miércoles, 26 de junio de 2019

Ministerio sacerdotal: gracia del Señor

¡Bendito sea Dios por el don del sacerdocio!

Los sacerdotes de Cristo edifican a la Iglesia con un amor esponsal.

Son presencia de Cristo, prolongan su acción redentora.


Unidos a Él, los sacerdotes son los pastores en nombre del Pastor.

Son padres de almas que buscan la santidad de sus hijos espirituales, lloran con sus dolores, disfrutan con sus alegrías, a todos animan, a todos exhortan, a todos acompañan.

Sus vidas son una ofrenda absoluta para la santificación de todos los fieles, el apoyo sobrenatural para que todos vivamos en santidad.

"La reflexión que, siguiendo los documentos del concilio Vaticano II, queremos dedicar hoy al ministerio y a la vida de los sacerdotes se sitúa muy bien a la luz de la liturgia de esta fiesta. De los presbíteros se habla especialmente en el decreto Presbyterorum ordinis. Son heraldos del Evangelio, «colaboradores diligentes de los obispos» (Lumen gentium, 28), encargados de edificar y regir el pueblo de Dios con la predicación de los sacramentos, y de guiarlo con sabiduría hacia la plena realización del reino de Dios. Esta tarea no es en absoluto fácil, sobre todo en el ámbito de la vida contemporánea. Por tanto, sus funciones, como subraya el citado decreto conciliar, son «de máxima importancia y cada vez más difíciles», pero indispensables para la renovación de la Iglesia (cf. Presbyterorum ordinis, 1). En efecto, ¿se podría pensar en la comunidad cristiana sin su presencia y su servicio diario?

2. El ministerio presbiteral, antes que una función, es un ministerio de gracia. Es el misterio de una llamada especial, con la que un miembro del pueblo de Dios es invitando a dedicar su vida entera a la causa del Reino y, por medio del sacramento del orden, queda marcado «con un carácter especial, que lo identifica con Cristo sacerdote» (ib., 2).

En esta relación profunda con Cristo se halla la clave de comprensión del sacerdocio ministerial, que se diferencia esencialmente, y no sólo en grado, del sacerdocio común de todos los fieles (cf. Lumen gentium, 10). En efecto, los presbíteros están configurados con Cristo sacerdote para una nueva función, es decir, para ser «ministros de la Cabeza, para la construcción y edificación de todo en su Cuerpo, que es la Iglesia» (Presbyterorum ordinis, 12). Actúan «in persona Christi», sobre todo cuando celebran la Eucaristía. En nombre de Cristo son constituidos padres y educadores en la fe, dotados de la correspondiente autoridad. Pero el Concilio los exhorta también a no olvidar que deben permanecer «hermanos entre sus hermanos» (ib., 9), abiertos a la colaboración y a la corresponsabilidad de todos los bautizados. Ellos «tienen encomendados de manera especial los pobres y los más débiles» (ib., 6). ¡Verdaderamente la misión de los presbíteros es exigente y sublime! No se equivoca la intuición de los fieles cuando espera de los sacerdotes que «se esfuercen en alcanzar una santidad cada día mayor» (ib., 12)"


(Juan Pablo II, Ángelus, 26-noviembre-1995).

1 comentario:

  1. Buenos días D. Javier. Con el tiempo hemos podido ver a quienes os ha llamado el Señor con aciertos y fallos y a quienes nunca los ha llamado aunque los hombres los hayan hecho sacerdotes, unos sois Gloria y Bendición al estar configurados con Cristo y otros escándalo, tiniebla y confusión.

    Cierto; "¡Verdaderamente la misión de los presbíteros es exigente y sublime! " rezo por Usted y estoy seguro que reza por sus lectores.

    Abrazos fraternos.

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