miércoles, 14 de diciembre de 2011

San Juan de la Cruz: ¿budista?, ¿maestro zen?

Durante años hubo una corriente, con cierta fuerza y divulgación, que intentó buscar una "mística de la trascendencia", como superación de sí mismo, equilibrio, aniquilación de los deseos. Esta "mística de la trascendencia", negativa, aunaba corrientes y personas distintas entre sí con la pauta y la admiración de la espiritualidad oriental (budismo, zen, etc.) y de nuestros místicos (Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, etc.).


Parecía que todos buscaban lo mismo: desde su propia naturaleza, desde los recursos de la naturaleza humana, llegar a una trascendencia difusa, con sereno equilibrio y dominio de sí mismo, una pacificación interna. Sin embargo esto supone desconocer realmente qué es la mística, qué camino ofrece cada tradición espiritual, qué dice concretamente san Juan de la Cruz.

Era la voluntad del sincretismo buscando una alternativa, un camino válido para todos, negando la Verdad para llegar a una mezcla complaciente. La trascendencia no era el Trascendente (Dios en Cristo); la aniquilación del deseo no es la purificación de los deseos (tan cristiana), ni la "nada" de san Juan de la Cruz era el vacío y comunión con el cosmos, sino el método para llegar al Todo, que es Dios en Cristo. Sí, siempre Dios en Cristo. 

La "nada" oriental, tan buscada por los distintos métodos de meditación (y relajación) tiene que ver más con el nihilismo -no hay nada, no existe nada- más que con el vacío para ser llenado por la Gracia. La trascendencia es un sentido del ser creado que apunta y remite a un Trascendente, Dios, que es personal, es Persona, y no simplemente un sentido interior de superación de los límites de espacio y tiempo. De aniquilarse para fundirse en armonía con el cosmos, en la visión 'metafísica' oriental, pasamos en cristiano a la plenitud sobrenatural por gracia del hombre para unirse al Señor: estos son los procesos que describe san Juan de la Cruz en sus obras.

Querer asimilar a san Juan de la Cruz con todo esto es, sin más, no querer entenderlo.

¿Qué inspira a san Juan de la Cruz, qué busca? La comunión de amor con Cristo, a quien constantemente llama "Amado". La trascendencia entonces es una comunión personal con Cristo Amado, una relación personal. "¿Adónde te escondiste, amado...?", "amado con amada, amada en el Amado transformada", "mi Amado las ínsulas extrañas... la música callada, la soledad sonora... la cena que recrea y enamora".

Los deseos, el mundo afectivo, y la concupiscencia propia del alma que le arrastra a lo sensual, a lo carnal, al pecado, han de ser purificados; pero aquí no hay un aniquilación del deseo, sino una purificación, de manera que el alma sólo busque a Cristo, sólo desee a Cristo. Dios mismo va purificando el alma por noches activas y sobre todo pasivas del sentido y del espíritu. Hay, no una destrucción del mundo afectivo, sino una reordenación profunda para amar al Amado.

San Juan de la Cruz desconoce esa "meditación trascendental", vacía, de las espiritualidades orientales; lo que san Juan de la Cruz conoce, practica, recomienda, es ahondar en la persona misma de Cristo en el ejercicio de la meditación y de la contemplación:

"Tanto, que, por más misterios y maravillas que han descubierto los santos doctores y entendido las santas almas en este estado de vida, les quedó todo lo más por decir y aun por entender, y así hay que ahondar en Cristo, porque es como una abundante mina con muchos senos de tesoros, que, por más que ahonden, nunca les hallan fin ni término, antes van hallando en cada seno nuevas venas de nuevas riquezas acá y allá.

Que, por eso, dijo san Pablo del mismo Cristo, diciendo: "En Cristo moran todos los tesoros y sabiduría escondidos". En los cuales el alma no puede entrar ni llegar a ellos si, como habemos dicho, no pasa primero por la estructura del padecer interior y exterior a la divina Sabiduría. Porque, aun a lo que en esta vida se puede alcanzar de estos misterios de Cristo, no se puede llegar sin haber padecido mucho y recibido muchas mercedes intelectuales y sensitivas de Dios y habiendo precedido mucho ejercicio espiritual, porque todas estas mercedes son más bajas que la sabiduría de los misterios de Cristo, porque todas son como disposiciones para venir a ella" (CB 36).

