Aunque parezca que la liturgia es uniformidad, y que todo ha de ser igual en todo el orbe, la Tradición preservaba la unidad de la Iglesia pero enriquecida por la varidad de usos y costumbres de otros ritos o familias litúrgicas.
No era la creatividad salvaje propugnada por algunos hoy, sino costumbres litúrgicas extendidas en amplias regiones y que eran asimiladas por toda una zona, familia litúrgica, rito o patriarcado.
El propio San Basilio argumenta, en el tratado sobre "El Espíritu Santo", con las costumbres litúrgicas, propias de su región de Cesarea, frente a otras costumbres legítimas, aunque distintas, de otras familias o ritos.
Así, en tercer y último lugar, san
Basilio enriquece su argumentación recurriendo al valor de la Tradición que se expresa
igualmente en las tradiciones no escritas, de las cuales, muchas de ellas, se
refieren a la liturgia.
Le da así un valor normativo a la liturgia como cadena
de transmisión de la
Tradición entendida en sentido amplio. Razona su postura de
la siguiente forma:
“Si la mayor parte de la ceremonia
de los misterios, sin estar en las Escrituras, tienen derecho de ciudadanía
entre nosotros, admitamos también esa doxología, junto con otras muchas cosas.
Por mi parte creo que es apostólico
incluso el ser fieles a las tradiciones no escritas, pues dice: Y os alabo, porque en todo os acordáis de
mí, y retenéis mis tradiciones tal como yo os enseñé; y también: y retened las tradiciones que habéis
recibido, sea de palabra, sea por carta.
Una de esas tradiciones es también
la presente doxología. Los que la establecieron desde el principio y la
transmitieron a la posteridad, al prolongarse
su uso continuamente el tiempo, la enraizaron en las Iglesias, gracias a una
larga costumbre” (29, 71)[1].
La
Tradición que recibe san Basilio en forma de tradiciones no
escritas van adquiriendo un valor casi apostólico, porque enlazan con la más
primitiva tradición de la
Iglesia apostólica. Este Padre capadocio le concede a dichas
tradiciones un rango intocable y normativo:
“Entre
las doctrinas y proclamaciones conservadas en la Iglesia, unas las tenemos
de la enseñanza escrita, y otras las hemos recibido reservadamente,
transmitidas a nosotros por la tradición de los apóstoles: las dos tienen
precisamente la misma fuerza en orden a la piedad. Y nadie dirá lo contrario,
por lo menos nadie que tenga una mínima experiencia de las instituciones
eclesiástica.
Efectivamente, si intentásemos
apartar las costumbres no escritas pensando que no tienen gran fuerza, sin
darnos cuenta perjudicaríamos al Evangelio hasta en sus mismas partes vitales,
es más, cambiaríamos la proclamación en un mero nombre” (27, 66).
¿Cuáles son algunas de estas tradiciones no escritas y
que atañen a la liturgia? San Basilio enumera las siguientes en este tratado
(27, 66):
·
Signarse con la cruz
·
Oración hacia Oriente
·
Las palabras de la epíclesis
·
Bendición del agua bautismal y del myron
·
Unción al neófito
·
La renuncia a Satanás
·
Orar exclusivamente de pie en el domingo
·
La cincuentena pascual
·
Oración de rodillas como signo penitencial
·
La doxología trinitaria
Al enumerarlas las comenta,
unas con más extensión, otras más brevemente, explicando el significado
profundo, la importancia que poseen y su autoridad por vía de costumbre que
manifiestan una tradición no escrita a la que le otorga valor apostólico.
Sería
interesante, pero desbordaría la extensión de esta presentación, ver la
descripción de cada una de estas tradiciones o práctica litúrgicas y la
explicación teológico-litúrgica que ofrece. Pero para el autor estas
tradiciones no escritas, litúrgicas, son una fuente de autoridad que transmiten
la recta fe por lo que la liturgia es para san Basilio, también sus ritos,
costumbres, plegarias, expresión de la fe, canal y vehículo de la Tradición de la Católica.
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