Además, en el sentido literal, ofrece también una indicación del rescate de los primogénitos, consagrados a Dios.
Junto
a este tema del sacrificio de los niños, se enlaza, perfectamente, con la
legislación israelita: ésta mandaba rescatar a los primogénitos de Israel en
recuerdo de la Pascua,
nunca sacrificarlos. Como todas las primicias, los primogénitos varones también
pertenecen al Señor, y hay que rescatarlos. De tal forma que este relato del
sacrificio de Isaac fundamenta la prescripción ritual del rescate de los
primogénitos de Israel. "Cuando Yahvé te haya introducido en la tierra del
cananeo, como lo tiene jurado a ti y a tus padres, y te la haya dado,
consagrarás a Yahvé todos los primogénitos" (Ex 13,11-12a).
La
etiología del monte Moria:
Viene
a continuación la etiología del monte Moria, explicada según el sacrificio de
Isaac: Dios proveyó el carnero para el holocausto, "de donde se dice hoy
en día: 'en el monte del Señor provee'" (22,14).
En el origen de esto "se ha relacionado
artificialmente con las tradiciones de Berseba"[1]. Así
como Mambré se relaciona con Abraham, Berseba se relaciona con Isaac (26,25),
donde éste levanta allí un altar al Señor, es bendecido por Yahvé, y le promete
una numerosa descendencia por amor a su padre, el siervo obediente del Señor.
El
final de la etiología parece quedar reflejado en una primera composición del
relato: "en otro tiempo terminaba con el v. 14 ["Abraham puso a aquel
lugar el nombre de 'El Señor provee', y por eso todavía hoy se llama 'El monte
del Señor provee'"], donde remata la etiología. El nombre de la localidad
se perdió en el trascurso de la historia de la tradición y permaneció sólo la
explicación del mismo"[2]. De tal
forma que el nombre se explica perfectamente si se acabase el relato en el
v.14. Pero existe una ampliación enlazada con la segunda intervención del ángel
del Yahvé: "de esta manera se cambió radicalmente el significado global de
la narración primitiva que trataba del rescate de un niño destinado al
sacrificio con la inmolación de un animal"[3].
Finalmente,
la bendición y promesa del Señor. La primera bendición es devolverle a
su hijo vivo. El Señor jura las promesas y bendiciones por sí mismo (22,16),
manifestando cómo Él es un Dios fiel que cumple sus promesas. Esta última
bendición se constituye en la recapitulación de todas las promesas hechas a
Abraham a lo largo de este ciclo. Siete promesas significando la totalidad de
todas las anteriores promesas, guardando una gran relación con las bendiciones
que Dios hace a Abraham en 12,2-3. Éstas nuevas promesas son el culmen: Dios ha
visto la fe ciega, obediente, de Abraham, y lo bendice.
Una
lectura, ya clásica, es el Aqedá. La teología judía compuso este relato
de Génesis desde la perspectiva de Isaac que habla a su padre y se ofrece. Es
la disponibilidad del hijo al padre. Isaac pide a su padre: "átame (aqedá)
bien, no sea que te estorbe y que tu ofrenda se haga inválida, y yo sea echado
a la fosa de la perdición en el mundo venidero." La interpretación judía
comenta que los cielos hablan, diciendo: "Venid a ver a los dos únicos
(justos) que hay en el mundo. Uno inmola y el otro es inmolado. El que inmola
no se niega a ello y el que es inmolado presenta su cuello."
De tal forma que al sacrificar el carnero Abraham en el aqedá ora a
Yahvé, diciendo:
Te suplico por tu propio amor,
YHWH. Todo es manifiesto y conocido ante ti. Pues bien, no hubo división en mi
corazón en el momento en que me dijiste que inmolase a mi hijo Isaac y lo
convirtiese en polvo y ceniza ante sí, sino que, apenas me levanté al amanecer,
cumplí enseguida tu palabra con gozo y ejecuté tu decisión. Pero ahora (te lo
pido por tu propia misericordia), cuando los hijos de Isaac se encuentren en un
tiempo de angustia, acuérdate de la ligadura de Isaac su padre y escucha la voz
de su súplica. Escúchalos y líbralos de toda tribulación. Porque las
generaciones venideras dirán: En la montaña del santuario de YHWH en que
Abraham ofreció a su hijo Isaac, en esa montaña se le apareció la gloria de la
presencia de YHWH.
Así,
el sacrificio voluntario que presenta el Aqedá es prototipo, una imagen, del
sacrificio voluntario de Cristo en la encarnación y en la cruz, cumpliendo la
profecía del Salmo 39: "Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me
abriste el oído; no pides holocaustos ni víctimas. Entonces yo digo: Aquí
estoy, como está escrito en mi libro, para hacer tu voluntad" (Sal I.
39,7s).
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