El silencio de las potencias ya no es el oriental "vacío" para unirse con el Todo, sino el silencio que permite escuchar la Palabra, recibirla, ser modelado por ella, responder con fe:

"Una Palabra habló el Padre, que fue su Hijo, y ésta habla en eterno silencio, y en silencio ha de ser oída del alma" (AV 2,21).

"Porque en darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra, y no tiene más que hablar; porque lo que hablaba antes en partes a los profetas ya lo ha hablado en el todo, dándonos al Todo, que es su Hijo. Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión o revelación, no sólo haría una necedad, sino haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer otra alguna cosa o novedad" (2S 22,3s).

Sin ningún sentido panteísta -todo es Dios, Dios está como metido entre la naturaleza-, la naturaleza es creada, remite a Dios, y toda ella, hermosa, apunta al Verbo encarnado que "vestidos los dejó con su hermosura":

"Según dice san Pablo, el Hijo de Dios es "resplandor de su gloria y figura de su sustancia". Es, pues, de saber que con sola esta figura de su Hijo miró Dios todas las cosas, que fue darles el ser natural, comunicándolescomunicándoles el ser sobrenatural; lo cual fue cuando se hizo hombre, ensalzándole en hermosura de Dios, y, por consiguiente, a todas las criaturas en Él, por haberse unido con la naturaleza todas ellas en el hombre. Por lo cual dijo el mismo Hijo de Dios: "Si yo fuere ensalzado de la tierra, levantaré a mí todas las cosas". Y así, en este levantamiento de la Encarnación de su Hijo y de la gloria de su resurrección según la carne, no solamente hermoseó el Padre las criaturas en parte, más podremos decir que del todo las dejó vestidas de hermosura y dignidad" (CB 5, 4).

Ya no es la persona la que se pone al servicio del "orden cósmico" o de la "armonía universal", sino el enseñoreamiento respetuoso de toda la creación:

"No me quitarás, Dios mío, lo que una vez me diste en tu único Hijo, Jesucristo, en que me diste todo lo que quiero.
Míos son los cielos y mía es la tierra;
mías son las gentes;
los justos son míos y míos los pecadores;
los ángeles son míos;
y la Madre de Dios;
y todas las cosas son mías" (Oración del alma enamorada).

Éste es san Juan de la Cruz, un docto maestro cristiano, enamorado de Cristo y que plantea el recorrido del verdadero enamoramiento y amor al Señor para quien se decida a recorrerlo.

Nos vendrá bien a todos leer a san Juan de la Cruz, comenzando por el Cántico espiritual, para crecer y avanzar teniendo nuevos horizontes y así, de paso, rechazar todas esas falsas místicas, incompatibles con la Verdad y con Cristo, que pretenden incluir a san Juan de la Cruz entre los suyos desfigurándolo, naturalmente.



17 comentarios:

  1. Buenos días. Gracias por traer a esta catequesis a "mi santo de cabecera" hoy, el día en que celebramos su vida; ls obras de este gran amigo han ido acompañandome durante mi vida hasta conocerlas casi de memoria.

    ¡Qué Dios les bendiga!

    ResponderEliminar
  2. D.Javier precioso comentario sobre nuestro querido Santo y místico San Juan de la Cruz desde hace tiempo leo sus libros, según pasa el tiempo voy descubriendo lo que no entendía y ya voy entendiendo; sigo sus escritos junto a los de Santa Teresa donde encuentro ayuda para seguir camino ; aunque tantas veces he de pediros ayuda a vosotros sacerdotes para seguir o para no quedarme quieta en el , camino para dejar todo lo de aquí que mas pueda y sea estorbo para la entrega purificada lo mas pura posible , de amor adoración a Dios Gracias un saludo afectuoso Maria

    ResponderEliminar
  3. Buenos días don Javier. Agarran a nuestro Juanico y lo arrastran para acabar concluyendo con lo realmente buscan igualar a Buda y Mahoma con Jesús,enrase a lo niu-agg! pero todos sabemos que hay uno que es más que Salomón.Me encantó la entrada donde se nota su admiración y amor hacia san Juan.Un abrazo.

