jueves, 26 de diciembre de 2024

Bendecir (Ritos y gestos - XVI), 1ª parte



            La liturgia cristiana desde el principio no sólo ha bendecido a Dios –en sus cantos e himnos- sino que también ha pedido la bendición de Dios sobre personas o elementos distintos, sacramentales o no, con una plegaria específica y normalmente trazando el signo de la cruz (y a veces, también, añadiendo la aspersión con agua bendita). Al bendecir, algo se sustrae del uso común, profano, y se pone al servicio de Dios, como una especial dedicación entra en el ámbito divino.


            Por eso la liturgia cristiana no únicamente bendice a Dios, sino que bendice materias, elementos creados… ¡hasta se bendice la mesa y los alimentos!

            Para una “teología de la bendición” es sumamente recomendable acudir a los Prenotandos del Bendicional.

            El origen de toda bendición está en Dios y en su infinita bondad y misericordia: “La fuente y origen de toda bendición es Dios bendito, que está por encima de todo, el único bueno, que hizo bien todas las cosas para colmarlas de sus bendiciones y que aun después de la caída del hombre, continúa otorgando esas bendiciones, como un signo de su misericordia” (Bend 1).

Los exorcismos (Ritos y gestos - XV), y 2ª parte



En el Bautismo de niños

            El ritual del bautismo de párvulos actual pretende ser una síntesis adaptada de todo el proceso del Bautismo de adultos. Por eso contiene muchos elementos del proceso catecumenal de adultos, tales como la unción con el óleo de catecúmenos, el effetá o, en este caso, el exorcismo.


            Esta oración de exorcismo concluye la oración de los fieles y prepara la unción con el óleo de los catecúmenos (cf. RBN 69).

            Reza así:

Dios todopoderoso y eterno,
que has enviado tu Hijo al mundo,
para librarnos del dominio de Satanás, espíritu del mal,
y llevarnos así, arrancados de las tinieblas,
al Reino de tu luz admirable;
te pedimos que estos niños
lavados del pecado original,
sean templo tuyo,
y que el Espíritu Santo habite en ellos (RBN 119).

            En Apéndice, el ritual ofrece otra oración de exorcismo ad libitum:

Señor Dios todopoderoso,
que enviaste a tu Hijo único
para que el hombre, esclavo del pecado,
alcance la libertad de tus hijos.
Tú sabes que estos niños van a sentir
las tentaciones del mundo seductor
y van a tener que luchar contra los engaños del demonio.
Por la fuerza de la muerte y resurrección de tu Hijo,
arráncalos del poder de las tinieblas
y, fortalecidos con la gracia de Cristo,
guárdalos a lo largo del camino de la vida (RBN 215).

martes, 10 de diciembre de 2024

Los exorcismos (Ritos y gestos - XV), 1ª parte



            Todo exorcismo es una plegaria dirigida a Dios pidiendo la liberación de algo o de alguien del poder de Satanás para que se reintegre al servicio de Dios. Así purificada la materia o la persona, será libre en el servicio del Señor. Se prolonga de este modo el poder de Cristo sobre los demonios, tantas veces aparecido en el Evangelio, por medio de la acción de la Iglesia.



Exorcismo mayor


            Hay un ritual propio de exorcismo para el caso más grave de posesión o influjo diabólico. Es el exorcismo mayor dirigido a expulsar al demonio de una persona.

            La Iglesia lucha contra Satanás invocando a su Señor para ayudar a los fieles que experimentan la posesión diabólica, librarlos de las insidias del demonio y de toda perturbación.

            Es una auténtica liturgia: aspersión con agua bendita, letanía, salmos, Evangelio, imposición de manos, el Credo, el crucifijo que es besado, la fórmula deprecativa invocando a Dios y la fórmula imperativa “por la que en nombre de Cristo se conjura directamente al diablo para que salga del fiel vejado” (REx 28). Termina el rito con una fórmula de acción de gracias, oración y bendición.

            La larga fórmula deprecativa es una invocación a Dios para que libere al fiel del demonio (REx 61):

jueves, 28 de noviembre de 2024

Lavatorio de manos (Ritos y gestos - XIV)



            Como a veces se presenta el Lavabo de las manos del sacerdote en la Misa como consecuencia de recibir él personalmente las ofrendas al pie del altar, veamos primero el rito de las ofrendas, la ubicación del lavabo y el modo de realizarlo hoy según el Misal romano.


            La oblación de los fieles está documentada entre otros por san Cipriano, san Ambrosio, san Jerónimo, san Agustín, san Cesáreo de Arlés, san Gregorio Magno y el Ordo Romanus (OR) I.

