sábado, 5 de noviembre de 2011

Cualquier tiempo pasado no fue mejor

Causa sorpresa ver cómo a veces se idealiza el pasado y se denigra el presente, de manera especial, en lo referente a la liturgia. Con una mirada sesgada y parcial, tal vez en determinados momentos llena de ideología, se afirma cómo antes de la reforma litúrgica en las iglesias el culto era piadoso, cuidado, lleno de unción, reverencia, decoro, solemnidad, espiritualidad altísima. Se idealiza el pasado, tal vez porque no se ha vivido, y se quiere negar la validez de la reforma litúrgica, sus intuiciones y su necesidad, diciendo que la liturgia con dicha reforma se ha desacralizado, se ha vuelto irreverente, le falta decoro, se pierde la solemnidad, etc., etc., etc.


Son discursos muy manidos que de vez en cuando afloran con mucho auge. Les falta el equilibrio racional, la prudencia en el discernimiento, para ver que antes no todo era bueno ni ahora todo es malo y que se puede comprobar que en todas las épocas hay luces y sombras al mismo tiempo, por lo que nada se puede absolutizar. Sí, nada se puede absolutizar: ni la liturgia vivida antes ni tampoco se puede absolutizar la reforma litúrgica, su aplicación o el modo de vivir la liturgia hoy.

La falta de finura con el Señor, la poca sensibilidad en el trato con lo divino, el mal gusto o la dejadez se han dado, con mayor o menor extensión, en muchas personas de distintas épocas. Y si hoy desgraciadamente se da, y habrá que corregirlo, esto no es un fenómeno nuevo achacable a la liturgia misma sino al pecado de dejadez y desidia de los hombres. Pero nada nuevo bajo el sol: también se daba antes de la reforma litúrgica, en esa época que hoy algunos trazan con rasgos de "edad de oro" soñada, con ciertas dosis de nostalgia.


Un testimonio de San José María Escrivá de Balaguer, allá por los años 30, es decir, el decenio 1930, nos puede hacer ver que la situación no era tan sacral, tan devota, solemne y cuidada en la liturgia como algunos repiten:


"Da pena ver cómo preparan los altares y presbiterios, para la celebración de las fiestas. Hoy, en un colegio rico, estaba el retablo lleno de floripondios ridículos, colocados sobre unas graderías de tabla de cajón a medio pintar. El Sagrario habitualmente está de tal modo dispuesto, que es preciso siempre al sacerdote, aunque sea de buena estatura, subirse a un banquillo para, en abrir, cerrar y tomar al Señor. Las sacras en equilibrio inestable... Y los sacerdotes, en equilibrio inestable también, porque han de hacer verdaderas piruetas de charleston para no dar con la cabeza en una lámpara de latón dorado feísima, que pende muy baja sobre el presbiterio, o para no dar de narices en el suelo, tropezando con los pliegues y repliegues de la alfombra, adaptada a las gradas del altar, probablemente al ser desechada por vieja del salón de alguna de esas beatas, más pintadas que un loro, que vienen ya de mañana hechas un cuadro a recibir en su sepulcro, blanqueado con churretes de carmín, al Señor de la sencillez, Jesús. ¡Los cánticos!... son tales que se puede hablar de haber asistido a una misa, no cantada... ¡bailable!

Y menos mal, si, detrás del retablo, además de una escalera de mala madera sin pintar, por donde a diario pasa Cristo en manos del sacerdote para quedar en Exposición, menos mal si no hay también un montón de cachivaches llenos de polvo, que hacen del lugar santo la trastera del rastro madrileño. Todo esto lo he visto" (Testimonio en VAZQUEZ DE PRADA, El fundador del Opus Dei, tomo I, p. 350).

¡Con razón pedía la Sacrosanctum Concilium la "noble sencillez"!

Las situaciones y la vida misma de la liturgia antes de la reforma litúrgica no era de ensueño. Seamos sensatos.

Pero los errores y la dejadez, que hoy también se pueden ver, han de ser corregidos con espíritu sobrenatural, con amor a Cristo, con respeto y fidelidad a los libros litúrgicos.

La anterior descripción de san José María se podría adaptar hoy también a lo que a veces nos encontramos: dejadez, candelabros sucios, el presbiterio con muchos elementos que estorban, el altar mismo con papeles, mecheros, cajas de cerillas, el ambón (que todavía es en muchos sitios un simple atril) acumulando leccionarios escondidos, el estado de las vestiduras litúrgicas, etc. 

Cuidemos la liturgia: así se expresa también un amor delicado y contemplativo por Jesucristo.



9 comentarios:

  1. Buenos días. Es cierto, don Javier. La dejadez del católico no es cosa de estos tiempos en los que vivimos por lo que no debemos canonizar ni a personas ni a épocas pero en el siglo XX, con causa en filosofías del siglo XIX sobre todo, se produce un fenómeno: un rechazo total, también en el ámbito civil, de todo lo anterior, "todo lo han hecho mal, pero nosotros que somos muy listos, lo vamos a hacer mejor". Yo que nací en la segunda mitad del siglo XX, que recibí los últimos coletazos del 68 y la euforia descontrolada de lo que se atribuía en Madrid al Concilio cuyos documentos muy pocos habían leído y entendido, creo, corrijame si me equivoco, que se ha pasado de una mirada predominantemente vertical a una predominantemente horizontal que ha derivado en la "religión del buenísmo" y ha lesionado la sacralidad de la liturgia y de la formación religiosa.

