El método teológico es la forma de elaborar la teología, los pasos propios de una ciencia que tiene su propio proceso de elaboración, sin que falten ninguno de ellos para no incurrir en error. Son conocidos: Escritura, Padres, recurso a las fuentes y a la liturgia, documentos, concilios y declaraciones del Magisterio, confrontación con el pensamiento contemporáneo, reflexión y síntesis, oración y contemplación...
Cuando faltan alguno de estos elementos del método teológico, la teología fácilmente se convierte en una construcción personal que se deja llevar por el subjetivismo, originando interpretaciones o planteamientos novedosos, aparentemente atractivos pero radicalmente engañosos; planteamientos o propuestas teñidas de lenguaje actual, que pretenden ser llamativas pero son construcciones personales, sin base en la Tradición, lejos del sentir de la Iglesia, distantes de la regla de la fe. Ya pueden tener un gran respaldo editorial, ser presentados como referentes en ciertos medios –prensa escrita o Internet-, ser ensalzados como “nuevos profetas”, que su teología no es teología, sino ideología, porque no ha respetado el método teológico.
Entre estos elementos del método teológico hay uno que desde hace varios decenios es sistemáticamente ignorado: el respeto al Magisterio de la Iglesia. La misión de definir la fe, de vigilar su ortodoxia, de garantizar que algo sí se ajusta a la fe eclesial, es tarea ineludible del Magisterio, como misión específica de los pastores de la Iglesia. Son éstos los maestros de la fe. Y el Magisterio se explicita en los Símbolos de la fe, en los Concilios, en la enseñanza del Papa (con el rango de importancia según sea el documento: Constitución apostólica, Bula, Encíclica, Exhortación apostólica...) y de los Obispos en comunión con Pedro.
Entre estos elementos del método teológico hay uno que desde hace varios decenios es sistemáticamente ignorado: el respeto al Magisterio de la Iglesia. La misión de definir la fe, de vigilar su ortodoxia, de garantizar que algo sí se ajusta a la fe eclesial, es tarea ineludible del Magisterio, como misión específica de los pastores de la Iglesia. Son éstos los maestros de la fe. Y el Magisterio se explicita en los Símbolos de la fe, en los Concilios, en la enseñanza del Papa (con el rango de importancia según sea el documento: Constitución apostólica, Bula, Encíclica, Exhortación apostólica...) y de los Obispos en comunión con Pedro.