domingo, 1 de marzo de 2015

Tu voluntad, Padre (IV)

La voluntad de Dios es nuestra paz. Nada malo quiere Él, sino que todo lo ordena para nuestro bien y nuestra salvación, para ir trazando una historia que es historia de salvación.


La voluntad de Dios es nuestra paz. Ya incluya la cruz, como la de su Hijo, o la oscuridad, como Getsemaní, siempre desemboca en salvación y vida. La voluntad de Dios guía nuestra vida y así el creyente, como Abrahán, es el hombre de fe que se fía y obedece: "Sal de tu tierra"; o los santos a lo largo de la historia de la Iglesia, que buscaban sentir internamente la voluntad del Señor y realizarla con amor.

"Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad" (Hb 10) fue la plegaria del Hijo al encarnarse y entrar en el mundo, y en Él encontramos el método de vida: buscar al Señor y su voluntad, realizarla fiándonos de Él.

Cada día pedimos que nosotros en la tierra hagamos siempre su voluntad como los ángeles la realizan en el cielo; cada día abrimos nuestra existencia a un principio orientador, bueno y santísimo, que es la voluntad de Dios Padre.


"n. 6. Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo. Como tercera cosa pedimos: Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo. También aquí deseamos un bien para nosotros, pues la voluntad de Dios se cumplirá necesariamente. La voluntad de Dios es que reinen los buenos y sean condenados los malos. ¿Puede acaso no cumplirse esta voluntad?

Mas ¿qué bien deseamos para nosotros cuando decimos: Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo? Escuchad. Esta petición debe entenderse de varias maneras. Son muchos los pensamientos que sugiere esta petición por la que rogamos a Dios: Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo. Una: como no te ofenden los ángeles, no te ofendamos nosotros tampoco. ¿De qué otra forma se puede entender Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo? Todos los santos patriarcas, todos los profetas, apóstoles, todas las personas espirituales son para Dios como el cielo; nosotros, en cambio, en comparación con ellos, somos tierra. Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo: como se cumple en ellos, cúmplase también nosotros.
Otra interpretación de Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo: la Iglesia es el cielo; sus enemigos, la tierra. Deseamos el bien a nuestros enemigos; que crean también ellos y se hagan cristianos. Entonces se cumplirá la voluntad de Dios; como en el cielo, así en la tierra. Como nuestro espíritu se renueva por la fe, renuévese nuestra carne por la resurrección. Entonces se cumplirá la voluntad de Dios como en el cielo, así en la tierra.

Y también: nuestra mente, a través de la cual vemos la verdad y nos deleitamos en ella, es el cielo. Mira el cielo: Me deleito en la ley de Dios según el hombre interior. ¿Qué es la tierra? Veo otra ley en mis miembros que lucha contra la ley de mi mente. Una vez que haya pasado esta lucha y se establezca la plena concordia entre la carne y el espíritu, se hará la voluntad de Dios como en el cielo, así en la tierra.

Cuando expresamos esta petición pensemos en todo lo dicho y pidámoslo todo al Señor.

Todas estas cosas, amadísimos, estas tres peticiones de que he hablado, se refieren a la vida eterna. La santificación del nombre de Dios en nosotros será eterna. La llegada de su reino, reino en que viviremos, será para siempre. El cumplimiento de su voluntad en la tierra como en el cielo, en cualquiera de las maneras que expuse, será eterno".

(S. Agustín, Serm. 57, 6).

1 comentario:

  1. El modelo está en el cielo , por eso decimos: “”Hágase Tu Voluntad, en la tierra como en el cielo”, pero como al comulgar el Cuerpo y la Sangre del Señor nos unimos a Jesús, es éste un momento propicio para entregarle nuestra voluntad para que la una a la voluntad del Padre pues en Cristo, y por medio de su voluntad humana, la voluntad del Padre fue cumplida perfectamente.

    Dios da a conocer su voluntad en la oración y en los acontecimientos, si buscamos la intimidad con Él., dedicándole tiempo como se lo dedicamos a una Persona a la cual amamos para escucharle, estar con Él, hablarle.

    Nosotros somos radicalmente impotentes para ello, como dice el Catecismo, pero “unidos a Jesús y con el poder de su Espíritu Santo, podemos poner en sus manos nuestra voluntad y decidir escoger lo que su Hijo siempre ha escogido: hacer lo que agrada al Padre”.

    No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria (de la salmodia de Vísperas)

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