jueves, 21 de agosto de 2014

Salmo 111: En las tinieblas brilla como una luz...

Dice el salmo 111: “Dichoso quien teme al Señor y ama de corazón sus mandatos”.

    ¿Qué es temer al Señor en el lenguaje de la Biblia? Obedecer al Señor, no es tenerle miedo. Ya está bien de vivir una religión de temor, de que Dios no se enfade, de cumplir con Dios. Temer es obedecer. ¿Y quién obedece? Cristo. Cristo es quien teme al Señor y ama de corazón de sus mandatos. ¿Cómo obedece Cristo  al Señor? Obedeció “sometiéndose incluso hasta a la muerte y una muerte de cruz”.  “Ama de corazón de sus mandatos”. O como dice el salmo 39 -recogido en la carta a los Hebreos-: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”, el mandato de salvación. Cristo ama de corazón los mandatos de Dios. “Mi alimento es hacer la voluntad del Padre”, y la voluntad del Padre es entregar la vida por nuestra salvación. Cristo es, por tanto, el que teme al Señor y ama de corazón sus mandatos

    “Su linaje será poderoso en la tierra, la descendencia del justo será bendita”. ¿Cuál es el linaje de Jesucristo? Nosotros. Somos del linaje de Adán, nuestro primer padre, Adán, linaje del “pecado que lleva a la muerte”, carta a los Romanos. Pero por la muerte y resurrección del Señor, nosotros somos del linaje de Cristo, “coherederos con Cristo y herederos de Dios”. Por eso, “su linaje será poderoso en la tierra”, el linaje de Cristo somos nosotros, miembros de la Iglesia, ¡y tan poderoso! Estamos en todas las naciones, la Iglesia es universal y católica. En extensión, estamos en todos los pueblos.

“Su linaje será poderoso en la tierra, la descendencia del justo será bendita”. El justo es Jesucristo, fuera de Jesucristo no hay nadie que pueda ser perfectamente justo. “La descendencia del justo”, de Cristo, “será bendita”. Nosotros somos benditos del Señor y el Señor nos bendice constantemente. En la liturgia misma, siempre acabamos las celebraciones litúrgicas con la bendición de Dios todopoderoso. “La descendencia del justo será bendita”. Nosotros somos constantemente bendecidos por el Señor.

    “En su casa habrá riquezas y abundancia”. ¿Cuál es la casa en la Biblia, en los salmos, en este lenguaje? La Iglesia. “En su casa habrá riquezas y abundancia”. No precisamente de dinero. ¿En qué está la riqueza y la abundancia? En vocaciones, en carismas, en caminos espirituales, en santidad. Fijaos simplemente en los fieles en una misa dominical: casados, viudos, contemplativos, sociedades de vida apostólica...  “En su casa habrá riquezas y abundancia”. Unos tienen el don de predicar, otros de cuidar a los enfermos, otros tienen otra cosa que es el ofrecer su soledad  o su dolor. La Iglesia es un Cuerpo muy rico y variado.

    “En su casa habrá riquezas y abundancia. Su caridad es constante, sin falta”. El amor de Cristo es constante. “¿Quién nos separará del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús?” Y la caridad en la casa del justo, la caridad en la Iglesia, es constante, sin falta. La Iglesia es comunidad de amor porque tiene el Espíritu Santo dentro, vivificándola, comunicando su Amor.

    “En las tinieblas”, las tinieblas del mundo, “brilla como una luz”, Cristo luz de los pueblos, “brilla como una luz el que es justo, clemente y compasivo”. Cristo brilla como una luz en medio de las tinieblas. Cristo es el que ilumina el mundo. Porque el justo, el clemente, es el que perdona, es compasivo, pasa por su corazón todas nuestras miserias.

