consagración del crisma y la bendición del
óleo de catecúmenos.
Con la reforma litúrgica, la
insuflatio se ha mantenido únicamente en el catecumenado y en la consagración
del crisma. En el catecumenado, la insuflatio se puede realizar en el Rito de
entrada en el catecumenado si se hace el exorcismo y la renuncia a los cultos
paganos: “el celebrante volviéndose a cada uno de los candidatos, sopla
suavemente, diciendo: ‘Rechaza, Señor, con el soplo de tu boca a los malignos
espíritus: Mándales que se aparten, porque se acerca tu reino’” (RICA 79). Este
rito está caracterizado como gesto pneumatóforo a la luz de las palabras rituales
que lo acompañan.
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