lunes, 9 de julio de 2012

¿Ya es hora, no? ¿Políticos católicos?

Enredados en mil cosas de puertas adentro, pensando que, con que vayan muchos, por ejemplo, a una procesión, tenemos un pueblo católico, hemos descuidado la dimensión social del catolicismo, que es innata. Solamente nos hemos interesado de lo que ocurre bajo el campanario y de puertas afuera hemos dejado que otros nos impongan su tolerante intolerancia. La voz de la Iglesia queda riculizada o silenciada, según los casos. Pero, y tendremos que lamentarlo aún más, no hemos ido capacitando al laicado para asumir sus funciones sociales y políticas en el mundo sino que hemos detenido los procesos formativos en la primera comunión sin ser capaces de dar algo más. Esto ha provocado, por ende, una mentalidad: la de que no era necesaria tanta formación y que la catequesis es algo exclusivamene para los niños; por eso, ahora, cuando hay iniciativas serias en algunas diócesis para adultos, éstos son una minoría y las parroquias no llegan o no pueden asumir un reto de capacitación del laicado.


Todo esto se presenta como una maraña difícil de desenredar para luego poder hilar fino.

¡Pero no podemos abdicar de nuestra responsabilidad! ¡Ni podemos renunciar a la más noble y elevada aportación católica a la vida social, pública y politica!

La situación de constante crisis en la que vivimos no es, ni mucho menos, una crisis económica, más o menos internacional, más o menos global (como modernamente se llama); es una crisis de la propia civilización, es una crisis de humanidad, de déficit de lo humano y de idolatría de aquello que va destruyendo a la larga (movidos por el relativismo y el nihilismo):

"Bien mirado, el problema no es solamente económico, sino sobre todo cultural y se manifiesta en particular en la crisis demográfica, en la dificultad de valorar plenamente el rol de las mujeres, en la dificultad de tantos adultos de concebirse y ponerse como educadores. Con mayor razón, es necesario reconocer y sostener con fuerza y con los hechos la insustituible función social de la familia, corazón de la vida afectiva y relacional, además de lugar en el que mejor que ningún otro se asegura la ayuda, cuidado, solidaridad, capacidad de transmisión del patrimonio de valores a las nuevas generaciones. Es por ello necesario que todos los sujetos institucionales y sociales se comprometan a asegurar a la familia medidas eficaces de apoyo, dotándola de recursos adecuados y permitiendo una justa conciliación con los tiempos del trabajo.
No falta ciertamente a los católicos la conciencia del hecho de que tales expectativas deben ponerse hoy dentro de las complejas y delicadas transformaciones que interesan a toda la humanidad. Como escribí en la Encíclica Caritas in veritate, “El riesgo de nuestro tiempo es que la interdependencia de hecho entre los hombres y los pueblos no se corresponda con la interacción ética de la conciencia y el intelecto” (n. 9). Esto exige “una clara visión de todos los aspectos económicos, sociales, culturales y espirituales” (ibidem, n. 31) del desarrollo.

Afrontar los problemas actuales, tutelando al mismo tiempo la vida humana desde su concepción hasta su fin natural, defendiendo la dignidad de la persona, salvaguardando el medio ambiente y promoviendo la paz, no es tarea fácil, pero tampoco imposible, si permanece firme la confianza en las capacidades del hombre, se engrandece el concepto de razón y de su uso, y cada uno se asume sus propias responsabilidades. Sería, de hecho, ilusorio delegar la búsqueda de soluciones sólo a las autoridades públicas: los sujetos políticos, el mundo de la empresa, las organizaciones sindicales, los operadores sociales y todos los ciudadanos en cuanto individuos y de forma asociada, están llamados a madurar una fuerte capacidad de análisis, de amplitud de miras y de participación (Benedicto XVI, Mensaje a la Semana Social Italiana, 12-octubre-2010).

Las instituciones sociales, entre ellas la familia, y las personas concretas que son las que integran los sistemas y los elementos de la vida social deben dar una respuesta:
  • confianza en las capacidades del hombre
  • uso recto de la razón (nunca una razón débil que renuncie a la Verdad)
  • asumir las propias responsabilidades
  • y esto para: resolver los problemas actuales, tutelar la vida humana desde su concepción hasta su muerte natural, proteger el medio ambiente y salvaguardar la paz.
Quienes pueden ejercer una influencia real serían los políticos católicos: católicos de firme fe y piedad sencilla que, buscando el Bien común y movidos por su fe, como llamada del Señor, se entreguen a la vida política. ¡Una nueva generación de políticos católicos como los hubo en Europa!, algunos en proceso de beatificación (La Pira, Schumann, De Gasperi...)

