Cristo a un tiempo es el Médico que cura y la Medicina que debe ser tomada para poseer la vida que vence al mal. La salud es Él, la salvación es Él.
Esa medicina es "antídoto de inmortalidad" ya que quien lo recibe recibe la vida, y esa vida va destruyendo las enfermedades del pecado y su veneno que por dentro nos paralizan para el bien, genera el odio y la soberbia, para terminar en muerte.
Sea Él nuestro Médico, sea Él nuestra medicina.
"Para esto en efecto había venido Cristo Señor, maestro de vida y médico celeste, para instuir a los hombres para la vida con su enseñanza y sanar la enfermedad del cuerpo y del alma con una medicina celeste; para liberar los cuerpos asediados por el diablo y devolver a la verdadera y completa salud a los que se fatigan con dolencias varias. Pues curaba las enfermedades corporales con la palabra del poder divino; y sanaba las heridas de las almas con la medicina de la enseñanza celeste... Por tanto el verdadero y perfecto médico es Aquel que no sólo concede la salud del cuerpo, sino que restituye la salvación al alma, el Señor y Salvador nuestro" (Cromacio de Aquileya, Com. ev. Mateo, Trat. 16,4).
Por eso los Padres de la Iglesia se complacían en mostrar a Cristo como Médico y en llamarlo así.
"Entró nuestro Señor y Salvador en la casa de Pedro y curó a la suegra de éste, aquejada de graves fiebres, sólo con el contacto de su mano, con lo que mostró que era el Señor de toda salud, el autor de la medicina celestial, que tiempo atrás había hablado a Moisés diciendo: Yo soy el Señor, el que te curo" (Id., trat. 40,1).
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