martes, 27 de diciembre de 2011

Apóstol, teológo y contemplativo: el método para nosotros

“Éste es Juan, que en la cena se recostó sobre el pecho del Señor: Dichoso el apóstol a quien fueron revelados los misterios celestiales. Bebió las aguas vivas del Evangelio de la misma fuente del pecho sagrado del Señor” (2º resp. Oficio Lecturas).
 

Es una maravillosa síntesis sobre el apóstol Juan, el teólogo y el contemplativo, el amigo del Señor “a quien tanto quería Jesús” y, para nosotros, un método hoy para ser apóstoles en el mundo y un método para hacer y pensar la teología.


a) Todo surgió del encuentro con Cristo (cf. Jn 1,29ss), en el cual Juan quedó fascinado, descubrió en Jesucristo aquello que ansiaba su corazón y, en su tierna juventud, se sintió conocido por Cristo y amado por Él. Su vida ya no podía entenderse sin esa referencia a Jesucristo. Lo amó, lo siguió, consagró a Cristo toda su vida. “Eran las cuatro de la tarde”. A partir de ese momento, Juan seguirá a Cristo, estará cerca de Él, compartirá los momentos de la redención, será testigo de la transfiguración, la cruz y su resurrección.

“No lo seguían como si ya le estuvieran adheridos, porque es manifiesto cuándo se le adhirieron porque los llamó de la barca… Y desde entonces se le adhirieron ya, para no retroceder. Respecto a que estos dos, pues, le siguen al instante, no le siguen como para no retroceder, sino que quieren ver dónde vive… Él les mostró dónde permanecía; vinieron y estuvieron con él. ¡Qué feliz día pasaron, qué feliz noche! ¿Quién hay que nos diga lo que ellos oyeron al Señor? También nosotros edifiquemos y hagamos una casa en nuestro corazón, para que venga él y nos enseñe; converse con nosotros” (S. Agustín, In Io. Ev., 7, 9).

Aquí tenemos la primera característica reseñable: para ser apóstol en el mundo y santificar las realidades temporales y para ser verdadero teólogo, que elabore una teología que sea verdadera y hermosa (en el sentido exacto del “pulchrum”), hay que haberse encontrado con Cristo, personalmente, de manera intransferible.

No es simplemente saber cosas de oídas sobre Cristo, o poseer una erudición academicista, con miles de notas a pie de página en alemán, o practicar una serie de costumbres cristianas vaciadas de un contenido existencial (se va a Misa por costumbre, se quiere que sea rápida y salir pronto para seguir igual que antes): es haber recibido esa gracia única de encontrarse con Cristo. Pensemos cómo los fariseos y ancianos sabían de Cristo, conocían las palabras de Cristo, pero nunca se encontraron realmente con Él. Cierto tipo de teología secularista, o de blogs, parecen que surgen de la reflexión racionalista sobre Jesús, pero no del encuentro con Él; o que surgen de entender la Verdad como un arma arrojadiza, arrojando como un arma cánones conciliares a la cabeza de todo el mundo en una ortodoxia seca, sin la caridad del Espíritu.



b) Una segunda característica es la virginidad del apóstol, a semejanza de la virginidad de María, que le hace entregar el corazón indiviso, lleno de amor, sólo a Jesucristo y estar disponible a aquello que el Señor requiera de él; la liturgia de hoy lo destaca: “Juan, apóstol y evangelista, fue elegido virgen por el Señor y preferido entre los demás apóstoles” (ant. 1 de Laudes).

Trata a Cristo con amor, y no como mero objeto de un discurso ético o moralista, o como simple objeto de la razón confinada a sus propios límites (racionalismo). El conocimiento que adquiere es mayor y, sin duda, más alto y perfecto. La virginidad del corazón le conduce a estar abierto al Misterio y su razón-inteligencia, por tanto, no se cierra en sí misma, sino que busca más y está abierta a la Verdad. La razón no lo es todo, ni la razón humana puede abarcarlo todo y comprenderlo todo ni siquiera ser la medida de todas las cosas. El criterio de la verdad no es lo que la razón humana pueda entender ni tampoco lo que la razón científica puede demostrar: en el fondo, cerrar la razón al Misterio, es desconfiar de la capacidad de la propia razón de recibir y percibir la Verdad.

Esa virginidad del corazón le lleva a un uso inteligente de la razón para buscar y entender, para analizar y desglosar, para contemplar y mostrar. Algo semejante decía en la Misa de medianoche el santo Padre: “Quien desea entrar en el lugar del nacimiento de Jesús, tiene que inclinarse. Me parece que en eso se manifiesta una cercanía más profunda, de la cual queremos dejarnos conmover en esta Noche santa: si queremos encontrar al Dios que ha aparecido como niño, hemos de apearnos del caballo de nuestra razón «ilustrada». Debemos deponer nuestras falsas certezas, nuestra soberbia intelectual, que nos impide percibir la proximidad de Dios”.


c) Llegamos así a la tercera y última característica: es un contemplativo, lo cual vale para indicar que la teología verdadera siempre es fruto de la contemplación personal del teólogo y que toda teología que merezca tal nombre conduce a la contemplación y rebosa de sabiduría. Siguiendo la imagen de Ezequiel con los cuatro seres alados (ángel, león, toro, águila), a san Juan se le representa como el águila, que en su vuelo otea todo el Misterio y se goza en él.

