sábado, 8 de agosto de 2015

Santo Domingo, orante

La oración en Santo Domingo de Guzmán tiene sus propias peculiaridades, sus matices. La oración lejos de ser un camino rígido, uniforme, del mismo modo y método para todos, es un camino que Dios prepara para cada uno y por el cual el Espíritu Santo va conduciendo.


El corazón de Santo Domingo es un corazón lleno de misericordia y compasión, y el celo por el Evangelio le consume incluso en su oración personal. Su oración es apostólica. Los testigos declaran en el proceso de canonización los gemidos que en la oración de Domingo se oyen: "¡Señor, compadécete de tu pueblo! ¿Qué va a ser de los pecadores?"

Esa era su preocupación. Ve las almas perdidas, enrededas en la superstición, la ignorancia y la herejía. Ve las almas que han abandonado la Iglesia, la Católica, y han encontrado un refugio en las sectas cátaras y valdenses a las que ven exteriormente como más fieles al Evangelio, más radicales, más perfectas.

¿Qué será de estas almas? Esa inquietud consume la oración nocturna de Santo Domingo; su celo apostólico le lleva a interceder constantemente ante el Señor. Le duele, le preocupa: es la oración de un verdadero apóstol.

Las noches las suele pasar en oración. Apenas duerme, y lo poco que duerme, lo hace en el suelo dejando siempre el lecho, para mortificación. Pronto interrumpe el sueño como muchos testigos pudieron comprobar. Oraba de pie o postrado en el suelo, implorando a Dios. Necesitaba de la oración, con contenido apostólico, más allá de los ratos prescritos de oración o del Oficio divino. 

La noche era un tiempo privilegiado para orar tranquilamente: era su momento especial y queridísimo para encontrarse con Dios e interceder por los demás. El abad de Bulbona (en el proceso) declaraba así: "El pensamiento de los pecado ajenos le crucificaba tan dolorosamente que se le podía aplicar la palabra del Apóstol: ¿Quién enferma sin que yo no enferme?".

Por las noches se le oye gemir profundamente, dicen los testigos. Otros testigos le oyen clamar la frase ya conocida: "¡Señor, ten compasión de tu pueblo! ¿Qué va a ser de los pobres pecadores?" Noches enteras las pasaba así, gimiendo, llorando por los pecados de los hombres, intercediendo por las almas.

La oración mantiene a Santo Domingo en contacto permanente con el Señor, en una continua y amorosísima unión con Él. Las largas caminatas descalzos para ir a predicar de un sitio a otro eran momentos para vivir con Dios y orar de modo distinto: en situaciones de peligro en los caminos, canta sus himnos preferidos, el "Ave maris stella" o el "Veni creator". 

Ya no es la estabilidad en Palencia o en su Cabildo de Osma, ya, ahora, son los caminos los que absorben muchas jornadas de caminatas. Desde temprano, al iniciar el camino, guarda silencio y "piensa en el Salvador", se dice en el proceso de canonización. Camina recogido, con los ojos bajos, deseando cultivar su intimidad con el Señor. En ocasiones se queda rezagado... y cuando sus compañeros se dan cuenta y desandan un trecho lo ven absorto, de rodillas, en el camino. Si llega a una abadía, y los monjes están salmodiando en el coro, allá se dirige directamente. En el camino también se aprovecha para recitar las distintas horas litúrgicas e interrumpe la caminata al llegar a una iglesia, especialmente si contiene reliquias de los santos.

Su oración sosegada es momento de contemplación y de unión con Dios. En la oración, Dios, en ocasiones, le revela muchas cosas e incluso predice el porvenir, como afirma el beato Jordán en su relato biográfico (n. 46). Después de la oración, su rostro tiene otra luz distinta, transparentando los sentimientos íntimos y pacíficos de su corazón. En la misa, se conmueve hastas las lágrimas, así como al rezar el Padrenuestro y los salmos de la Liturgia de las Horas. 

El recogimiento de la oración mental le mantiene siempre en paz y comunica y difunde esa paz a quienes tratan con él y a quienes le oyen predicar. 

Esta es la oración de Santo Domingo, a rasgos generales, para descubrirnos que sólo un gran contemplativo -estudioso de la teología- podía ser tan buen y grande predicador que llevase las almas a Dios. Sólo un contemplativo, con tal abundancia de vida íntima con Dios, podía siempre hablar a Dios de los hombres, y hablarles a los hombres de Dios.

2 comentarios:

  1. Hablar con Dios o de Dios era su programa de vida.

    Lleva en el corazón la ley de su Dios (del responsorio breve de Laudes)

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  2. Es un santo al que quiero mucho y con el que me identifico en sus líneas generales.

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