miércoles, 21 de enero de 2015

Ratzinger nos descubre a von Balthasar...

La cooperación y el trabajo conjunto fueron admirables. Ratzinger y Balthasar, junto a otros grandes, como por ejemplo De Lubac, estaban en la misma sintonía, lograron una teología amplia, "católica", integradora, con un elemento desde luego común: beber de los Padres de la Iglesia, en sintonía con la Tradición, y crear una teología dogmática que era espiritual a la vez y sin separación.





La revista internacional "Communio" es uno claro exponente de ese trabajo conjunto, y se descubre cómo Ratzinger, narrando la fundación de aquella revista, profesa una admiración muy honda a la teología de von Balthasar.


Este teólogo suizo es una luz en medio de tanta sequedad teológica, que, por aquellos años, hizo de la teología una ideología impregnado de lo que antes se llamaba "modernismo". Balthasar, por el contrario, sacó a la luz las miserias del modernimos y de la teología ideologizada; abrió otros caminos, unió pensamientos y lenguajes; trabajó con los Padres, con el arte, con la filosofía de todas las épocas, con la literatura..., y con ese bagaje ofreció una teología digna de tal nombre, pulcra, eclesial, elevadora.

Por ejemplo, Ratzinger destaca el concepto de "Communio" en la mente de Balthasar, es decir, lo que significa la Comunión eclesial para el pensamiento de Balthasar como una gran aportación:


            "Communio es en primer lugar un concepto teológico, pero en segundo lugar es también un concepto sacramental, y solo como consecuencia de ello es también un concepto eclesiológico. Es comunión con el cuerpo y la sangre de Cristo (por ejemplo 1Cor 10,16). Aquí adquiere todo su plena concreción: todos comen del mismo pan y se convierten así en un único cuerpo. “Recibid lo que sois”, dice san Agustín al respecto, después de afirmar que mediante los sacramentos el propio ser del hombre se funde y se transfunde en la comunión con Cristo. La Iglesia solo es plenamente Iglesia en el sacramento, precisamente allí donde ella se entrega a Él y Él a ella, recreándola constantemente. Aquí habría que hablar de la dimensión jerárquica y una vez más de la Tradición como crecimiento en la identidad. Sobre todo aquí se hace visible lo que significa ser católico. El Señor está íntegramente presente en cualquier lugar, pero esto significa también que todos juntos somos la única Iglesia y que la unión de la humanidad constituye el destino esencial de la Iglesia. Porque “Él es nuestra paz”. “En Él unos y otros tenemos acceso al Padre en un mismo Espíritu” (Ef 2,14.18). 

Partiendo de aquí Hans Urs von Balthasar ha lanzado una severa reprimenda a los grupúsculos. Recuerda ante todo que “en estos tiempos la comunidad eclesial para muchísima gente representa ya solamente un viejo esqueleto de instituciones” y con ello “el grupo reducido… es elevado cada vez más a criterio supremo de vitalidad eclesial. Para mucha gente la Iglesia en cuanto católica-universal se cierne en el vacío como una especie de tejado que ya no está unido a la casa, por encima de los pisos que ellos habitan”. Ante el riesgo que esto supone Balthasar afirma que “todo el enorme esfuerzo de Pablo tuvo como finalidad el sustraer a la comunidad eclesial del ataque disgregador de las vivencias carismáticas y dirigirla –por medio del ministerio apostólico- hacia lo católico más allá de sí misma. Ciertamente el ministerio es siempre servicio y nunca señorío o dominio, pero un servicio con pleno poder para demoler todos los bastiones erigidos por los carismáticos contra la Communio universal para obediencia de Cristo (2Cor 10,5). Quien nivelándolo todo destruye carismáticamente (democráticamente) el ministerio eclesial, pierde así el momento que anima, refiera más allá de sí misma y eleva a toda misión específica eclesial al nivel de la Catholica, cuyo vínculo unificante no es la experiencia o vivencia común (gnosis), sino el amor que se entrega (ágape). A fin de cuentas, aquella destruye, mientras que este edifica”. 

Evidentemente esto no significa negar la importancia de la Iglesia local o de los nuevos movimientos y comunidades eclesiales en los que la Iglesia y la fe se experimentan con una nueva frescura: en todos los tiempos de crisis de la historia de la Iglesia semejantes movimientos han sido el punto de partida de la renovación, las energías necesarias para un renacimiento. A condición siempre de que porten en sí la apertura hacia la totalidad de lo católico y de este modo se inserten en la unidad de la Tradición. Con la palabra ágape se alude a otra dimensión esencial del concepto de Communio: la comunión con Dios no puede ser vivida sin una preocupación real por la comunidad de los hombres. Por eso la dimensión ética y social pertenece teológicamente a la esencia de la Communio.


( Joseph Ratzinger, “Communio: un programa”, en: RATZINGER, Joseph, Communio. Un programa teológico y eclesial, Madrid 2013,128-130).


¿Podrá alguien sensato afirmar que Balthasar es un hereje o un modernista cuando lo está presentando Ratzinger de este modo?

Pero aún queda más, mucho más para ir conociendo a Balthasar y ubicarlo, sin dejarnos llevar por los prejuicios de otros.

2 comentarios:

  1. Es cierto que se eleva, a veces, el grupo reducido a criterio supremo.

    Me gusta esa frase de Balthasar relativa al esfuerzo de san Pablo contra el ataque disgregador de las vivencias carismáticas que vemos (leemos) en las Cartas a los Corintios, tan mal entendidas en muchas ocasiones.

    Por la obediencia a la verdad habéis purificado vuestras almas para un amor fraternal no fingido (Lectura de Vísperas)

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    1. Julia María:

      ¡¡¡Ay, eso de los carismas!!! jejejeje...

      Balthasar, aunque es difícil de captar y hay que leerlo mucho y muchas veces para aprehenderlo, es interesantísimo. Lo aconsejo, al menos, en sus obras menores.

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