Moverse según una perspectiva de responsabilidad comporta la disponibilidad de salir de la búsqueda del propio interés exclusivo, para perseguir juntos el bien del país y de toda la familia humana. La Iglesia, cuando recuerda el horizonte del bien común – categoría fundamental de su doctrina social – pretende referirse al “bien de ese nosotros todos”, que “no se busca por sí mismo, sino para las personas que forman parte de la comunidad social y que solo en ella pueden real y más eficazmente conseguir su bien” (ibidem, n. 7). En otras palabras, el bien común es lo que construye y califica a la ciudad de los hombres, el criterio fundamental de la vida social y política, el fin del actuar humano y del progreso; es “exigencia de justicia y de caridad” (ibidem), promoción del respeto de los derechos de los individuos y de los pueblos, además de relaciones caracterizadas por la lógica del don. Este encuentra en los valores del cristianismo el “elemento no solo útil, sino indispensable para la construcción de una buena sociedad y de un verdadero desarrollo humano integral” (ibidem, n. 4).
Por esta razón renuevo el llamamiento para que surja una nueva generación de católicos, personas interiormente renovadas que se comprometan en la actividad política sin complejos de inferioridad. Esta presencia, ciertamente, no se improvisa; es, más bien, el objetivo al que debe tender un camino de formación intelectual y moral que, partiendo de las grandes verdades en torno a Dios, al hombre y al mundo, ofrezca criterios de juicio y principios éticos para interpretar el bien de todos y de cada uno. Para la Iglesia en Italia, que oportunamente ha asumido el desafío educativo como prioritario en la presente década, se trata de empeñarse en la formación de conciencias cristianas maduras, es decir, ajenas al egoísmo, a la codicia de los bienes y al ansia de carrera y, en cambio, coherentes con la fe profesada, conocedoras de las dinámicas culturales y sociales de este tiempo y capaces de asumir responsabilidades públicas con competencia profesional y espíritu de servicio. El compromiso socio político, con los recursos espirituales y las actitudes que requiere, es una vocación alta, a la que la Iglesia invita a responder con humildad y determinación (Benedicto XVI, id.).

Por tanto:
-necesidad de políticos católicos, sin ocultar ni renunciar a sus principios católicos,

-la oferta de una formación sólida al laicado que es el que debe transformar el mundo impregnándolo de espíritu evangélico y ordenando las realidades temporales según Dios,

-y una conciencia clara en todos de que el lugar de la Iglesia, por medio del laicado, es lo social y no meramente lo devocional-sentimental-piadoso.


11 comentarios:

  1. Me ha dado vd hoy una alegría. Falta me hacía después de un denso fin de semana trabajando en un informe “urgentísimo”, que sé de antemano no va a gustar, ya se sabe…; hablaba vd en otra entrada que duele, cuando los que no deberían hacerlo, te tiran piedras. Hoy soy la que le pide su oración, no para que se guarden las piedras, sino para que yo no me enfade porque, cuando me enfado, la primera que se asusta de sí misma, soy yo; uno de mis hijos me dijo una vez: mamá tus miradas pueden matar ¡críe vd insectos para esto! Je je

    Hace unos días oía yo vía internet a una mujer argentina que, analizando la situación política de su país en especial respecto a la aprobación de determinadas leyes, se refería a esos políticos que, cuando se va a producir la votación de una ley que vulnera su conciencia, se ausentan para ir al lavabo porque su conciencia y los criterios de su partido no coinciden (¿les suenan “escaqueos” parecidos?); la risa me ganaba en expresión de mis amigos de América de Sur que tanto me gusta.

    ¿Será que el último político con mayúsculas fue Pericles? A cuanta gente se le llena la boca al pronunciar la palabra democracia sin informarse ni querer percibir las extremas deficiencias del sistema y sus entresijos; parece que es suficiente con adorar a un nuevo baal protector de la fecundidad (bienestar).