“Levantándose sobre toda criatura, montes, aires, cielos, astros, tronos, dominaciones, principados, potestades, ángeles y arcángeles; elevándose, digo, sobre todo, vio en el principio al Verbo y lo bebió. Lo vio sobre toda criatura, lo bebió en el pecho del Señor. Este Juan es el mismo santo evangelista a quien Jesús amaba con preferencia, hasta el punto de recostarse sobre el corazón de Cristo. Allí estaba este secreto, allí lo bebió” (S. Agustín, Serm. 120,1).

O también:

“voló como un águila sobre las nubes y pudo clavar los ojos del alma sin pestañear en el Verbo” (Id., Serm. 135,8).

La contemplación, hecha de horas de oración personal, adoración eucarística y vida litúrgica, ofrece una renovada y colosal comprensión; sin ella, la teología se convierte en ideología o en moralismo; o se convierte en leer algún que otro libro, o tomar unos apuntes en alguna conferencia suelta y pensar -¡soñar!- que ya se sabe teología y uno es teólogo. Juan, el apóstol, “bebió las aguas vivas del Evangelio de la misma fuente del pecho sagrado del Señor”, canta un responsorio del Oficio de hoy, porque en la proximidad al corazón de Cristo, en su escucha, en su amor y contemplación, se beben otras aguas, las aguas puras del conocimiento y la inteligencia del Misterio. “Se apoyaba en el pecho del Señor y extrajo de las profundidades de aquel corazón estos secretos” (S. Agustín, Serm. 117,15).

18 comentarios:

  1. Que podamos, siempre, recostarnos en el pecho de Nuestro Niño Dios, como hizo san Juan.

    Felices Pascuas a todos.

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  2. Que ha tocado usted puntos muy especiales en mi travesía espiritual, pero luego comentaré debo levantame del computador. Hasta mas tarde.

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  3. ¡Que maravilla de post, no tiene desperdicio!
    La teología sin la contemplación se convierte
    ideología, moralismo
    Una segunda característica es la virginidad del apóstol, a semejanza de la virginidad de María, que le hace entregar el corazón indiviso, lleno de amor, sólo a Jesucristo y estar disponible a aquello que el Señor requiera de él.

    También en mi vida hubo ese encuentro personal...Serian las seis de la tarde...
    Desde entonces mi vida es de Dios, vivo para
    El, soy de El...
    Gracias Don Javier.
    Hoy pido por todas personas llamadas al celibato
    a la vida consagrada, para que la vivamos desde
    el abandono en el pecho de Jesús.
    Dios les bendiga.

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  4. Nos cuesta darnos cuenta que la Verdad no es una herramienta que podamos utilizar por nosotros mismos. La Verdad nos contiene o no somos contenido por ella. La Verdad nos transforma o seguiremos siempre dando vueltas a las mismas cosas. Quejándonos de las mismas injusticias y justificando nuestra pasividad en los demás.

    En ese sentido entiendo el gesto del Apóstol Juan. Se recuesta en la Verdad y deja de pujar por hacerla suya. La Verdad es Cristo y nosotros nunca podremos tenerlo en propiedad.

    Seguimos unidos en la oración y la Eucaristía.

    Un abrazo a todos :)

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  5. Preciosa entrada
    Muy Felices Pascuas

    María M.

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  6. Capuchino:

    Ojalá pudiéramos todos también abrazar tiernamente al Niño, colmarlo de besos y mirarlo a los ojos.


    María Auxiliadora:

    Esperamos su aportación. Cada uno tiene un recorrido vital que es único, personalísimo; pero quizás en todos deban darse las notas que señalaba en la catequesis de hoy.

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  7. Marián:

    Gracias por sus palabras; quisiera que todos los post fueran "magníficos" para que hicieron el mayor bien posible.

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  8. no sabia de San Juan como hoy lo has explicado Apóstol teólogo contemplativo y no había oído hablar de su virginidad de corazon ,de verdad como me gustaría hablar con vosotros y me dijerais tanto que no se y tanto que se ,y no se a la vez ,pero con el Blog voy llenando un poco mi ignorancia quizás fuera necesaria hasta ahora ,si Dios lo quiso asi.. gracias D. Javier afectuosos saludos Maria

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  9. Miserere:

    Preciosa su explicación. Mejor no tocarla para no estropear su belleza.