            Las Constituciones Apostólicas establecían la materia de las ofrendas: «No se ha de llevar cualquier cosa al altar, salvo en su época, las espigas nuevas, las uvas, también el aceite para la santa lámpara y el incienso para el momento de la divina oblación. Las demás cosas que se presenten sean destinadas a la casa, como presentes para el obispo o los presbíteros, pero no para el altar» (VIII, 47,3-4 SC 336,274-276).

            Sabemos por las mismas Constituciones (VIII, 12,3) que los dones aportados por el pueblo eran llevados por los diáconos al altar. Lo mismo decía la Tradición Apostólica: offerant diaconi oblationes (c. 4). Las aportaciones de los fieles se convirtieron en Occidente en una auténtica processio oblationis. Más tarde, en Roma según atestiguan los Ordines, el traslado de los dones fue una tarea clerical sin solemnidad especial: OR I, 69ss (OR II, 91ss).
           

sábado, 2 de noviembre de 2024

La vestición (Ritos y gestos - XIII), y 2ª parte



La vestición en la profesión religiosa

            Muertos al mundo, consagrados para Dios, sólo para Dios: el religioso, a semejanza del bautismo que lleva a plenitud, se despoja de su ropa para recibir el hábito religioso.


            Ya san Benito habla de la vestición al profesar un nuevo hermano: “Después en el oratorio, sáquenle las ropas suyas que tiene puestas, y vístanlo con las del monasterio” (RB 58,26).

            Algún tiempo después de S. Benito se hizo frecuente la vestición del hábito religioso, bendiciéndolo y entregándolo con alguna fórmula ritual.

            Esto es lo normal en la vida consagrada, por lo expresivo de despojarse de lo anterior y empezar una nueva vida de consagración a Dios absoluta. El hábito es un signo poderoso y elocuente “de vida consagrada” (Perfectaecaritatis, 17).

            El Ritual de la profesión religiosa (que es un ritual-marco para que se inspire en él los rituales de las distintas Familias religiosas) señala que el hábito se recibe al terminar el noviciado y realizar la profesión temporal, “pues según una antiquísima costumbre, el hábito se entrega al acabar el tiempo de prueba, ya que el hábito es signo de vida consagrada” (RPR 5).

miércoles, 16 de octubre de 2024

La vestición (Ritos y gestos - XIII), 1ª parte



            Ya san Pablo expresa la novedad radical del ser cristiano con un cambio de vestiduras: “Revestíos del Señor Jesucristo” (Rm 13,13), “os habéis revestido de Cristo” (Gal 3,27). El cambio de vestidos en la liturgia expresa el cambio en lo interior del ser obrado por la gracia en el sacramento, o el nuevo modo de vivir en la Iglesia en el caso de la profesión religiosa.




Vestidos bautismales


            La Tradición, desde el principio, despojaba a los catecúmenos de sus vestidos, los bautizaba desnudos, y después les entregaba las vestiduras blancas, símbolo de su nueva condición:

            “Bautizad después a los hombres y finalmente a las mujeres, que habrán dejado sueltos sus cabellos y habrán dejado a un lado las joyas de oro y plata que llevaban, pues nadie llevará consigo un objeto extraño al introducirse en el agua… De este modo [el sacerdote] lo entregará desnudo al obispo o al presbítero que, a fin de bautizarlo, está en pie junto al agua” (Hipólito, Traditio, c. 21).

            Era una cuestión práctica: el bautismo era realmente un baño y por tanto había que desnudarse para entrar en la fuente bautismal.

sábado, 28 de septiembre de 2024

Las procesiones (Ritos y gestos - XII) y 3ª parte



Procesiones en las celebraciones sacramentales

            La liturgia ni mucho menos es estática, todos sentados y clavados en sus sitios, sino que implica también movimiento. Y esto lo vemos también en las celebraciones sacramentales de la Iglesia cuando no se reduce su expresividad ni se simplifica su desarrollo litúrgico.


            -La Iniciación cristiana de adultos conlleva dos procesiones, de ida y de vuelta del baptisterio que para desarrollar allí la acción sacramental, y, una vez concluida, volver al altar, uniéndose a los fieles.

            En la Vigilia pascual, tras la homilía, se organiza la procesión al baptisterio: primero un acólito llevando el cirio pascual, luego los catecúmenos con sus padrinos, después los diáconos, los concelebrantes y el Obispo, mientras se canta la letanía de los santos (CE 358-359).

