sábado, 7 de septiembre de 2013

Pensamientos de San Agustín (XX)

¿Dónde hallará el hombre la felicidad más pura y auténtica, la que nunca acaba? San Agustín apunta a la vida feliz y bienaventurada, en Dios, y junto con la Comunión de los santos, donde reinó siempre la caridad, el amor más sincero y entregado, sobrenatural.
Nosotros, empero, sólo seremos felices en El, con El y por El. Por su gracia somos unidad entre nosotros y un solo espíritu con El, siempre que a El se aglutine nuestro espíritu. Es un bien para nosotros adherirnos a Dios, pues pierde a todo el que lo abandona (San Agustín, Tratado sobre la Trinidad 6,5,7).
El hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, con memoria, entendimiento y voluntad, con una estructura trinitaria (mente, comunicación y amor), pero esta imagen es deformada cuando el hombre se desprecia a sí mismo entregándose al pecado. En lugar de hombre, se convierte en bestia.
Si en ti te desprecias a ti mismo y desdeñas la imagen de Dios, en la cual te creó, vencido por el apetito de las bestias, serás bestia, como si el hombre se te perdiese... (San Agustín, Sermón 8,8).
Dios actúa de diversos modos con tal de educar al hombre.
Dios concede que nos aproveche, no sólo lo que enseña la verdad, sino también lo que importuna la vanidad. Así, al refutar a la vanidad absurda, se escucha con más atención y se reconoce la verdad más pura (San Agustín, Réplica al adversario de la Ley y los Profetas 1,51).
San Pablo, en la carta a los gálatas, afirma que la fe actúa por el amor, por la caridad. Es la fe el motor de todo, también del amor sobrenatural.
El fin del precepto es la caridad de un limpio corazón, la conciencia buena y la fe no fingida. Luego la única obra en la cual se encierran todas es la fe que obra por el amor (San Agustín, Comentario al Salmo 89,17).
Aspiración continua del hombre es la unión con Dios, crecer haciéndose pequeño, buscar la unidad en todo y la multiplicidad ni la división:
Si deseamos adherirnos y ser unos con Dios nuestro Señor, debemos ser singulares y sencillos, es decir, amantes de la eternidad y de la unidad, y alejarnos de la multitud y de la turba de los seres que nacen y mueren (San Agustín, Comentario al Salmo 4,10).
El que pierda su vida por mí, la encontrará -dice el Señor. ¿De qué manera? ¿Cómo? 
No dudes en perder tu alma por Cristo. Lo que tú llamas perder no es otra cosa que confiaría al fiel creador. Tú, ciertamente, la pierdes, pero la recibe aquel a quien nada se le pierde (San Agustín, Sermón 344,7).
Palabras humildes y corazón limpio encontramos en san Agustín. Es un gran orador, y sus fieles lo agradecen, se lo reconocen, incluso aplauden durante sus largos sermones. ¿Cómo reacciona el gran Doctor? Espera únicamente el fruto de su predicación en las almas, no las alabanzas humanas.
Estas alabanzas vuestras son para mi más un peso que otra cosa y me ponen en peligro. Las tolero al mismo tiempo que tiemblo ante ellas. Con todo, hermanos míos, estas vuestras alabanzas son hojas de árboles: se pide el fruto (San Agustín, Sermón 61,13).
La generosidad al dar y compartir conlleva una recompensa eterna. Se multiplica de manera misteriosa, recogiendo los intereses en el Reino eteno.
Lo que das se transforma realmente; se convertirá para ti no en oro ni en plata, sino en vida eterna. Se transformará, porque te transformarás tú (San Agustín, Sermón 390,2).
¡Levantemos el corazón!, dice el sacerdote. Los fieles responden: Lo tenemos levantado hacia el Señor. La vida del hombre es un constante tender hacia Dios, mantener el corazón elevado hacia Él. La soberbia nos hace subir, pero nos evapora rápido ya que es simple humo.
Todos los soberbios tienen el corazón elevado, pero contra el Señor. Tú, en cambio, si quieres tener el corazón elevado, ten lo hacia el Señor. Si tuvieres tu corazón elevado hacia él, él lo sujetará para que no caiga a tierra (San Agustín, Sermón 25,2).