    La fe de la Iglesia no es universal sólo por comprender a toda la Tierra, a toda la humanidad (y a los marcianos si existieran), sino también a todas las dimensiones de la vida de todo hombre; así nos lo enseñó el Maestro y así nos lo enseña la Iglesia; ni fe de los pobres, ni fe de los poderosos, ni la fe que quiere fulanito o menganito… sino fe que pide un corazón indiviso.

    Lo que es cierto, ya lo apunté siguiendo el hilo de otro comentarista, es que hoy el sistema dificulta hasta convertir en imposible la participación del católico en la política pues si no acatas las consignas del partido, bien te marchas o bien te echan y esto hasta extremos ridículos. Yo soy de las convencidas de que en la Iglesia tenemos que plantearnos seriamente esta situación que se produce a escala mundial; es necesario un planteamiento serio porque nos jugamos la trasmisión de esa fe a la que me refería y es obligación nuestra buscar soluciones, alternativas.

    Que se acabe el pecado ¡Mira que es desdecirte dejar tanta hermosura en tanta guerra! Que el hombre no te obligue, Señor, a arrepentirte de haberle dado un día las llaves de la tierra. Amén

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    1. Veo que hoy tiene humor e ironía en su comentario. Yo también: lo veo tan largo... que luego recuerdo cuando vd. afirma su "nula tendencia grupal", casi "cartujana". No me la imagino tan calladita (jejejej).

      La encomendaré ya que sus miradas matan y pobres insectos suyos!!!

      Me parece grave lo que todos conocemos y vd. describe: la disciplina de partido por encima de la propia conciencia y, para abstenerse, ir al lavabo o ausentarse por no-sé-qué. Eso al igual que esconder las propias convicciones católicas en el seno del partido en asuntos fundamentales.

      Me da pena que incluso entre los católicos, lo único que preocupa y que parece urgente es el arreglo a la crisis económica. Los ciclos económicos son lo que son, pero crisis tan agudas reflejan y nadie lo quiere reconocer, una crisis mayor: crisis moral, crisis cultural, crisis de humanidad.

      Pero hasta los propios políticos católicos se centran exclusivamente en la economía: no se atreven a más, o piensan, como hijos del liberalismo filosófico y económico, que una buena y floreciente economía es la solución para todo.

      Nos queda la moral familiar, el aborto y la eutanasia, la educación, la corresponsabilidad, el esfuerzo y el mérito (no el igualitarismo rebajando), etc.

      ¡Necesitamos políticos católicos!, cuyo catolicismo se haya encarnado plenamente en todo su ser, y no sea una mera tarjeta identificativa ante cierto electorado. ¡Que piensen como católicos!

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    2. El riesgo que se corre conmigo don Javier es alentarme a escribir, no a hablar; hablar me gusta poco y cada vez menos, excepto si se trata de la fe compartida, “muy, muy compartida”. Es una pena lo de la Cartuja, los insectos todavía me necesitan, y no crea que se dejan “matar”; es más peligrosa mi “mirada asesina” dirigida hacia aquellos de fuera de la colmena que pretenden manipularme para que diga que lo blanco es negro. En días como el de hoy y los que me esperan a corto plazo, recuerdo a “mi" fray Luis de León.

      ¡Qué descansada vida
      la del que huye del mundanal ruido
      y sigue la escondida
      senda, por donde han ido
      los pocos sabios que en mundo han sido!

      Buenas noches ¡Qué Dios les bendiga!

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  2. La misión del político católico en una sociedad laizante es complicada. Hay que ser consciente que cuando político católico llega a un puesto de relevancia se encuentra rodeado por personas que seguramente ni entiendan las dirección que marca, ni le ayuden a que se realice.

    Como se reconoce la objeción de conciencia, lo normal es que quienes tienes debajo tuya objeten poner su voluntad en un cambio real de la sociedad. Esto termina con un político que se desgasta y nada se mueve debajo suya.

    Un ejemplo puede ser un cambio de legislación en el apoyo de la familia a nivel nacional. Las autonomías puede hacerse las sordas y no cumplir nada más que lo que se gane en los tribunales.

    Nuestra sociedad está enferma y el cambio de políticos puede aliviar la presión laizante, pero no significa que se puedan dar pasos efectivos hacia la justicia y la honestidad.