            Terminados los sacramentos, regresan igualmente en procesión, los neófitos vestidos de blanco con los cirios encendidos (o los padrinos de los niños con los cirios, en el caso de párvulos) mientras se entona un cántico bautismal (CE 366).

lunes, 2 de septiembre de 2024

Las procesiones (Ritos y gestos - XII), 2ª parte



Al hilo del año litúrgico

            La liturgia a lo largo del año litúrgico incluye distintas procesiones en algunos ritos concretos.




           -El 2 de febrero, celebrando la Presentación del Señor, se bendicen las candelas o velas encendidas en el atrio o entrada de la iglesia, y luego, cantando: “Luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel”, se avanza en procesión hasta el altar, continuando la Misa con el canto del Gloria. En esa procesión se aclama a Cristo-Luz, realizando ritualmente lo que Simeón, el anciano, proclamó de nuestro Señor.


            -En la Cuaresma era tradicional en el uso romano la statio. Los fieles con el Papa se congregaban en una basílica –sobre la hora de Nona- e iban cantando las letanías de los santos hasta llegar al punto de llegada, la basílica donde se realizaba la statio, la Misa con el Papa.

            “La importancia dada a la Cuaresma por la Iglesia tuvo en Roma un particular relieve en el solemne oficio estacional, celebrado cada día de la cuarentena y de la sucesiva semana de Pascua, cuyo conjunto constituye una de las más admirables creaciones de la liturgia latina” (Righetti, I, p. 747). En los misales manuales antiguos de los fieles, se ve cómo el Misal de S. Pío V recuerda esta práctica al encabezar cada misa con el sitio en que se celebraba: “Estación en…”

            La procesión para la Misa estacional se tenía el lunes, miércoles y viernes, y desde el tiempo de Carlomagno, también el sábado. Así lo declara el Ordo Romanus I.

lunes, 12 de agosto de 2024

Las procesiones (Ritos y gestos - XII), 1ª parte



            La liturgia es también movimiento, y por tanto, dentro de ella, la procesión es un movimiento expresivo, significativo. Siempre somos un pueblo en marcha, peregrino, hacia Dios: “La Iglesia «va peregrinando entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios» anunciando la cruz del Señor hasta que venga” (LG 8).

            En la liturgia se desarrollan distintas procesiones.



Procesiones en la Misa

            En la Misa, cuatro procesiones distintas se desarrollan: procesión de entrada, la del Evangelio, la de las ofrendas y la procesión de comunión.

            En procesión caminan los ministros al altar, precedidos por el incensario, la cruz y los cirios y el Evangeliario en procesión, señalando la meta: el altar, el encuentro con Dios, la dimensión peregrina de la Iglesia.

            Procesión llena de solemnidad es aquella en que mientras se canta el Aleluya, el diácono porta el Evangeliario hasta el ambón acompañado de cirios e incienso humeante, disponiendo así a todos los fieles a escuchar al Señor mismo por su Evangelio.

            Con cierto orden, no hay por qué temer el movimiento en la liturgia por el valor simbólico que tiene y porque la liturgia es actio, acción, y a veces, por tanto, movimiento.

jueves, 18 de julio de 2024

La insuflatio (Ritos y gestos - XI)



            Un gesto litúrgico, no muy frecuente, es la insuflatio, es decir, el hecho de soplar.

            Lo hallamos en la consagración del santo crisma, en la Misa crismal y en los ritos del catecumenado.



En la consagración del santo crisma

            Muy del gusto y estilo franco-germánico en la liturgia, se introdujo la insuflación sobre el óleo crismal en primer lugar, y tiempo después, una oración de exorcismo antes de proceder a la plegaria de consagración. Son uno de los pocos ritos litúrgicos que realiza el obispo en el momento de preparación del crisma.

            La primera mención de la insuflatio la hallamos en el OR XXIV, 18: “antes de bendecirlo, insufla y sopla tres veces en la ampolla”. También en el OR XXVIII, 21: “antes de que la bendiga, sopla tres veces en la ampolla”. El OR XXX B, 19, añade a la insuflatio un nuevo detalle ritual: “haciendo la cruz sobre ella [la ampolla crismal] diciendo: In nomine patris et filii…” El soplo, por tres veces como hasta ahora, se realiza en forma de cruz. El OR XXXI, 25, ignora sin embargo ese uso y sólo prescribe soplar tres veces sobre la ampolla del óleo crismal.

domingo, 30 de junio de 2024

Fecundidad del silencio - y II (Silencio - XLIII)



Más difícil y laborioso es ir logrando el silencio interior, comenzando por el silencio de la imaginación y de la memoria, ya que “el encuentro con Dios exige la exclusión de las disipaciones de la actividad interior, ejerciendo sobre la misma un control efectivo”[1]. Y silencio de la afectividad, simpatías naturales, placeres, preferencias, para centrar el afecto sólo en Dios con libertad.


