viernes, 14 de junio de 2013

Tentación de incapacidad del apóstol (III)

Ante el apostolado, o ante un encargo que se nos haga, la tentación del demonio es sugerir: "Yo no sirvo". 

¿Cuántas y cuántas veces el corazón dice "yo no sirvo, yo no valgo"? ¿Por qué no? "La humildad es la verdad": en el reconocimiento de los que uno es y de lo que uno vale, conocedor asimismo de su flaqueza, debilidad y miseria, se esconde el tesoro de la gracia, en vaso de barro. Cada cristiano es, pues, un vaso de barro. Y, en su fragilidad, es llamado por el Señor. 

La excusa de la incapacidad proviene del espíritu de soberbia, como si el apostolado debiese sus frutos o logros a los grandes talentos del cristiano; es creer que el "éxito" depende de nuestros tesoros, de nuestros grandes méritos o cualidades. Sin embargo, Dios, en su misericordia, llama a cada uno desde su propia fragilidad: cuenta con cada uno como él es. Nada proviene de nosotros: el apóstol es instrumento y receptáculo de la gracia que comunica a los demás. De ahí proviene su grandeza, del reconocimiento humilde del propio ser y dejar a Dios ser Dios.

    El Maligno nos dirá que somos incapaces, y, de fondo, crecerá el espíritu de soberbia. Tan sólo nos resta confiar en que el Señor actuará por medio nuestro, poniendo nosotros lo mejor de nosotros mismos.

    Una tentación constante es la desconfianza de pensar que Dios puede realmente, verdaderamente, eficazmente, usar nuestra pobre carne (nuestra humanidad) para que brille su Gloria y su Gracia actúe. Contamos, más que con Él con el éxito personal basado en lo que nosotros aportemos... y que la Gracia venga, a posteriori, en todo caso, a coronar lo que uno ha hecho.  Pero es que Dios se sirve de nuestras debilidades para ser Él el protagonista real y absoluto de todo apostolado y que nadie se detenga en nosotros mismos, sino que a través de nosotros le vea a Él. El Señor de la gracia no necesita instrumentos "superdotados", sino seguidores que reconocen humildemente su propia pequeñez, y que confían en el poder de Dios que se revela en ella.

La primera tentación del demonio es la incapacidad para paralizarnos. Es verdad, y para eso está el discernimiento, que no todos servimos para todo, y que hay tareas para las que uno, aunque se entregue, ni está capacitado ni sirve y se puede llegar a convertir en un obstáculo a la acción de Dios. Esto hay que discernirlo siempre. Pero con verdad y sin falsa humildad: el demonio se regodea con la falsa humildad del incapaz. Tengamos cuidado y advertencia.


Creo que, ante un nuevo apostolado que se nos pida o requiera, habrá que ponerse de rodillas ante el Sagrario y dialogar con el Señor. La tentación desaparecerá inundada por una Luz que nos permitirá ver la Verdad.

7 comentarios:

  1. Genial D. Javier... comparto al 100% su entrada. Dicen que la mejor forma de rehuir las responsabilidades es confesarse incapaz. Incapacidad que suele esconder pereza, desafecto, desdén, rencillas y miles de otros egoísmos personales. ¿Qué hubiera pasado si la Virgen María se hubiera mirado y hubiera pensado si era o no capaz de hacer la invaluable misión que aceptó?

    Dios nos pide el Sí y después nos ofrece las herramientas para llevar a cabo la misión que nos ha encomendado.

    Ahora... también hay que ser honesto y no caer en el quietismo de creer que sin nuestro esfuerzo, Dios lo hará todo. En mi humilde opinión, el sí siempre tiene que se siempre activo y comprometido. No vale un sí que nunca cuente con nuestra voluntad.

    Que Dios le bendiga D. Javier!!!

    ResponderEliminar
  2. Buenos días don Javier. Da en el clavo, "de rodillas ante el Sagrario y dialogar con el Señor", caminar con Él en todas nuestras actividades permite ver cuanto hay de uno y del Otro.
    Meditaré:'El Señor de la gracia no necesita instrumentos "superdotados", sino seguidores que reconocen humildemente su propia pequeñez, y que confían en el poder de Dios que se revela en ella.' Es así, a ver si mi soberbia me deja en paz y disfruto más de la acción de Dios por medio de mí que me enseña tanta ingeniería con soluciones ajustadas y sencillas.Un abrazo.

    ResponderEliminar
  3. ¡Me ha parecido un post sumamente útil para la vida del cristiano! ¡Es tan cierto todo cuanto se describe en él! Ahora veo que mi supuesta incapacidad ante tantos retos mayormente no es más que una soberbia que no soporta quedar mal ante los demás. ¡Qué barbaridad! ¡cuanta luz vierte su post de hoy, Don Javier! Muchísimas gracias. Dios le bendiga.

    ResponderEliminar
  4. Contra el diablo, ROSARIO y SAGRARIO. Alabado sea nuestro CREADOR.

    Sigo rezando. Especialmente brillante esta entrada, Padre, muchas gracias una vez más. DIOS les bendiga.

    ResponderEliminar


  5. “Como si todo dependiera de ti, como si todo dependiera de Dios”. Superdotados (Agustín, Tomás…) o no, excepción hecha de las rarísimas ocasiones de ciencia infusa, para el apostolado hoy es necesario prepararse en serio. Como ya se ha dicho en la entrada y en el primer comentario, la falsa humildad esconde soberbia, pereza, miedo al fracaso y a la crítica, celos, deseo-temor a figurar- no figurar…

    El apostolado requiere verdadera humildad, que no consiste en negar las cualidades que tienes ni en conformarte con no tenerlas, sino en agradecer las que tienes, incrementarlas, trabajar en las que no tienes, y usarlas bien. En una palabra: la parábola de los talentos.

    Una pregunta: ¿Por qué llamamos apostolado a toda acción “eclesial” desde colocar las sillas a predicar? La pregunta no pretende quitar valor a los actos auxiliares de colaboración; son necesarios y algunos hasta imprescindibles pero parece como si nos hubiésemos empeñado en “repartir el poder”, que “todo el mundo se sienta importante” y no lo entiendo. Cuidar que no se entrara por una de las varias puertas del templo no considero que fuera apostolado por mi parte, sino un acto de colaboración en el mantenimiento del orden que, aunque desagradable, me posibilitaba mantenerme al margen de “ciertas tontunas” del interior.

    En oración ¡Qué Dios les bendiga!

    ResponderEliminar
  6. Es verdad que el sentirte incapaz ante el apostolado - ante un apostolado concreto que se te pide - viene del espíritu de soberbia, del orgullo, del temor a hacer el ridículo ... porque ponemos el centro en nosotros mismos . Pero también muchas veces es que te das cuenta de que eres realmente incapaz , pero aún en este caso ,con el estudio, la oración y la acción de la Gracia , te das cuenta de que es verdad que el otro a través de nosotros puede verle a El . Y es una experiencia sobrecogedora.

    Un abrazo a todos

    Maria M.

    ResponderEliminar
  7. Me da por pensar que uno puede estar evangelizando sin ser consciente, y aún sin pretenderlo. Y eso también es una experiencia sobrecogedora. Sobre todo, cuando andando el tiempo alguien hace un comentario, o te llega alguna noticia de la transcendencia que ha tenido un gesto tuyo, que para alguien ha tenido una relevancia determinante. Y sin embargo, tu lo has hecho como algo natural y sin pensarlo. DIOS actúa por caminos insospechados. Las vías del CREADOR no son abarcables por la criatura. Alabado sea DIOS.
    Sigo rezando. DIOS les guarde.

    ResponderEliminar