    En este caso, somos más necesarios que nunca la totalidad los cristianos de buena voluntad que aman al Señor. Somos la levadura que fermenta la masa de la sociedad y que puede hacer que los políticos puedan cambiar algo de verdad.

    Eso sí, nos hacen falta cristianos comprometidos a todos los niveles. Desde el político de altas miras, hasta el conserje del centro de trabajo.

    Un abrazo D. Javier :)

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    1. Con su última frase apunta bien a lo general: la vocación política de todo bautizado, inserto en la comunidad de los hombres, y al que debe preocuparle el bien común. Es siempre algo más que votar cada 4 años... y luego quejarse.


      La política es un servicio al bien común -guiado por la recta razón- cuando alguien se entrega a ella. Lástima que su mal ejercicio haya desprestigiado algo que sería buenísimo.

      Puede ser que un político católico, en un momento dado, se encuentre solo y rodeado de incomprensión. Pero yo creo -y esto sí que es mera opinión- que lo que no se nota es que existan políticos católicos (o mejor, católicos de pura cepa dedicados a la vida política).

      Un gran abrazo!!!

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    2. Totalmente de acuerdo. No se nota que haya políticos católicos ¿por qué? Yo creo que la labor del político católico tiene mucho de construcción o de reconstrucción de la sociedad.

      Cuando un católico se mete en política se da cuenta que esa labor no la puede realizar por si mismo y que necesita de una fuerza social dispuesta a ayudarle.

      Lo triste es que esa fuerza social no existe o es mínima. Los compañeros políticos están por que todo siga tal como está (conservadores) o por destruir lo que va quedando en pié (Progresistas). Ambas son posturas pasivas que se venden muy bien al electorado y no conlleva implicación directa de la población.

      La tarea del enemigo siempre es más sencilla que la tarea de Dios. El enemigo utiliza nuestra desidia y comodidad. Dios requiere de nuestra voluntad unida a la Suya.

      Yo creo que esa es la razón de que haya pocos políticos católicos y entre ellos, a muy pocos se les nota en su acción política. Simplemente terminan quemados antes de acceder a un puesto de responsabilidad o en el primero de ellos que les asignan.

      Que Dios le bendiga D. Javier :)

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    3. ¡Cuánta razón tiene! El estado del político católico activo es de pura combustión.

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  3. Genial. Excelente.
    Estaba yo estos días pergeñando un artículo semejante. Creo que es muy necesario leer cosas así.

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    1. Gracias, aunque no creo que la catequesis sea excelente.

      Pienso que este tipo de catequesis -combinadas con otros temas variados de un blog que pretende ser formación de adultos- puede:

      a) reorientar a algún político católico que se asome por aquí a leer,

      b) orientarnos y reflexionar todos juntos sobre la política y su ejercicio desde la fe.

      Ojalá sirva.

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  4. Creo que es muy de agradecer que se escriba sobre todo esto, es más, creo que es urgentísimo. Si, la formación en este aspecto es URGENTE. Pero, ¿cómo ubicarse? La intoxicación de los medios en la que obispos, sacerdotes, religiosos, teologos se saltan a la torera el Magisterio de la Iglesia, como si lo que dijera Su Santidad fuera por completo irrelevante. Y son precisamente esos los que acaparan titulares. Ante eso, vemos, en general, una falta absoluta de contundencia de nuestros pastores fieles. Tal vez, la responsabilidad no sea totalmente del laico que no se quiere formar, aunque también la tenga.
    En fin, a veces me gustaría que los pastores fieles dejarán las cosas manifiestamente claras.

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  5. Coincido con el P. José María Iraburu, en que lo primero que hay que denunciar es el pelagianismo que rige la vida social de los católicos. Muchos creemos firmemente en que sólo Jesús es capaz de redimirnos del pecado original, pero a la vez pensamos que el hombre es capaz de construir el bien común por sí mismo, cómo si el pecado original y la redención no fueran también realidades sociales.
    Así es indispensable que los fieles reconozcan que la vida social y política también hace parte de su vida espiritual: Que la política hace parte de la "lucha espiritual" contra "el príncipe de este mundo". Es inevitable para todo católico que quiera hacer política, el abrazar la cruz como lo hicieron Santo Tomás Moro y Santa Juana de Arco, quienes me parecen mejores ejemplos d políticos católicos, que De Gasperi.

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