    ¡Qué Dios les bendiga!

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  2. ¡Cómo entiendo lo que dice la entrada! En el Opus Dei cuidan muchísimo las cosas del Señor y cómo las cuidan hasta el extremo, como debe ser. Da alegría acercarse a un oratorio para hablar con el Señor. Todo limpio, limpísimo, ordenado y dispuesto con amor aunque sea un oratorio pobre.

    Gracias D. Javier por todo. Que el Señor esté siempre con usted. Esa es otra. No sé por qué a los sacerdotes se le habla de tú. No lo puedo entender.

    Feliz día de la Virgen para todos.

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  3. Uniendo las entradas de anteayer,ayer y de hoy podemos decir que la trascendencia de la belleza está presente más allá de la estética que la sostenga.

    Pero si nos quedamos con las estéticas, perdemos el sentido de la belleza que las trasciende y tenemos que encontrar sustitutos que sostengan el edificio que se cae.

    Trascendencia que es Cruz y que pasa por saber dejar atrás aquello que nos parece importante y dejar que sea Dios el que nos sostenga.

    Lo triste es que nos quedemos en la estética y no demos importancia a la belleza que es Dios. Belleza que camina en la sacralidad que debe ser comunicada, entendida y vivida.

    Feliz domingo. Seguimos unidos en la oración :)

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  4. He asistido a diversas liturgias legítimas de la Iglesia. Pero sólo hay una Liturgia, porque todo lo que hace la Iglesia, antes y ahora, es Tradición, y lo hace porque puede hacerlo, todo es gracia fontal, como recalcaba Jean Corbon.

    La parte humana es la perfeccionable.

    Muy impresionante la mozárabe. Me enfervoriza mucho la Misa al uso antiguo. La Misa normal de todos los días y de todos los domingos también. La Gracia, la expiación, la adoración, el Santo Sacrificio es el mismo en toda liturgia.

    Hemos de beber humildemente el Agua de la Vida, como perrillos falderos del Santo Señor Jesús, como bebían los soldados de Gedeón el agua de la victoria, sin mirar atrás.

    Hace poco viví algo muy grande en la toma de posesión de nuestro Obispo, don Rafael Zornoza, en la Catedral de Cádiz. Bellísima Música sacra de nuestro archivo catedralicio, devota polifonía,

    una homilia maravillosa de don Rafael y una Liturgia fervorosa. Vi un Obispo emocionado que miraba constantemente hacia lo alto, como buscando el rostro del Padre. Algo muy grande.

    La Iglesia es un misterio tan fulgurante y bello, que sólo a través de la Liturgia podemos hacernos una idea.

    A los que les falta confianza en la Iglesia, y desconfían de la Misa "nueva", hay que enseñarles que lo que la Iglesia hace es porque puede hacerlo. Y que es Cristo el Liturgo principal, y nosotros, tan sólo, hemos de ser como leales perrillos que confían totalmente en su Amo.

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  5. Me siento identificado con lo de la alfombra... Un día de estos me mato. Colaboro con otro dato de testigos "oculares": la indicación del Concilio Vaticano II de que los laicos deberían conocer los cantos del ordinario en latín era porque muchos no los sabían. Ahora leemos ese texto conciliar desde nuestra perspectiva de hombres y mujeres de misa en español, pero es que antes era igual.

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  6. Intentaré responder algo sensato a los comentarios.

    Julia María:

    Tiene vd. toda la razón del mundo. Lo de mayo del 68 es más grave de lo que nunca se pensó; fue la revolución en acto, el estallido del relativismo y nihilismo.

    En la liturgia fue evidente. Se secularizó. Y si antes era todo 'vertical' y los fieles 'mudos y pasivos espectadores', ahora se buscó que todo fuera 'horizontal', interveniendo todos y Dios era el mudo y pasivo espectador.

    ¡Qué difícil el equilibrio! Aunque sería más fácil si simplemente siguiéramos y aplicáramos lo que establecen los libros litúrgicos, sin falsa creatividad ni dejadez.

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  7. Capuchino:

    La dejadez es vergonzosa siempre; manifiesta poco respeto, o poco amor. Tendríamos, incluso en sitios pobres o modestos, buscar la noble sencillez, limpieza a raudales, el orden.

    Miserere y Alonso:

    De acuerdo.

    Adolfo:

    ¡Hay cosas que no cambian!

    Lo que no me gusta es:

    1) mitificar el pasado, nostálgicamente, y pretender volver a un pasado que nunca existió...

    2) que la dejadez (o desacralización incluso) de otros momentos en la liturgia, no se repita, sino que la enmendemos definitivamente.

    A todos, pax!!!

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  8. ¡ah, por cierto!

    Suelo hablar y escribir bastante claro. La catequesis dice lo que dice y no más.

    Ni es un ataque al Misal del Beato XXIII, al "Vetus Ordo", a la forma extraordinaria del rito romano ni un apología del Misal de Pablo VI, la forma ordinaria del rito romano.

    Simplemente: nada nuevo bajo el sol, no idealicemos lo que no hemos vivido pensando que antes todo era respetuoso, sacral, digno y pulcro, y a la vez, evitemos YA esos mismos errores.

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