            El silencio se da en la oración y en la liturgia para que sean verdaderos encuentros con el Señor y pueda el Señor comunicarse y donarse. “La vida de oración está ritmada por una alternancia de palabras (exteriores e interiores) e intervalos de silencio. La plegaria litúrgica conoce pausas de silenciosa adoración. La meditación calla para descansar en Dios. Sólo la oración contemplativa se distingue por un silencio más continuo”[2].

Para que haya una verdadera pastoral litúrgica hoy, un cuidado de la celebración, estos elementos del culto cristiano, tales como el silencio, deben ser privilegiados, eliminando el subjetivismo que tiende a poner en primer lugar al hombre y sus acciones, para dejar paso a la objetividad del Misterio, Dios, ante el cual se adora, se escucha, se reza, se le da gracias.

El silencio en la liturgia es un silencio que adora porque está ante el Misterio; "este misterio continuamente se vela, se cubre de silencio, para evitar que, en lugar de Dios, construyamos un ídolo. Sólo en una purificación progresiva del conocimiento de comunión, el hombre y Dios se encontrarán y reconocerán en el abrazo eterno su connaturalidad de amor, nunca destruida..." (Juan Pablo II, Carta apostólica Orientale lumen, 16). En la liturgia, no lo olvidemos, estamos ante Dios y le glorificamos; estamos ante su Presencia que todo lo llena. Así el silencio es la respuesta del corazón ante el Misterio; "a esta presencia nos acercamos sobre todo dejándonos educar en un silencio adorante, porque en el culmen del conocimiento y de la experiencia de Dios está su absoluta trascendencia. A ello se llega, más que a través de una meditación sistemática, mediante la asimilación orante de la Escritura y de la Liturgia" (ibíd.).

viernes, 28 de junio de 2024

La conmixtio (Ritos y gestos - X)



            Surge en la Iglesia romana, con el uso del fermentum: una partícula que el Papa separaba en los días festivos y enviaba a los obispos suburbicarios y sacerdotes titulares de la Urbe, que la depositaban en el cáliz como signo de unión, según declara el papa Inocencio I. San Ireneo cita este uso en una carta dirigida al papa Víctor; recuerda cómo en tiempos anteriores varios Papas, desde san Aniceto hasta san Sixto, mantenían relaciones de comunión con otras Iglesias con praxis distintas. Y conmemora el uso de la Iglesia de Roma de enviar la sagrada Eucaristía a otras comunidades cristianas como señal de caridad y unión.



           Esta costumbre la imitaron los obispos con sus sacerdotes en el uso latino. Duró mucho en la Iglesia de Occidente. Pero cuando el fermentum ya no se enviaba, se pasó al uso de la conmixtio: el sacerdote separaba un trozo de la hostia y la depositaba en el cáliz con una oración.

            Con la conmixtio se quiso significar la unidad de las especies consagradas, no como cosas muertas o separables, sino formando una sola cosa, el cuerpo vivo y glorioso de Cristo, preludiando el misterio de la resurrección. Esta conmixtio de origen teológico nació en Oriente y la comenta Teodoro de Mopsuestia sobre el año 400.

            Esta conmixtio tuvo auge en las liturgias orientales y occidentales, y la realizó también la liturgia papal, de modo que se suplió al antiguo fermentum (aunque se realizaba en el mismo momento y consistía en lo mismo, dejar caer un trozo del Pan consagrado dentro del cáliz).

viernes, 14 de junio de 2024

Fecundidad del silencio - I (Silencio - XLII)



A modo de resumen de todo lo expuesto sobre los diversos valores y naturaleza del silencio, hagamos un recorrido que sirva de síntesis.



            El silencio no es exclusión de palabras, un vacío; no es sinónimo de olvido o de vacío o de nada; al contrario, tiene un sentido positivo: “silencio es el comportamiento indispensable para escuchar a Dios y para acoger su comunicación, es la atmósfera vital de la oración y el culto divino”[1].

