domingo, 20 de enero de 2019

El esposo de las Bodas de Caná

El evangelio de las bodas de Caná (Jn 2) a las que Jesús asiste como invitado, hay que leerlo en su contexto, es decir, como una resonancia, eco y prolongación de todo lo que la Iglesia ha celebrado a lo largo del tiempo litúrgico de la Navidad: una manifestación de Jesús como Dios verdadero en su santísima humanidad.

Es, por tanto, un evangelio de Epifanía, de revelación y manifestación, y como tal hay que interpretarlo en el contexto de la liturgia de este II domingo del Tiempo Ordinario que hace de puente y transición entre la Navidad y el resto de los domingos per annum.


¿Qué vemos en esas bodas? Unos esposos que aparecen sin contornos, sin perfil... mientras que el gran protagonista es Jesús.

El "título" del evangelio, es decir, la frase que en rojo hace de resumen en el leccionario para señalar la idea central del evangelio en ese día, resalta que "Jesús manifestó su Gloria y creció la fe de sus discípulos en él".

¿Qué ocurre? ¿Qué acontece?

Que la Hora se ha adelantado, y Jesús empieza ya un banquete de bodas con vino nuevo, anunciando las verdaderas Bodas, las del propio Cristo con su Esposa la Iglesia.



"La liturgia de hoy propone el Evangelio de las bodas de Caná, un episodio narrado por Juan, testigo ocular del hecho. Tal relato se ha situado en este domingo que sigue inmediatamente al tiempo de Navidad porque, junto a la visita de los Magos de Oriente y el Bautismo de Jesús, forma la trilogía de la epifanía, es decir de la manifestación de Cristo. El episodio de la bodas de Caná es, en efecto, «el primero de los signos» (Jn 2, 11), es decir, el primer milagro realizado por Jesús, con el cual Él manifestó su gloria en público, suscitando la fe de sus discípulos. Nos remitimos brevemente a lo que ocurre durante aquella fiesta de bodas en Caná de Galilea. Sucede que falta el vino, y María, la Madre de Jesús, lo hace notar a su Hijo. Él le responde que aún no había llegado su hora; pero luego atiende la solicitud de María y tras hacer llenar de agua seis grandes ánforas, convirtió el agua en vino, un vino excelente, mejor que el anterior. Con este «signo», Jesús se revela como el Esposo mesiánico que vino a sellar con su pueblo la nueva y eterna Alianza, según las palabras de los profetas: «Como se regocija el marido con su esposa, se regocija tu Dios contigo» (Is 62, 5). Y el vino es símbolo de esta alegría del amor; pero hace referencia a la sangre, que Jesús derramará al final, para sellar su pacto nupcial con la humanidad.

La Iglesia es la esposa de Cristo, quien la hace santa y bella con su gracia. Sin embargo, esta esposa, formada por seres humanos, siempre necesita purificación" (Benedicto XVI, Ángelus, 20-enero-2013).

Cristo se une a la Iglesia.

Se anticipa ya la unión y se preanuncia el banquete de bodas en el Reino de los cielos.

¡Qué hermosura leer así el Evangelio y descubrir su sentido más hondo para no quedarnos en aspectos periféricos o devocionales!

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