    ResponderEliminar
  4. Julia María:

    ¿Su santo de cabecera? ¡Qué alegría me da! O sea, coincidimos con san Agustín, con san Juan de la cruz... ¡qué bien!

    Realmente es un maestro y pienso que hay que conocerlo. Nuestra Tradición eclesial es riquísima y sigue alimentando generaciones y enriqueciéndose. Vayamos siempre a lo que tiene solera y no a las veleidades de las editorias y la publicidad. Y no quiero decir autores concretos para ser prudentes, pero ¡qué buen marketing para tan poco alimento!

    ResponderEliminar
  5. María:

    los sacerdotes hemos de ser, ante todo, padre de almas y maestros de oración; por tanto, las dudas que tenga, está bien que la resuelva algún sacerdote. A veces lo específico del ministerio se pierde con tanto aparato externo como nos montamos para parecer muy activos y ocupados, y lo fundamental no lo entendemos.

    Santa Teresa y san Juan son muy diferentes entre sí y en su enseñanza; muestran formas y vías distintas de acceso a Cristo, los dos igualmente válidos. ¡Qué buenas lecturas!

    ResponderEliminar
  6. NIP:

    ¡Ay! a Juanico le han hecho de todo, según la perspectiva ideológica que lo haya querido analizar. Pero nuestro Juan de Yepes, luego fray Juan de Santo Matía y finalmente Juan de la Cruz, es, simplemente, un fraile carmelita enamorado de Cristo. Si esto no se entiende o no se quiere ver, su obra será literaria, filosófica, trascendental, cualquier cosa menos cristiana.

    Sí, sí que lo quiero mucho.

    ResponderEliminar
  7. Me parece que la tendencia a los sincretismos vacíos parte de un error importante. Quienes los plantean entienden la trascendencia desde una teodicea, en la que es el hombre quien accede a lo divino a través de una herramienta que es la mística.

    Mientras, el cristianismo entiende la trascendencia como teofanía. Es decir, la revelación parte de Dios y es Dios Quien nos hace herramientas a nosotros, lo que nos lleva a vivir la mística en nosotros mismos.

    Lo triste es que haya muchos cristianos y católicos que entienden a Dios de forma cuasi agnóstica y buscan a ese dios desconocido por sus propias fuerzas. Dios no hace falta buscarlo, está presente y "sólo" necesitamos dejarle que nos transforme. Ese "sólo· suena a poco, pero nada más lejos de la realidad.

    Que Dios le bendiga D. Javier. Un abrazo en el Señor a todos :)

    ResponderEliminar
  8. Mi primera exposicón seria la llamé "¿Adónde te escondiste, amado...?"sobre el "Cántico espiritual"

    ¡Qué entrada tan preciosa, D. Javier! Qué alegría tener a estos maestros de la espiritualidad católica tan enamorados de Cristo-Dios y amándolos tanto! Es un verdadero lujo que sean españoles, tanto él como santa Teresa.

    Feliz día a todos y un saludo muy especial a nuestro amigo Nip que me encanta "verlo".

    ResponderEliminar
  9. Efectivamente, estas desviaciones propias de una espiritualidad sin espíritu, en la que todo vale y que viva el buen rollo, tratan de apropiarse de santos que, como el doctor san Juan de la +, rebaten toda tontería con solo citar tres o cuatro párrafos de su excelsa obra, como tan bien haces aquí, Javier.
    En el fondo todo es una recurrencia a una antropología desviada, que busca confusamente en sitios equivocados.

    Un saludo.

    ResponderEliminar
  10. Este agudo post le ha salido redondo, así que bien poco podría añadir que no esté ya dicho por vd.