            En Dios reina el silencio que envuelve su Ser, su Misterio, y es en el silencio donde Dios se pronuncia a sí mismo en la Encarnación, como profetizaba el libro de la Sabiduría y canta la liturgia de Navidad: “Un silencio sereno lo envolvía todo, y, al mediar la noche su carrera, tu Palabra todopoderosa, Señor, vino desde el trono real de los cielos” (Sb 18,14-15).

miércoles, 12 de junio de 2024

El discernimiento, virtud (y IV)



7. De modo muy somero, existen unas reglas de discernimiento señaladas por aquel gran maestro de espíritu que es S. Ignacio de Loyola. Es conveniente conocerlas y empezar a ejercitarlas en cosas pequeñas hasta habituarnos. Pero siempre será bueno, en las grandes cosas, realizar este ejercicio y confrontarlo luego con algún maestro espiritual sabio y santo, o al menos, sabio.



El primer modo de discernimiento se hace invocando al Espíritu y pidiendo al Señor que mueva nuestra voluntad hacia lo que sea mejor en su servicio.

Luego se mira lo que se tiene que decidir, reflexionando sosegadamente sobre sus ventajas y utilidad en el seguimiento de Cristo; después sobre las desventajas que tendría tomar esa decisión. Mejor ponerlo todo por escrito. Lo mismo, en un segundo momento: si no se toma esta decisión, ver las ventajas de no tomarla y las desventajas, siempre para la propia santidad y seguimiento de Jesucristo. 

Visto todo y puesto por escrito, ante al Señor se mira hacia dónde tiende con mayor fuerza nuestra razón y se elige; una vez elegido, se suplica al Señor que acepte y confirme la elección, por si nosotros nos hemos equivocado.

domingo, 2 de junio de 2024

El beso (Ritos y gestos - IX), y 2ª parte



Osculumpacis – el beso santo de la paz

            Pero el beso también es signo de comunión fraterna y eclesial (no lo trivialicemos como mero gesto afectuoso, sentimental).

            El beso de paz forma parte de los ritos más primitivos de la liturgia cristiana. Sigue el mandato paulino: “Saludaos mutuamente con el beso de paz” (Rm 16,16), “saludaos unos a otros con el beso santo” (1Co 16,20; cf. 1Ts 5, 26), como también del mismo san Pedro: “saludaos unos a otros con el beso de amor fraterno” (1P 5,14).

            San Justino, en su I Apología, da testimonio de cómo la oración común se sellaba con el beso de paz, antes de pasar al rito eucarístico: “Acabadas las preces, nos saludamos con el ósculo” (c. 65), y también Hipólito en la TraditioApostolica: “Una vez que hayan orado, ofrezcan ósculo de paz. Y entonces ya ofrezcan los diáconos la oblación al obispo”.

            Se situó al final de la Oración de los fieles como sello de comunión orante en todas las liturgias y antes del ofertorio. Así permanece en todas las liturgias; en el rito hispano-mozárabe se sitúa entre los dípticos y la plegaria eucarística, como explica s. Isidoro: “La cuarta [oración] después de éstas, se introduce para el ósculo de la paz, a fin de que, reconciliados por la caridad, todos mutuamente se asocien dignamente con el sacramento del cuerpo y sangre del Señor, porque no consiente el cuerpo indivisible de Cristo disensiones de nadie” (De eccl. off., I, 15).

            Pero en el rito romano se fue trasladando a la cercanía del Padrenuestro, antes de la comunión. Dice san Agustín: “Cuando se ha completado la santificación decimos la oración dominical… Después de ella se dice “La paz con vosotros” y se besan entre sí los cristianos con el ósculo santo, que es signo de paz” (Serm. 227).

            El ósculo, según las costumbres antiguas, se daba en los labios; poco a poco se estableció la separación de sexos en la nave en razón del pudor para el beso de paz: “Y el obispo salude a la Iglesia y diga: “La paz de Dios con vosotros”, y el pueblo responda: “Y con tu espíritu”. Y el diácono diga a todos: “Saludaos unos a otros en el ósculo santo”, y los del clero besen al obispo, y los hombres a los hombres, y las mujeres a las mujeres” (Const. Apost., l. 8, c. 12, n.8-9).

            Y como hicieron los ministros, con el paso del tiempo el beso se convirtió en un abrazo donde se rozaban las mejillas.

            Como es un beso santo, de comunión fraterna y concordia eclesial, los Padres y los documentos antiguos insisten en que sea sincero y santo, no como el beso de Judas:

            “Y el diácono que asiste al pontífice diga al pueblo: “¿Alguien tiene algo contra alguien? Nadie sea hipócrita”. Después salúdense los hombres mutuamente, y las mujeres también entre sí con el beso en el Señor, pero que nadie lo haga con engaño como Judas, que entregó con un beso al Señor” (Const. Apost., l. 2, c. 57, n. 16-17).

