La
vestición en la profesión religiosa
Muertos
al mundo, consagrados para Dios, sólo para Dios: el religioso, a semejanza del
bautismo que lleva a plenitud, se despoja de su ropa para recibir el hábito
religioso.
Ya
san Benito habla de la vestición al profesar un nuevo hermano: “Después en el
oratorio, sáquenle las ropas suyas que tiene puestas, y vístanlo con las del
monasterio” (RB 58,26).
Algún
tiempo después de S. Benito se hizo frecuente la vestición del hábito
religioso, bendiciéndolo y entregándolo con alguna fórmula ritual.
Esto
es lo normal en la vida consagrada, por lo expresivo de despojarse de lo
anterior y empezar una nueva vida de consagración a Dios absoluta. El hábito es
un signo poderoso y elocuente “de vida consagrada” (Perfectaecaritatis, 17).
El
Ritual de la profesión religiosa (que es un ritual-marco para que se inspire en
él los rituales de las distintas Familias religiosas) señala que el hábito se
recibe al terminar el noviciado y realizar la profesión temporal, “pues según
una antiquísima costumbre, el hábito se entrega al acabar el tiempo de prueba,
ya que el hábito es signo de vida consagrada” (RPR 5).