martes, 26 de septiembre de 2017

Deseos sacerdotales de Pablo VI

El Beato Pablo VI, a punto de ser ordenado diácono en 1920 y, en breve, sacerdote, escribió una carta que es expansión de su corazón.




Posee la ternura de quien se acerca en breve al altar del Señor; tiene los rasgos de la conmoción y estupor ante un Misterio -Cristo y el sacerdocio- siempre mayores, siempre superiores, al pobre que es elegido por el Señor y recibe la imposición de manos.

Me parece esta carta una pieza antológica de los escritos íntimos del joven Giovanni Battista Montini.

¡Cuántos no habrán experimentado lo mismo! ¡Cuántos no habrán suplicado lo mismo al Señor los días previos a la ordenación sacerdotal!


Brescia, 6 de marzo de 1920

Queridísimo don Francesco:

Siento una viva alegría al saber que has querido compartir conmigo la alegría y la solemne inquietud de mi primera ordenación definitiva, porque, al compartirla, la alegría crece y la inquietud deja paso a ese sentimiento de confianza que es propio de la amistad en Cristo. 

 
Y además, continúa de tal modo la sensación de mi estrecha capacidad para comprender y contemplar los misterios, grabados en mi pobre espíritu por el Espíritu Santo, que temo extraviar la idea de su grandeza trascendente, si, a mi alrededor, la mirada y la voz de los buenos no me advierte la gracia que llevo conmigo. Percibo las vibraciones del Magnificat, que María me ha enseñado, con el Evangelio, a repetir desde el primer día en que experimenté los designios de Dios y comprendí que le alababa por la loca bondad que quería hacer un elegido de un débil. El Señor que me ha dado tan clara visión de mi nulidad, me dé también la visión de su fuerza, que me preserve de las astutas mentiras que germinan en nosotros, y sea su fuerza la que actúe. Pienso que ella es tal, que, por poco que cooperemos, arrastra del mundo al cielo lo que tocamos, casi a pesar nuestro, y a pesar de nuestra insuficiencia; pero ¡qué fatiga para entrar en contacto con nosotros mismos y con las almas de los hermanos! O mejor, ¡qué activo trabajo se requiere! Pero siempre, ¡qué esperanza lo sostiene! No sé cómo me será dado todavía negociar con mi talento, pero si algún día ves que confundo y enmascaro la debilidad física con la pereza elegante del crítico inerte y parásito en la Casa del Señor, por caridad de hermano, enriquéceme con la llama que anima tu apostolado, por compasión a un ciego que se haría guía de ciegos, y recuérdame lo que sé olvidar más que nadie, casi por predisposición física:  el deber de multiplicar energías y esperanzas para la gloria de Dios. Sé que no son en vano estas palabras. Y sea ésa la oración que me ayudarás a hacer el próximo domingo, que me marcará como hermano de Esteban y de Lorenzo, y pondrá en mis manos el Pan que llevar a los hambrientos y el Evangelio que predicar a una sociedad que lo ha inventado y descubierto todo menos el Evangelio.

Te encomiendo también a mi padre, que está cansado y muy triste.

¿Cuándo te veré? Mira que se desean noticias exactas tuyas. Las nuestras son buenas.

In osculo sancto

G. BATTISTA MONTINI




Sea éste el homenaje filial en el día de su memoria libre -26 de septiembre- y sea éste el deseo de vivir así sacerdotalmente... sin ser un crítico inerte y parásito, sino un ministro humilde y sencillo de la Verdad en la predicación y en la liturgia santificadora.

1 comentario:

  1. Conmueve el corazón.

    "... loca bondad que quería hacer un elegido de un débil..."

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