    Efectivamente, la vía negativa sanjuanista y sus siete nadas poco tienen que ver con el nihilismo budista ateo e inhumano, que invoca al demonio (que es el maestro de la nada) en cada inhlación/espiración (peligro observado por los propios monjes zen: los asaltos demoniacos durante la meditación eran un peligro estudiado por los propios budistas, por ejemplo Dogen)

    ResponderEliminar
  11. hay unas palabras del beato Juan Pablo II que enseñan y confirman lo que usted afirma en este post (Cruzando el umbral de la esperanza, c. 14):

    ""A veces se ha intentado establecer a este propósito una conexión con los místicos cristianos, sea con los del norte de Europa (Eckart, Taulero, Suso, Ruysbroeck), sea con los posteriores del área española (santa Teresa de Jesús, san Juan de la Cruz).

    ""Pero cuando san Juan de la Cruz, en su
    Subida del Monte Carmelo y en la Noche oscura, habla de la necesidad de purificación, de desprendimiento del mundo de los sentidos, no concibe un desprendimiento como fin en sí mismo: «[...] Para venir a lo que no gustas, / has de ir por donde no gustas. / Para venir a lo que no sabes, / has de ir por donde no sabes. / Para venir a lo que no posees, / has de ir por donde no posees. [...]» (Subida del Monte Carmelo, I,13,11).

    ""Estos textos clásicos de san Juan de la Cruz se interpretan a veces como una confirmación de los métodos ascéticos propios de Oriente. Pero el doctor de la Iglesia no propone solamente el desprendimiento del mundo.

    ""Propone el desprendimiento del mundo para unirse a lo que está fuera del mundo, y no se trata del nirvana, sino de un Dios personal. La unión con Él no se realiza solamente en la vía de la purificación, sino mediante el amor."

    ResponderEliminar
  12. Capuchino:

    ¿Su primera exposición con tal título? Sería deliciosa. ¿Tiene fotos?

    Para mí san Juan de la Cruz es maestro, sabiendo que esta palabra se la aplico a muy muy pocos.

    ResponderEliminar
  13. Miserere:

    ¡Ha dado usted en la diana, querido amigo! Yo no sabía explicarlo así, pero entiendo que ha acertado de lleno en su comentario sobre la trascendencia y la teodicea.

    Mil gracias.

    ¿Más sereno y tranquilo que los días pasados? Cuente con mi pobre apoyo y mi amistad. Un fortísimo abrazo (extensible a su esposa e hijos)

    ResponderEliminar
  14. Querido Álvaro:

    Felicidades por el nacimiento de tu tercer hijo.

    La antropología no es sólo la del alma que se une al cosmos, qué horror, sino la antropología cristiana avalada además por los datos de lo que en sí es razonable: personas con dos coprincipios, cuerpo y alma, y el deseo que tiende al Amor que es plenitud. Sólo en Dios, revelado en Cristo, el hombre llega a ser verdaderamente hombre, humano, sin destruirse, sino por gracia divinizarse.

    ResponderEliminar
  15. Alonso:

    gracias por su piropo merecido (je,je): la entrada salió "redonda".

    Le agradezco la aportación que nos ofrece con la cita de "Cruzando el umbral de la esperanza". Lo leí cuando salió y no he vuelto a él y sería imposible recordar las referencias a este punto sanjuanista.

    Está vd. más preparado que yo en la espiritualidad y filosofías orientales. ¿Sabe quién las estudió mucho? Efectivamente: ¡De Lubac! Hay un libro brevísimo suyo en ed. sígueme "Sobre el budismo" o "El budismo". Es el único en castellano aunque en sus obras completas -en Ed. du Cerf- hallamos varias más.

    Saludos cordialísimos (y no deje la conversación con Óscar sobre música: creo que todos podríamos aprender mucho).

    ResponderEliminar
  16. Siempre me gustó Juan porque era otro de esos misterios que no podia resolver. Luego comencé a conocer un poquito a Jesús y vi tan claro la forma de Juan de decir: Amado. Nuestro Amado.

    ResponderEliminar
  17. Pues si D. Javier, algo más descansado después de dos días de locos que, como todo, terminan por ayudarnos a aprender a sufrir y ofrecer el sufrimiento a Dios.

    Un abrazo de toda la familia :)

    ResponderEliminar