viernes, 12 de septiembre de 2014

El Rito de la paz en la Misa romana (I)

Es característica esencial y propia del rito romano que la paz se intercambia después del Padrenuestro y -antes de la Fracción del Pan, según lo determinó en el siglo VI san Gregorio Magno: no es ningún modernismo litúrgico...


Desde entonces hasta hoy es uno de los rasgos propios del rito romano -como lo es también, por ejemplo, arrodillarse en la consagración y que las especies se muestren para la adoración después de la consagración-.

El Sínodo sobre la Eucaristía, en el pontificado de Benedicto XVI, sugirió desplazar el rito de la paz romano para anteponerlo al Ofertorio, en vistas, sobre todo, a no perturbar el ritmo de recogimiento antes de la comunión, dados los múltiples abusos de este rito que se ha visto desbordado por efusividad y movimientos.

Benedicto XVI recogió esta sugerencia en la exhortación Sacramentum Caritatis:

"La Eucaristía es por su naturaleza sacramento de paz. Esta dimensión del Misterio eucarístico se expresa en la celebración litúrgica de manera específica con el rito de la paz. Se trata indudablemente de un signo de gran valor (cf. Jn 14,27). En nuestro tiempo, tan lleno de conflictos, este gesto adquiere, también desde el punto de vista de la sensibilidad común, un relieve especial, ya que la Iglesia siente cada vez más como tarea propia pedir a Dios el don de la paz y la unidad para sí misma y para toda la familia humana. La paz es ciertamente un anhelo indeleble en el corazón de cada uno. La Iglesia se hace portavoz de la petición de paz y reconciliación que surge del alma de toda persona de buena voluntad, dirigiéndola a Aquel que « es nuestra paz » (Ef 2,14), y que puede pacificar a los pueblos y personas aun cuando fracasen las iniciativas humanas. Por ello se comprende la intensidad con que se vive frecuentemente el rito de la paz en la celebración litúrgica. A este propósito, sin embargo, durante el Sínodo de los Obispos se ha visto la conveniencia de moderar este gesto, que puede adquirir expresiones exageradas, provocando cierta confusión en la asamblea precisamente antes de la Comunión. Sería bueno recordar que el alto valor del gesto no queda mermado por la sobriedad necesaria para mantener un clima adecuado a la celebración, limitando por ejemplo el intercambio de la paz a los más cercanos" (n. 49).

Y en nota a pie de página, n. 53, escribió:
"Teniendo en cuenta costumbres antiguas y venerables, así como los deseos manifestados por los Padres sinodales, he pedido a los Dicasterios competentes que estudien la posibilidad de colocar el rito de la paz en otro momento, por ejemplo, antes de la presentación de las ofrendas en el altar. Por lo demás, dicha opción recordaría de manera significativa la amonestación del Señor sobre la necesidad de reconciliarse antes de presentar cualquier ofrenda a Dios (cf. Mt 5,23 s.): cf. Propositio 23".

 Han pasado los años, se consultó a los Obispos, y la Cong. para el Culto Divino ha emitido una carta explicando el sentido de este rito de la paz, manteniéndolo en el lugar propio del rito romano -después del Padrenuestro- y recordando elementos muy básicos para su conveniente realización que se han ido olvidando.

Dice esta Carta (con fecha 8 de junio de 2014):


1. «La paz os dejo, mi paz os doy» [1], son las palabras con las que Jesús promete a sus discípulos reunidos en el cenáculo, antes de afrontar la pasión, el don de la paz, para infundirles la gozosa certeza de su presencia permanente. Después de su resurrección, el Señor lleva a cabo su promesa presentándose en medio de ellos, en el lugar donde se encontraban por temor a los judíos, diciendo: «¡Paz a vosotros!» [2]. La paz, fruto de la Redención que Cristo ha traído al mundo con su muerte y resurrección, es el don que el Resucitado sigue ofreciendo hoy a su Iglesia, reunida para la celebración Eucarística, de modo que pueda testimoniarla en la vida de cada día.
 2. En la tradición litúrgica romana el signo de la paz, colocado antes de la Comunión, tiene un significado teológico propio. Éste encuentra su punto de referencia en la contemplación eucarística del misterio pascual -diversamente a como hacen otras familias litúrgicas que se inspiran en el pasaje evangélico de Mateo (cf. Mt 5, 23)- presentándose así como el “beso pascual” de Cristo resucitado presente en el altar [3]. Los ritos que preparan a la comunión constituyen un conjunto bien articulado dentro del cual cada elemento tiene su propio significado y contribuye al sentido del conjunto de la secuencia ritual, que conduce a la participación sacramental en el misterio celebrado. El signo de la paz, por tanto, se encuentra entre el Pater noster -al cual se une mediante el embolismo que prepara al gesto de la paz- y la fracción del pan -durante la cual se implora al Cordero de Dios que nos dé su paz-. Con este gesto, que «significa la paz, la comunión y la caridad» [4], la Iglesia «implora la paz y la unidad para sí misma y para toda la familia humana, y los fieles se expresan la comunión eclesial y la mutua caridad, antes de la comunión sacramental» [5], es decir, la comunión en el Cuerpo de Cristo Señor.

5 comentarios:

  1. Pues yo estoy de acuerdo con el Papa Benedicto XVI, yo lo cambiaría al ofertorio y no veo mal este cambio teológicamente hablando pues, si bien es verdad que al comulgar nos acercamos a lo más sagrado que tenemos, en el ofertorio nos acercamos al altar a hacer nuestras ofrendas, el pan y el vino, nuestra humanidad (cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar...), en la consagración el que se ofrece es Cristo (y nosotros con Él) y en la comunión nos unimos a Él.

