martes, 12 de abril de 2016

El rito de la paz en la Misa (I)

Es característica esencial y propia del rito romano que la paz se intercambia después del Padrenuestro y -antes de la Fracción del Pan, según lo determinó en el siglo VI san Gregorio Magno: no es ningún modernismo litúrgico...


Desde entonces hasta hoy es uno de los rasgos propios del rito romano -como lo es también, por ejemplo, arrodillarse en la consagración y que las especies se muestren para la adoración después de la consagración-.

El Sínodo sobre la Eucaristía, en el pontificado de Benedicto XVI, sugirió desplazar el rito de la paz romano para anteponerlo al Ofertorio, en vistas, sobre todo, a no perturbar el ritmo de recogimiento antes de la comunión, dados los múltiples abusos de este rito que se ha visto desbordado por efusividad y movimientos.

Benedicto XVI recogió esta sugerencia en la exhortación Sacramentum Caritatis:

"La Eucaristía es por su naturaleza sacramento de paz. Esta dimensión del Misterio eucarístico se expresa en la celebración litúrgica de manera específica con el rito de la paz. Se trata indudablemente de un signo de gran valor (cf. Jn 14,27). En nuestro tiempo, tan lleno de conflictos, este gesto adquiere, también desde el punto de vista de la sensibilidad común, un relieve especial, ya que la Iglesia siente cada vez más como tarea propia pedir a Dios el don de la paz y la unidad para sí misma y para toda la familia humana. La paz es ciertamente un anhelo indeleble en el corazón de cada uno. La Iglesia se hace portavoz de la petición de paz y reconciliación que surge del alma de toda persona de buena voluntad, dirigiéndola a Aquel que « es nuestra paz » (Ef 2,14), y que puede pacificar a los pueblos y personas aun cuando fracasen las iniciativas humanas. Por ello se comprende la intensidad con que se vive frecuentemente el rito de la paz en la celebración litúrgica. A este propósito, sin embargo, durante el Sínodo de los Obispos se ha visto la conveniencia de moderar este gesto, que puede adquirir expresiones exageradas, provocando cierta confusión en la asamblea precisamente antes de la Comunión. Sería bueno recordar que el alto valor del gesto no queda mermado por la sobriedad necesaria para mantener un clima adecuado a la celebración, limitando por ejemplo el intercambio de la paz a los más cercanos" (n. 49).


Y en nota a pie de página, n. 53, escribió:

"Teniendo en cuenta costumbres antiguas y venerables, así como los deseos manifestados por los Padres sinodales, he pedido a los Dicasterios competentes que estudien la posibilidad de colocar el rito de la paz en otro momento, por ejemplo, antes de la presentación de las ofrendas en el altar. Por lo demás, dicha opción recordaría de manera significativa la amonestación del Señor sobre la necesidad de reconciliarse antes de presentar cualquier ofrenda a Dios (cf. Mt 5,23 s.): cf. Propositio 23".

 Han pasado los años, se consultó a los Obispos, y la Cong. para el Culto Divino ha emitido una carta explicando el sentido de este rito de la paz, manteniéndolo en el lugar propio del rito romano -después del Padrenuestro- y recordando elementos muy básicos para su conveniente realización que se han ido olvidando.

Dice esta Carta (con fecha 8 de junio de 2014):


1. «La paz os dejo, mi paz os doy» [1], son las palabras con las que Jesús promete a sus discípulos reunidos en el cenáculo, antes de afrontar la pasión, el don de la paz, para infundirles la gozosa certeza de su presencia permanente. Después de su resurrección, el Señor lleva a cabo su promesa presentándose en medio de ellos, en el lugar donde se encontraban por temor a los judíos, diciendo: «¡Paz a vosotros!» [2]. La paz, fruto de la Redención que Cristo ha traído al mundo con su muerte y resurrección, es el don que el Resucitado sigue ofreciendo hoy a su Iglesia, reunida para la celebración Eucarística, de modo que pueda testimoniarla en la vida de cada día.
 

2. En la tradición litúrgica romana el signo de la paz, colocado antes de la Comunión, tiene un significado teológico propio. Éste encuentra su punto de referencia en la contemplación eucarística del misterio pascual -diversamente a como hacen otras familias litúrgicas que se inspiran en el pasaje evangélico de Mateo (cf. Mt 5, 23)- presentándose así como el “beso pascual” de Cristo resucitado presente en el altar [3]. Los ritos que preparan a la comunión constituyen un conjunto bien articulado dentro del cual cada elemento tiene su propio significado y contribuye al sentido del conjunto de la secuencia ritual, que conduce a la participación sacramental en el misterio celebrado. El signo de la paz, por tanto, se encuentra entre el Pater noster -al cual se une mediante el embolismo que prepara al gesto de la paz- y la fracción del pan -durante la cual se implora al Cordero de Dios que nos dé su paz-. Con este gesto, que «significa la paz, la comunión y la caridad» [4], la Iglesia «implora la paz y la unidad para sí misma y para toda la familia humana, y los fieles se expresan la comunión eclesial y la mutua caridad, antes de la comunión sacramental» [5], es decir, la comunión en el Cuerpo de Cristo Señor.

7 comentarios:

  1. El problema son los excesos y que no haya autoridad que los corrija. Los considero un problema porque indican que los que los cometen no han entendido el rito y perturban con ellos el recogimiento propio del momento
    (hay mociones que sobran y otras que hacen mucha falta para educar en la liturgia). Como decía alguien, no sé si en en este blog, el perjudicado es el Agnus Dei.

    Purifícanos con tu verdad y encamina nuestros pasos por las sendas de la santidad,para que hagamos siempre el bien según tu agrado (de las Preces de Laudes).

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  2. Julia María:

    Hace tiempo que ni le discuto ni disiento cuando escribe, pero hoy he visto algo y recuperamos así la costumbre, la buena costumbre (jejeje).

    No es que se perjudique el Agnus Dei.

    Veamos. La rúbrica de la IGMR, en la tercera edición, deja muy claro que no se entona el Agnus Dei hasta que ha terminado el rito de la paz (que siempre ha de ser breve, evidentemente). Un poco de paciencia por parte del sacerdote y del coro, y arreglado!!

    Pero además, más que el Agnus Dei, lo importante es la Fracción del Pan consagrado que se acompaña del canto del Agnus Dei. La perspectiva es a la inversa.

    Un gran abrazo y saludos a toda la colmena (muda desde hace meses).

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    1. Tiene razón en la corrección sobre la Fracción del Pan.

      Entre "bromas y veras": ¿yo también tengo que tener paciencia?

      Y ahora en serio: lo que me preocupa es que no parece que se esté dando la paz de Jesús.

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    2. Julia María:

      Sabe que, en el fondo, estamos de acuerdo. Y por más que se explique, no parece la paz de Jesús, sino el momento lúdico-afectivo de la Misa. Me horroriza cómo se ha vulgarizado.

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    1. Nadie dice que sea un gesto o rito sin afecto; lo que sí -siguiendo toda la Tradición- es que es moderado, y no se trata de abrazar y besar a toda la fila del banco donde uno esté, el banco de delante y también el de detrás. Sino sobriamente a los más cercanos, a los que estén al lado.

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