"Permaneced en mí y yo en vosotros"
"Sin mí, no podéis hacer nada".
Esta perícopa (texto) evangélico de Jn 15 lo leeremos varias veces a lo largo de estas semanas pascuales. Ofrecen el sentido de la vida divina que nos ofrece el Señor glorificado si permanecemos unidos a Él. La unión con Cristo es posible y es real, y es el principio determinante de toda fecundidad, de todo afán apostólico, de toda vida cristiana.
Sin vida interior, sin unión constante con Jesús resucitado, es imposible que haya vida en nosotros. Caeremos en el activismo, pero cada vez más secos por dentro. Y el sarmiento que no da fruto, se seca, se corta y se arroja al fuego.
La Pascua renueva el deseo de la vida de Cristo en nosotros y de la comunión personal con Él.
"El Evangelio de hoy, quinto domingo del tiempo pascual, comienza con la
imagen de la viña. «Jesús dijo a sus discípulos: “Yo soy la verdadera vid, y mi
Padre es el labrador”» (Jn 15, 1). A menudo, en la Biblia, a Israel se le
compara con la viña fecunda cuando es fiel a Dios; pero, si se aleja de él, se
vuelve estéril, incapaz de producir el «vino que alegra el corazón del hombre»,
como canta el Salmo 104 (v. 15). La verdadera viña de Dios, la vid verdadera, es
Jesús, quien con su sacrificio de amor nos da la salvación, nos abre el camino
para ser parte de esta viña. Y como Cristo permanece en el amor de Dios Padre,
así los discípulos, sabiamente podados por la palabra del Maestro (cf. Jn
15, 2-4), si están profundamente unidos a él, se convierten en sarmientos
fecundos que producen una cosecha abundante. San Francisco de Sales escribe: «La
rama unida y articulada al tronco da fruto no por su propia virtud, sino en
virtud de la cepa: nosotros estamos unidos por la caridad a nuestro Redentor,
como los miembros a la cabeza; por eso las buenas obras, tomando de él su valor,
merecen la vida eterna» (Trattato dell’amore di Dio, XI, 6, Roma 2011,
601).