    No sólo se entorpece el recogimiento ante el supremo acto de la comunión, se hace imposible. Como no es obligatorio el rito de la paz, mi párroco lo omite con cierta frecuencia y yo se lo agradezco en el alma.

    Téngase en cuenta, además, que los fieles en general no dan la paz como la daba Jesús, la dan en sentido humano o simplemente porque les han dicho que la tienen que dar o porque le gusta el signo, y mientras tanto el sacerdote o bien espera a que se termine el "jaleo" o bien comienza "Cordero de Dios... para que le conteste unicamente servidora porque los demás están ocupados dándose besos y apretones de manos.

    Todos los sacerdotes saben que esto está sucediendo por lo que yo me pregunto ¿Por qué al comienzo de la Santa Misa no se advierte de forma machacona (ya se sabe que los fieles somos "duros de mollera" ) que se de la paz al de la derecha y la izquierda y a nadie más, explicando el rito y aclarando que "humanizarlo" no conlleva níngún beneficio espiritual? Esta sí sería una buena monición.

    Don Javier, asumo el rapapolvos que me va a dar por anticipado, pero no me gustará e incluso evitaré el signo porque me duele en el alma que mientras el sacerdote reza "Cordero de Dios", parte la Sagrada Forma y la eleva, el que está sentado en el banco de detras, en la esquina contraria del banco de delante o al final de mi banco se empeñe en darme la mano, con el despropósito que significa interrumpir mi oración en respuesta a la del sacerdote. No se enfade ni se disguste, por favor; es un despropósito y lo peor es que el fiel al que evitas darle la mano mientras rezas con la mirada fija en el altar, se siente molesto cuando es él el que te ha interrumpido ¡Hay que estar a lo que hay que estar!

    Ensalzad al Señor, Dios nuestro, postraos ante el estrado de sus pies (de las antífonas de Laudes)

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    1. Julia María:

      Se merece el rapapolvo, pero no sé cómo hacerlo por escrito y aquí, cuando no se ven los gestos o la ironía o las bromas... y no quiero parecer agrio o desabrido.

      Igual que es propio del Rito bizantino (divina liturgia de s. Juan crisóstomo) celebrar tras el iconostasio y realizar la Gran Entrada con el pan y el vino que reciben una veneración proléptica... así, igual de propio, es en el Rito romano la Paz entre el padrenuestro y la paz.

      Ahora bien, cumplamos las normas del Misal:

      a) No es obligatorio el intercambio de saludos

      b) Se hace con moderación, sólo a los que están al lado

      c) El sacerdote espera -¡lo dice el Misal!- a que se acabe el osculum pacis para comenzar la Fracción y se cante el Agnus Dei.

      Yo no lo hubiera cambiado de lugar ni mucho menos por su origen y sentido en ese momento.Pero sí quiero que se haga bien.

      Este es el primer artículo de tres dedicado al rito de la paz. Están escritos para este blog -ojalá lo lean muchos-, para los boletines diocesanos de ANE y ANFE y, como "Delegación de Liturgia", para la revista semanala de la Diócesis "Iglesia en Córdoba".

      Quiero que sean educativos...

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    2. Fe de erratas:

      Donde dice "es en el Rito romano la Paz entre el padrenuestro y la paz" debe decir "entre el padrenuestro y la Fracción".

      Donde al final dice: "Quiero que sean educativos..." falta añadir "Quiero que estos artículos sean educativos..."

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    3. Me gustaría que se pusiera en mis zapatos: me saludan (que no me dan la paz de Cristo ¡que se nota!) todos los del banco de delante, todos los del banco de detrás que, para ello, de manera poco delicada me han hecho girarme y también los 9 que están en mi banco (yo siempre me pongo en una esquina), al mismo tiempo que intento rezar contestando al sacerdote y recoger todas mis potencias y mi espíritu para la comunión ¿En serio que no es un despropósito? ¿Qué hago? ¿rezar y recogerme o sonreír a todos y cada uno? ¿hacer las tres cosas a la vez? No es fácil desde el altar pero le aseguro que como fiel no es nada fácil; es desesperante y justo antes de colmulgar ¿Cuántas veces antes de comulgar he tenido que pedir Dios mío perdóname mi ataque de nervios?

      Para que se ría: las mujeres y no los hombres (está demostrado) somos capaces de hacer hasta cinco cosas a la vez, pero cosas materiales, no espirituales.

      Quizá esta disgresión mía debería hacersela hecho a nivel particular; lo he valorado, pero sé que a bastantes fieles les sucede lo mismo que a mí, por eso lo he hecho publicamente.

      No se preocupe por su "posible acritud"; para mí la amistad, y más la amistad espìritual, tiene un enorme valor; ya he oído sus "gritos" por anticipado y no me han molestado; es bastante dificil que me moleste lo que me diga un amigo sacerdote.

      Lo que quisiera que entendiera tanto vd, por amistad y respeto, como los lectores, es que estas situacioes que vivo me causan dolor, dolor espiritual, y no sólo a mí, también a mis hijos (evidente, pues están educados en la fe por mí).

      No ha valorado la moción inicial a realizar por el sacerdote al comienzo de la Santa Misa que yo proponía

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  2. Creo que el principal síntoma del abuso que se está cometiendo con el signo de la paz, es evidentemente la desaparición del Agnus Dei como momento propio de recogimiento ante la fracción del pan. Y mi experiencia al tratar de explicarles a las personas por qué el saludo de la paz debe limitarse a dar la paz al de la derecha y al de la izquierda, me ha llevado a pensar que el gesto es equívoco, difícil de entender en su significado real y fácil de malinterpretar.

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