           “¿Por qué te rebelas temerariamente contra Dios? Guardas resentimiento contra tu hermano, afilando contra él el cuchillo, armándole engaños, llevando tu corazón el veneno maligno, ¿y clamas a Dios: “Perdóname mis deudas como ya también he perdonado a mi deudor”? ¿Has venido a orar en la iglesia de Dios o a mentir? ¿A alcanzar gracia o a atraerte ira? ¿A conseguirte perdón de pecados o aumento de castigos? ¿A obtener salvación o tormento? ¿No ves que por esto nos damos el ósculo en aquella hora temible a fin de que, apartado todo lazo inicuo y todo endurecimiento de corazón, nos lleguemos al Señor con corazón puro?

           ¿Qué haces, oh hombre? Mientras los ángeles de seis alas sirven en los oficios litúrgicos cubriendo la mesa mística; mientras los querubines asisten alrededor de ella y cantan con voz clara el himno del trisagio; mientras los serafines se inclinan con gran reverencia; mientras el pontífice te alcanza misericordia por medio de su oración; mientras todos están en estos momentos sobrecogidos de temor y temblor; mientras es sacrificado el Cordero de Dios; mientras desciende de lo alto el Espíritu Santo; mientras los ángeles rodean invisiblemente a todos el pueblo y marcan con una señal e inscriben las almas de los fieles, ¿tú no te horrorizas de despreciar y dar a tu hermano el beso de Judas y de tener escondido en lo más íntimo del corazón el recuerdo constante de las injurias y el veneno mortal de la serpiente contra tu hermano?...

           Hablemos así y digamos cada día esto [habiendo perdonado a nuestros hermanos] en los momentos en que asistimos a la veneranda y tremenda sinaxis; el sacerdote, conociendo esto, después de la consagración del sacrificio incruento eleva el pan de la vida y lo muestra a todos. Después el diácono elevando la voz, dice: “Atendamos”, es decir, atended a vosotros mismos, hermanos; pues hace un momento habéis dicho unánimemente: “Tenemos nuestros corazones elevados al Señor”. Y además, confesando a Dios vuestra pureza y vuestro perdón de las injurias, dijisteis: “Perdónanos, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores”, y por eso os disteis unos a otros el ósculo de paz” (S. Anastasio Sinaíta, Sermón de la santa sinaxis).

            En la segunda mitad del siglo XII aparecen los osculatorios o portapaz, descendiendo la paz desde el altar a los fieles.

            Desde muy antiguo este beso ritual, santo, se consideró una preparación a la comunión, ya en tiempos de san Gregorio Magno. “Así, por ejemplo, un grupo de monjes amenazados de naufragio, primero se dieron el ósculo de paz y luego recibieron el Sacramento que llevaban consigo (S. Gregorio Magno, Dial., III, 36)” (Jungmann, p. 1021).

            El beso de paz tiene una forma estilizada, apropiada para el marco santo de la liturgia y así respetar su profundo sentido espiritual; según las rúbricas del Ceremonial de obispos de 1600:

           “El que da la paz, sin previa inclinación, pone las manos extendidas sobre los hombros del que la recibe, y éste las coloca debajo de los codos del que la da; aquél dice Paxtecum y éste responde Et cum spiritutuo, acercándose a la vez de modo que la mejilla izquierda de uno toque ligeramente la del otro” (Mtnez. de Antoñana, I, p. 490).

            Sabiendo que es un beso santo, y ubicado antes de la Comunión, hay que vivirlo espiritualmente, realizarlo con sobriedad, y cortando el empuje emotivista, sentimental, que se le ha querido dar.


El beso fraterno en el Sacramento del Orden

            El beso al nuevo ordenado aparece ya en las antiguas fuentes litúrgicas romanas tras la plegaria de ordenación; incluso la Traditio de Hipólito en la ordenación del nuevo obispo habla de que todos intercambian el ósculo de paz con él (c. 2), al igual que el sacramentario Veronense.


            También se da este beso a los nuevos presbíteros, antes de situarse entre el orden de los presbíteros, e igual al diácono. Así se mantuvo en el ceremonial romano hasta el siglo XIII, cuando el Pontifical de Guillermo Durando trasladó este beso al final de la misa (cf. Righetti, II, p. 969).

            En el actual Pontifical romano, el beso se da una vez terminada la plegaria de ordenación y las entregas, ya sea al obispo recién ordenado, ya a los nuevos presbíteros y diáconos, inmediatamente antes de pasar a la liturgia eucarística.