    María M:

    Gracias por sus palabras. Como bien sabe, le deseo también una feliz Navidad

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  10. María:

    Con suma paciencia, día a día, aquí tiene mucho que leer y que deseo le haga bien.

    Dios tiene para cada uno un momento, su momento único. Tal vez ahora ha sonado la hora de Dios para Vd.

    Siempre, siéntase aquí en casa.

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  11. San Juan ve con el corazón porque realmente sólo se puede ver con el corazón, con los ojos miramos; la ley del corazón es el amor y Juan, por encima de todo, amaba al Maestro. Todos los grandes místicos son profundos amadores de Jesús.

    Es precisa la entrada, don Javier. Rezamos por sus intenciones ¡Qué Dios les bendiga!

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  12. Este año ha sido muy, muy especial, para mi y mi camino en la Fe. Si, yo tuve ese encuentro con el Señor que fue madurando poco a poco, de emosiones y sentimentalismos pasó a ser algo mas real, verdadero. Luego de muchos años entendí que el encuentro es diferente para todos, para mi no entró por la razón, no fue necesario. Comencé a ver la presencia de Dios en cada uno de mis días, y comencé a aceptarlo a aceptar que se hiciera el dueño de ella. Ahora solo hago lo que siempre debí hacer, servirle, en los míos y en los demás, no ha sido fácil pero entiendo lo que hago y por qué lo hago..
    La liturgía vino después, es la manera en como trato al rey de mi corazón, de mi vida, todo lo mejor para Él, en lo sencillo y humilde o en lo grandioso y lleno de belleza.
    Ya no sigo... Por todos en oración.

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  13. Don Javier: Todas sus catequesis son extraordinarias. Lo que pasa es que yo no
    puedo venir siempre, porque carezco de tiempo.
    ¡Tenemos tanta suerte de tenerle!
    ¡Bendito sea el Señor!
    Ojala pudiéramos vivir toda la comunidad
    una Eucaristía celebrada por usted.
    ¡Que maravilla! ¿ Verdad? Todos los días
    les tengo presentes.
    Unidos en oración.
    Dios le bendiga.

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  14. Un bello y hondo post.

    Permítame resaltar un detalle, referido a la segunda característica: la virginidad del apóstol, entendiéndola no sólo como virginidad en general del corazón, sino también como celibato.

    El celibato es un estado superior y excelso de vida que configura con Cristo-Logos, y une más profundamente al misterio de cristo y de su Iglesia.

    Por tanto, desde el celibato, se tiene acceso a una mayor hondura, por estar inmerso de una manera más alta en el misterio del Logos.

    Pablo VI tiene unas palabras hermosas sobre esto en Sacerdotalis caelibatus, 54:

    "54. El motivo verdadero y profundo del sagrado celibato es, como ya hemos dicho, la elección de una relación personal más íntima y completa con el misterio de Cristo y de la Iglesia, a beneficio de toda la humanidad."

    Y aunque sorprenda esto, es así: para el servicio sagrado de teólogo, nada más idóneo, favorecedor, que el celibato sacerdotal. De aquí que los más grandes teólogos han sido sacerdotes o frailes.

    un laico evidentemente también puede ser gran teólogo. Pero no es lo mismo, lo tiene más difícil, por cuanto le falta ese estado superior de elevación en el Misterio. Le falta el "pathos de la distancia", la medida de la altura desde la cual se reciben los dones contemplativos con mayor profusión.

    un abrazo

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  15. Por eso no dudo en afirmar que la teología es la más necesaria de todas la ciencias,

    y que es, además, la ciencia propia del sacerdote, no en exclusiva, sino por idoneidad.

    Lo cual no impide que haya buenos teólogos laicos, pero la teología se adapta al sacerdote como un guante de cirujano.

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  16. --y si hay por aquí algún teólogo seglar, espero no se moleste mucho conmigo, :))

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  17. Por cierto, aconsejo la obra del teólogo laico Scott Hahn.

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  18. De pronto, cuando iba cerrar la página,
    me doy cuenta de que, en las religiones naturales, y en la sabiduría antigua de griegos y romanos, era frecuente entre los que querían dedicarse a una más alta sabiduría dejar el mundo y retirarse, y vivir en castidad perfecta.

    Lo cual denota que es también una intución natural. El caso más llamativo es Pitágoras. El cultivo de la sabiduría en grado eximio solía pues estar asociado a la castidad virginal en grado sumo.

    En un plano sobrenatural, en el celibato por el Reino de los Cielo, la superioridad para la ciencia sagrada no reside sólo en el plano ascético,

    sino en la sublimación general de la persona, en su desasimiento total del mundo por la práctica de los consejos evang+elicos, pobreza, obediencia y castidad,

    que no es posible al laico en modo pleno, y que configuran el logos personal a imagen del Logos divino y lo hacen plenamente apto para la reflexión teológica más profunda.

    Laus Deo

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