 “Reparte limosna a los pobres”, por eso este salmo lo pone en la liturgia en unión con la caridad y la colecta y el repartir a los pobres (cf. 2Co 8). Cristo “se despojó a sí mismo”. “Su caridad es constante, sin falta”. “Alzará la frente con dignidad”. Cristo alza la frente con dignidad, no se tiene que avergonzar ni de nada ni de nadie. “Alza la frente con dignidad”, y el “Señor hará de sus enemigos”, el demonio, la muerte, el pecado, “el estrado de sus pies”.

    Salmo 111. “Dichoso quien teme al Señor”. Cristo escondido en los salmos.

5 comentarios:

  1. Es cierto que a Dios no le debemos tener un miedo que paralize o impulse a huir, pero existe un temor de Dios que es don del Espíritu Santo: temor a ofenderle y temor a las consecuencias de nuestra propia debilidad.

    Los buenos padres que aman a sus hijos, les enseñan los peligros inculcándolos un sano temor a las consecuencias, a lo que llamamos castigo. El santo temor es parte de la pedagogía divina para que nos mantengamos en guardia contra el grave peligro que reconoce todo hombre, humilde y realista, en la batalla espiritual contra el mundo, la carne y el demonio.

    Muchos piensan que el temor de Dios es exclusivo del Antiguo Testamento y que al llegar Jesús ya no se debe hablar del temor de Dios. Es muy común que el demonio confunda a las mentes llevándoles a perder conciencia del peligro del pecado hasta llegar, incluso, a justificar lo que hacen como hecho por amor.

    Sin embargo Jesús, en muchísimos pasajes, nos enseña a temer las consecuencias del pecado y de la negligencia, porque no quiere que nadie se pierda. Se trata de advertencias sobre la justicia divina (de la que no nos gusta hoy día hablar): la gran tribulación de Jerusalén, la parábola del mayordomo, el juicio final, la parábola de las diez vírgenes, la higuera estéril, los invitados que se excusan…La historia del hijo pródigo, que se suele predicar sólo para resaltar la misericordia del Padre, nos hace ver al mismo tiempo que la motivación original para el regreso del hijo no fue el amor al Padre, sino una toma de conciencia de la miseria en que había terminado por su pecado. Esa motivación, pobre aún, es el comienzo de la reconciliación.

    Y para Pablo y los Santos Padres el amor y el temor de Dios no son contrarios, más bien se complementan. Una condición frecuentemente olvidada en la actualidad: para que los pecados sean perdonados en el sacramento de la penitencia el penitente debe tener dolor de los pecados, contrición perfecta que procede de la caridad, dolor por haber ofendido a Dios; pero la Iglesia reconoce también la validez de la contrición imperfecta (atrición) en consideración de la fealdad del pecado, y del temor a las penas del infierno, pues “Tal conmoción de la conciencia puede ser el comienzo de una evolución interior que culmina, bajo la acción de la gracia, en la absolución sacramental".

    Hoy celebra la Iglesia la vida de uno de mis amigos, el Papa san Pío X.

    Señor, Tú que apacientas a tu pueblo, cuida especialmente de los cristianos perseguidos en Oriente Medio

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    1. Julia María:

      ¡¡Hija mía, qué bien explicado!!

      Yo no había caído en ese enfoque. ¡Gracias!

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    2. shalom aleijem (la paz esté contigo en palabras de Jesús en arameo) Respuesta: aleijem shalom.

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  2. Hay una interesante catequesis de san Juan Pablo II en relación a este salmo, en el que se nos presenta la figura de los justos, los cuales temen al Señor, reconocen su trascendencia y se adhieren con confianza y amor a su voluntad a la espera de encontrarse con él después de la muerte.

    A esos fieles está reservada una «bienaventuranza».

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    1. La colmena:

      Las catequesis papales -de Juan Pablo II que luego concluyó Benedicto XVI- sobre los salmos de Laudes y Vísperas son maravillosas.

      Pero..., pero estas humildes catequesis mías fueron homilías en torno al año 2001-2002, grabadas por mis fieles y luegos transcritas, antes de que los Papas hubiesen hecho esas catequesis. Por eso no están citadas.

      Un abrazo inmenso. Me alegro de que escribáis.

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