            Las rúbricas especifican el sentido de este beso.

jueves, 30 de mayo de 2024

Silencio en el rezo del rosario (Silencio - XLI)



El rosario es una oración que une lo vocal, lo meditativo y lo contemplativo, si se reza con sus pausas y contemplando los distintos misterios, evitando la precipitación. También el silencio es un elemento del mismo rosario, como explicaba Juan Pablo II:



“La escucha y la meditación se alimentan del silencio. Es conveniente que, después de enunciar el misterio y proclamar la Palabra, esperemos unos momentos antes de iniciar la oración vocal, para fijar la atención sobre el misterio meditado. El redescubrimiento del valor del silencio es uno de los secretos para la práctica de la contemplación y la meditación. Uno de los límites de una sociedad tan condicionada por la tecnología y los medios de comunicación social es que el silencio se hace cada vez más difícil. Así como en la Liturgia se recomienda que haya momentos de silencio, en el rezo del Rosario es también oportuno hacer una breve pausa después de escuchar la Palabra de Dios, concentrando el espíritu en el contenido de un determinado misterio” (Juan Pablo II, Rosarium virginis Mariae, 31).

domingo, 26 de mayo de 2024

El discernimiento, virtud (III)



5. En los inicios de la vida espiritual, el discernimiento resulta ser una lúcida y contrita conciencia de uno mismo; uno se reconoce tal cual es ante Dios, su pecado, las veces que le ha rechazado o le ha sido infiel. Ha entrado por fin en lo profundo del conocimiento de sí mismos; puede que con lágrimas de contrición y arrepentimiento, pero con profunda paz, porque la humildad verdadera “no alborota” (Sta. Teresa) ni lleva a desesperanza. 


De este conocimiento propio, se descubre que Dios es Amor, ha permanecido Fiel a pesar de nuestro pecado e ingratitud. Hay muchas trampas para que no discernamos nuestro ser evitando así abrazarnos al Amor de Dios. Basta caminar y perseverar en oración y en confianza hacia Dios.

La paz es un elemento de discernimiento muy importante, pues la verdadera paz es signo del lenguaje y del paso de Dios. Paz falsa es la que aparece de pronto –junto con una alegría exultante- pero su origen es externo, da mucho ruido, y desaparece con facilidad; además la falsa paz puede venir de la acomodación al propio pecado adormeciendo la conciencia o de la mediocridad en nuestra vida cristiana.

sábado, 18 de mayo de 2024

El beso (Ritos y gestos - IX), 1ª parte



            En la liturgia, entra el gesto del beso, a elementos materiales o a personas, con una ambivalencia: es expresión o de veneración o de comunión eclesial.


Venerar con un beso el altar y el Evangeliario



            El altar siempre es venerado con un beso por parte de quien preside una acción litúrgica (y acompañado también por los concelebrantes y el diácono en este gesto). Destaca el beso al altar al comienzo y al final de la Misa (IGMR 49; 90) y cuando un ministro ordenado preside la Liturgia de las Horas (cf. CE 196; 208).

            Es un signo de honor al altar que representa al mismo Cristo, ungido y revestido con mantel y luces. El altar no es una mesa cualquiera, ni se puede tratar de cualquier forma. Merece el honor, el respeto y la veneración de todos; por eso se besa al inicio de la santa liturgia.

            En el rito de dedicación, el altar no se besa al inicio de la liturgia al no estar consagrado aún, sino en el ofertorio, una vez consagrado y revestido (CE 908). Sin embargo, desnudo el altar, no se besa el Viernes Santo (cf. CE 316-317).

            Besar el altar es un gesto que proviene de la antigüedad cristiana. Desde antiguo (hay testimonios ya en el siglo III) estaba prescrito que al llegar al altar se besase. “El beso, pues, iba dirigidio al altar como tal, en cuanto símbolo de Cristo y “Mensa sacramentidonatrix”, como cantaba el poeta Prudencia [Peristefanon, XI, 17]. La prescripción del ósculo al altar se halla ya en el Ordo Romano I, el cual manda que lo besen incluso los diáconos de los lados” (Righetti, II, 177).

jueves, 16 de mayo de 2024

Tus siete dones - Veni Creator Spiritus!



Tu septiformis munere,
Dextrae Dei tu digitus,
tu rite promissum Patris,
sermone ditans guttura.



            Tu septiformis munere - Tú derramas sobre nosotros los siete dones

            Enriquece las almas con los siete dones y con sus frutos, capacitándonos así para obrar el bien, la belleza y la verdad, como Cristo, configurándonos con Cristo, hechos semejantes a Cristo.

