martes, 30 de septiembre de 2014

San Jerónimo nos enseña

San Jerónimo nos enseña a vivir en la alabanza de Dios como preludio de lo que será el cielo.

"Aprendemos a hacer aquí en la tierra lo que un día haremos eternamente en el cielo" (Carta 53,10).


San Jerónimo nos enseña algo tan fundamental como que Jesucristo debe ser el centro de todo.

"Cristo es nuestro todo" (Carta 66,8).

San Jerónimo nos enseña qué importante es conocer y manejar las Escrituras.

"El desconocimiento de las Escrituras es desconocimiento de Cristo" (In Is., prol.).


San Jerónimo nos enseña a vivir, como él, de las Escrituras, su escucha, estudio y meditación.

"¿Y qué vida puede haber sin el conocimiento de las Escrituras, 
por el que se reconoce al mismo Cristo, 
que es la vida de los creyentes?" (Carta 30, 7).

San Jerónimo nos enseña que estar ante la Escritura es vivir un coloquio con Cristo.

"Cuando oras, hablas a tu Esposo; cuando lees, Él te habla a ti" (Carta 22,25).

San Jerónimo nos enseña que hemos de emplear mucho tiempo en las Escrituras.

"Lee con asiduidad y aprende todo lo posible. 
Que el sueño te sorprenda siempre con un libro,
y que tu cara, al caer dormida, 
sea recibida por la página santa" (Carta 22,17).

3 comentarios:

  1. La literatura y la pintura han creado una leyenda de hombre irascible pero, con independencia de su fuerte temperamento, la persona de San Jerónimo emerge a través de los siglos como uno de los grandes Padres de Occidente, con su impresionante cultura, sagrada y profana, su inmensa erudición, su capacidad de políglota, su tenacidad y entrega al estudio y al trabajo, su devoción a las Sagradas Escrituras, su espíritu ascético y contemplativo, su inquebrantable ansia de verdad y su amor a la Iglesia y a Jesucristo, que le llevó a la santidad, a pesar de su carácter.

    Así le elogia Richard Simon en Histoire critique du Vieux Testament,: “Tuvo, más que todos los otros Padres, las cualidades necesarias para interpretar bien la Sagrada Escritura, porque conocía el caldeo, el hebreo y el latín. No había leído y examinado solamente las versiones griegas de las hexaplas de Orígenes, sino que además había consultado con los más sabios judíos de su tiempo. A lo cual se puede agregar que había leído todos los autores griegos y latinos."

    Añado algunas de sus frases que me gustan:

    “La Palabra de Dios es el pan espiritual de la Iglesia: estudiarla y enseñarla es una de las más altas funciones del sacerdocio” (Epístola a los Gálatas).

    “No podrá distinguir lo verdadero de lo falso sino solamente quien medite día y noche las Sagradas Escrituras” (Epístola a los Efesios).

    Y una, que me encanta porque deberían repetírsela a sí mismos tantos y tantos teólogos, presuntos teólogos e interpretadores de las Sagradas Escrituras de nuestra época: “Crimen y locura sería apartarse de ellas (Escrituras) o falsear su sentido como lo hacen los herejes que la interpretan a su manera, al gusto de sus prejuicios erróneos (Epístola a Tito, l, l0-ll; Carta 48l).

    Envíame, Señor, tu luz y tu verdad (de las antífonas de Laudes)





    Este sabio al que la rudeza de su carácter y la actitud de sus polémicas hicieron muchos enemigos entre sus contemporáneos y muchas críticas a lo largo de los siglos, era un santo que por su austeridad de vida y su inflexible rectitud atraía a las almas leales. instituyó y legó el monaquismo erudito que durante toda la Edad Media había de salvar la cultura clásica, agregando la Biblia al tesoro de las humanidades. Y a las damas de la alta sociedad romana que él reunió en el monasterio de Belén no solamente las iniciaba en el ascetismo, sino también en el trabajo intelectual y en el estudio de la Sagrada Escritura. Este solitario hizo escuela no sólo entre los monjes que él había reunido, lo cual era demasiado poco; sino que instituyó y legó el monaquismo erudito que durante toda la Edad Media había de salvar la cultura clásica, agregando a la vez la Biblia al tesoro de las humanidades. Y a las damas de la alta sociedad romana que él reunió en el monasterio de Belénno solamente las iniciaba en el ascetismo, sino también en el trabajo intelectual y en el estudio de la Sagrada Escritura.

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    1. Por error mío la oración de Laudes se ha intercalado entre los párrafos del comentario que "me ha salido" larguísimo y con alguna repetición en el último párrafo; mi ordenador me juega a veces "malas pasadas".

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  2. Julia María:

    Muchas razones avalan que sea el cuarto Padre de la Iglesia occidental (junto a Ambrosio, Agustín y Gregorio Magno). Increíble el cúmulo de conocimientos así sus comentarios bíblicos extensísimos y geniales.

    Pero su temperamento... ¡ay! ¡Qué brusco! No es leyenda aumentada, era realidad: un carácter sumamente difícil, polémico.

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