sábado, 14 de marzo de 2015

No nos dejes caer en la tentación... (VII)

Expuestos al pecado por nuestra fragilidad, constitutiva de este "ser hombre", rogamos al Señor ser auxiliados con la gracia para no caer en la tentación.


Muchas son las tentaciones, de diversa apariencia, unas más bruscas, otras más refinadas y sutiles que se disfrazan para engañarnos. Hemos de saber identificar pronto lo que es una tentación en la vida, y rechazarla pronto, sin entablar diálogo ni jugar con la tentación.

Es necesario el discernimiento ante las tentaciones y la gracia que nos robustezca para no ser seducidos, arrastrados, engañados.

Por eso, Jesucristo, incluyó esta sexta petición en su Oración: "No nos dejes caer en la tentación", que cotidianamente repetimos porque diariamente somos acosados por la tentación.



"n. 9. No nos dejes caer en la tentación; y líbranos del mal. ¿Será también esto necesario para la otra vida? Sobra decir No nos dejes caer en la tentación, donde ésta no puede existir. En el libro del santo Job leemos: ¿Acaso no es una tentación la vida del hombre sobre la tierra? 

¿Qué es, pues, lo que pedimos? ¿Qué? Escuchad. El apóstol Santiago escribe: Nadie, cuando es tentado, diga que es tentado por Dios. Se refiere a aquella tentación mala por la que cada uno es engañado y queda sometido al demonio; esto es a loq ue él llamó tentación.

Existe otra tentación que recibe también el nombre de prueba; de ésta está escrito: El Señor vuestro Dios os tienta para saber si le amáis. ¿Qué significa para saber? Para hacéroslo saber a vosotros, pues él ya lo sabe. 

Dios no tienta a nadie con aquella tentación por la que uno es engañado y seducido, pero a algunso ciertamente, por un profundo y oculto juicio, los abandona en ella. Una vez que él se haya retirado, sabe el tentador qué ha de hacer. Si Dios lo abandona, no halla quien le ofrezca resistencia y, acto seguido, se constituye en poseedor.

Para Dios no nos abandone decimos: No nos dejes caer en la tetnación. Cada uno, dice el mismo apóstol Santiago, es tentado, arrastrado y halagado por su concupiscencia; después, una vez que la concupiscencia ha concebido, pare el pecado; el pecado, a su vez,cuando ha sido consumado, engendra la muerte. ¿Qué nos enseñó con esto? Que luchemos contra nuestras concupiscencias.

Por el bautismo, en efecto, se os van a perdonar los pecados; permanecerán, sin embargo, las concupiscencias con que habréis de luchar, aun después de haber sido regenerados. Dentro de vosotros quedará la batalla. No temáis a ningún enemigo exterior: véncete a ti, y el mundo está vencido.

¿Qué puede hacerte un tentador ajeno a ti mismo, sea el diablo o un agente suyo? Cuando un hombre te propone una ganancia para seducirte, si no encuentra en ti la avaricia, ¿qué puede conseguir? Si, por el contrario, la hallare en ti, la vista del lucro te inflamará y caerás en el cepo del viscoso alimento. Si no halla en ti la avaricia, allí quedará la trmapa tendida en vano. Te presenta el tentador a una bellísima mujer; si existe en el interior la castidad, ya está vencida también externamente la iniquidad. Para que no caigas prisionero de la hermosura de la mujer ajena que se te presenta, lucha interiormente contra tu concuspicencia.

No sientes a tu enemigo, sino a tu concupiscencia. No ves al diablo, pero ves lo que te deleita. Vence dentro de ti eso que sientes. Lucha, combate; quien te ha regenerado es tu juez. Te propuso el combate, tiene preparada la corona. Puesto que sin duda alguna serás vencido si él no viene en tu ayuda, si él te abandona, por eso mismo dices en la oración: No nos dejes caer en la tentación. La cólera del juez entregó a algunos en manos de sus concuspicencias. Es el Apóstol quien lo dice: Dios los entregó a los deseos de su corazón. ¿Cómo los entregó? No empujándolos, sino abandonándolos a ellos".

(S. Agustín, Serm. 57, 9).

2 comentarios:

  1. Después de pedir perdón, reconociéndonos pecadores perdonados, no nos sentimos seguros de nosotros mismos y lanzamos un grito en petición de auxilio: "No nos dejes caer en la tentación"

    Dice san Agustín: "No nos dejes caer en la tentación: Perdónanos los pecados cometidos y danos la gracia de no cometer otros, pues el hombre comete pecado cuando cede a la tentación". Reconocemos nuestra debilidad y suplicamos al Padre que no permita que seamos engañados por el enemigo ni nos prive de su auxilio para no sucumbir a la tentación.

    A ti grito: sálvame, y cumpliré tus decretos (de la salmodia de Laudes)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Julia María:

      "No nos sentimos seguros de nosotros mismos". Ojalá nunca cayéramos en esa falsa seguridad... que se llama soberbia solapada.

      Mejor, como el publicano en el Templo, digamos siempre: "Oh Dios, ten compasión de este pecador".

      Eliminar