            Los siete dones del Espíritu Santo perfeccionan nuestro ser y nuestro obrar adaptándolos a los modos divinos de actuar, dándoles connaturalidad con el modo de Dios al actuar. Son, los siete dones, participación en Cristo, el Ungido: espíritu de sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Es la “septiforme gracia del Espíritu Santo”, que dice la Tradición en los antiguos textos litúrgicos.


            “El nombre de dones del Espíritu Santo, en el lenguaje teológico y catequético, se reserva a las energías exquisitamente divinas que el Espíritu Santo infunde en el alma para perfeccionamiento de las virtudes sobrenaturales, con el fin de dar al espíritu humano la capacidad de actuar de modo divino” (Juan Pablo II, Audiencia general, 3-abril-1991).


domingo, 12 de mayo de 2024

Silencio en la celebración del Viernes Santo (Silencio - XL)



El silencio pesa, es elocuente y denso, en el inicio de la gran celebración del Viernes Santo; silencio de penitencia y austeridad, silencio de adoración ante el gran Misterio, predispone muy bien a vivir interiormente esta sobria y santísima celebración:



“El sacerdote y los ministros se dirigen en silencio al altar sin canto alguno. Si hay que decir algunas palabras de introducción, debe hacerse antes de la entrada de los ministros.
El sacerdote y los ministros, hecha la debida reverencia al altar, se postran rostro en tierra; esta postración, que es un rito propio de este día, se ha de conservar diligentemente por cuanto significa tanto la humillación “del hombre terreno”, cuanto la tristeza y el dolor de la Iglesia.
Los fieles durante el ingreso de los ministros están de pie, y después se arrodillan y oran en silencio” (Carta Prep. y celebración de las fiestas pascuales, 65).

            El silencio, igualmente, acompaña la solemne proclamación de la liturgia de la Palabra, incluyendo el momento de gracia, ¡memorial!, en que en la Pasión se dice: “y Jesús, inclinando la cabeza, entregó el espíritu”, cuando “todos se arrodillan y hacen una pausa”, como marca el leccionario.

miércoles, 8 de mayo de 2024

El discernimiento, virtud (II)



3. El discernimiento es un arte (por tanto, tiene una técnica, una teoría, pero hace falta la inspiración, la gracia), un arte que es la comunicación y comprensión recíproca entre Dios y el hombre, y es bueno desentrañar y conocer sus dinámicas profundas. El discernimiento es el arte de seguir a Cristo, tanto en las grandes opciones de vida, de trabajo y apostolado, como en lo pequeño y cotidiano, que es donde nos santificamos. Así el discernimiento lleva a una madurez eclesial y a una fidelidad probada.



Entre el creyente y su Señor existe una comunicación verdadera, donde Dios se adapta al modo humano, comunicándose en lenguaje humano, sensible, en los pensamientos y sentimientos del hombre. Es el lenguaje de Dios con cada alma. 

El discernimiento es oración, un arte propio y verdadero en la vida del Espíritu y forma parte de las relaciones de Dios con el hombre. 

El discernimiento permite al creyente verse con los ojos de Dios, percibirse según la fe, en el gran plan de la historia de la salvación personal que Dios realiza. Los sacerdotes reciben ese discernimiento para los demás en virtud del carácter sacramental del Orden; algunos hombres y mujeres verdaderamente espirituales, que siempre han sido grandes maestros espirituales, también lo reciben para los demás.

domingo, 28 de abril de 2024

Silencio en los ritos exequiales (Silencio - XXXIX)



El rito exequial, solemne y austero, introduce un momento de silencio sagrado en el rito de la despedida del cadáver, en los últimos ritos exequiales, donde todos oran en silencio encomendando al difunto.



            Las rúbricas explican así todo este conjunto de elementos para la última recomendación del cadáver y el sentido que tiene:

            “Este rito no significa una purificación, que se realiza principalmente por el sacrificio eucarístico, sino el último saludo de la comunidad cristiana a uno de sus miembros, antes de que se lleven el cuerpo o de que sea sepultado. Pues, si bien en la muerte hay siempre una separación, a los cristianos, que como miembros de Cristo son una sola cosa en Cristo, ni siquiera la muerte puede separarlos.

            El celebrante introduce y explica este rito con una monición; siguen unos momentos de silencio, la aspersión e incensación y el canto de despedida. Este canto, compuesto de texto y melodía adecuados, debe ser cantado por todos y, a la vez, todos han de ver en él la culminación del rito.

            También la aspersión, que recuerda la inscripción en la vida eterna realizada por el bautismo, y la incensación, con la que se honra el cuerpo del difunto, templo del Espíritu Santo, pueden ser consideradas como gestos de despedida” (RE 10).