5 comentarios:

  1. Si, Padre, serán hojas, pero no es posible fruto sin hojas. Son las hojas las que nutren al fruto.
    Fuera de la observación agronómica, ciertamente, el hombre se animaliza cuando peca, renuncia a sí mismo, a su humanidad. Ceguera tóxica e irracional, que no es otra cosa el pecado. Y aún más, el pecado es la esencia de la sinrazón, es lo irracional en estado puro. Pecar es renunciar tanto a la razón, como al espíritu. El pecado, cuerpo y alma enfangados.
    Sigo rezando, DIOS les bendiga.

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  2. Con gran sabiduría, san Agustín pide que no se le alabe pues ve perfectamente, el santo, que la alabanza, aún la mejor intencionada, es un peligro para el alabado. Tradicionalmente se ha acudido a pensar que el problema reside en lo soberbio que devendrá el alabado, pero no es este el único peligro; existe otro no menor ni menos doloroso.

    La alabanza, si no está avisado, puede llevar al alabado a sentir la obligación de actuar siempre en consonancia con la alabanza pues, en otro caso, dejará de ser amado. Si el alabado puede volverse soberbio como consecuencia del efecto de la alabanza en la raíz de sus propias inseguridades de cualquier tipo y de su falta de autoestima, también el pobre alabado puede “romperse” al surgir en él un sentimiento de responsabilidad: tener que ser siempre para los demás digno de alabanza.

    Estar avisado. Cualquier observador del ser humano ha comprobado que la alabanza suele tener su causa, más que en la adecuación con la verdad de aquello que se alaba, en el pensamiento o sentimiento que tiene el “alabador” ante palabras o actos de aquel a quien alaba en razón de que esos actos o palabras responden a sus propios deseos y esperanzas.

    ¿Les parece muy psicológico? ¡Ah! La que suscribe este comentario tiene la certeza de que Dios está en la ciencia y se niega a que permitir que los no creyentes se apoderen de ella.

    En oración ¡Qué Dios les bendiga!

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  3. Si, Julia María, muchos peligros hay, porque el diablo es muy versátil, no descansa, porque no se cansa y debe ser el único "placer" de que disfruta al haberse empecinado en decir no a DIOS. El único escudo posible es la GRACIA, DIOS mismo.
    Alabado sea DIOS.

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    1. Antonio, no solo la gracia, también la colaboración del hombre y, al decir colaboración, no me estoy refiriéndolo al simple deseo y/o pasividad, sino al esfuerzo que conlleva todo amor, a la voluntad en acción; el quietismo es tan malo como el pelagianismo. Precisamente fue el "doctor de la gracia" quien dijo: Dios, que te creó si ti, no te salvará sin ti.

      No se crea que es escaso el placer de quien, como el demonio, dice "no serviré"; si fuera escaso los hombres, aunque fuésemos tentados, no lo vendríamos haciendo desde el principio de la creación.

      Hacía tiempo que no "charlábamos". Buenas noches.

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  4. Si, hacía mucho tiempo que no charlabamos, y lo siento porque para mi es siempre fructífero. Ya sé que lo de charlar se usa para los encuentros en directo, personales. Y ciertamente, la idea de que charlemos es agradable para mi, pero viviendo en Santa Cruz de la Palma, todo se complica un poco. Ya me cuesta con Don Javier..... .
    Por cierto, ayer terminé "San Francisco de Asís" de Chesterton. Pero ahora continuaré con los documentos del cvii, antes de seguir con otra cosa, por recomendación sustanciosa de Don Javier, que por cierto, espero que septiembre sea más benigno en Córdoba que agosto, porque agosto ha sido un mes duro de calor.
    Sigo rezando. DIOS les bendiga.

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