La Eucaristía es “fuente y cumbre” de la vida de la Iglesia (cf. SC 10). En
Ella está contenido; es la fuerza de la evangelización y al mismo tiempo, su
cumbre.
No hay incompatibilidad alguna entre liturgia y evangelización, sino
mutuas y profundas relaciones frente a toda separación que el secularismo, las
ideologías, los falsos conceptos de liturgia.
La voz del Concilio Vaticano II deja bien sentados los principios:
La sagrada liturgia no agota toda
la actividad de la Iglesia;
pues para que los hombres puedan llegar a la liturgia, es necesario que antes
sean llamados a la fe y a la conversión... Por eso, a los no creyentes la Iglesia proclama el
mensaje de salvación para que todos los hombres conozcan al único Dios
verdadero y a su enviado Jesucristo, y se conviertan de sus caminos haciendo
penitencia. Y a los creyentes les debe predicar continuamente la fe y la
penitencia, y debe prepararlos además para los sacramentos, enseñarles a
cumplir toda clase de obras de caridad, piedad y apostolado, para que se ponga
de manifiesto que los fieles sin ser de este mundo, son la luz del mundo y dan
gloria al Padre delante de los hombres (SC 9).
No
obstante, la liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo
la fuente de donde mana toda su fuerza. Pues los trabajos apostólicos se
ordenan a que, una vez hechos hijos de Dios, por la fe y el bautismo,
todos se reúnan, alaben a Dios en medio de la Iglesia, participen en
el sacrificio y coman la Cena
del Señor.
Por
su parte, la liturgia misma impulsa a los fieles a que, saciados con “un mismo
sacramento pascual”, “vivan siempre unidos en el amor de Dios”; ruega a Dios
que “vivan siempre de acuerdo con la fe que profesaron”; y la renovación de la Alianza del Señor con los
hombres en la Eucaristía
enciende y arrastra a los fieles a la apremiante caridad de Cristo. Por
tanto, de la liturgia, sobre todo de la Eucaristía, mana hacia
nosotros la gracia como de su fuente, y se obtiene con la máxima eficacia
aquella santificación de los hombres en Cristo y aquella glorificación de Dios,
a la cual las demás obras de la
Iglesia tienden como a su fin (SC 10).
Por tanto, fuente y culmen, mutuas y
necesarias relaciones entre Eucaristía y evangelización. Es lo que, Ecclesia de
Eucharistia tiene en cuenta y recuerda:
“La Eucaristía es la fuente, y al mismo tiempo, la cumbre de toda la evangelización, puesto que su objetivo es la comunión de los hombres con Cristo, y en Él, con el Padre y con el Espíritu Santo” (EE 22).
*
La asistencia social
*
La mera solidaridad
*
Los proyectos de
desarrollo en países pobres
*
Una difusa ética de
valores o el sincretismo de una "ética mundial"
*
Un biblicismo aferrado
a la exégesis científica fuera del contexto de la Tradición
*
Omitir la Verdad, para sustituirla
por la opinión y el consenso.
Éste es un falso y secularizado concepto de evangelización
que no edifica ni planta la
Iglesia (plantatio Ecclesiae). No es éste el pensamiento del
Papa Juan Pablo II en la NMI:
Ahora
tenemos que mirar hacia delante, debemos “remar mar adentro”, confiando en la
palabra de Cristo: Duc in altum!... Las experiencias vividas deben suscitar en nosotros un dinamismo nuevo,
empujándonos a emplear el entusiasmo experimentado en iniciativas concretas...
Es mucho lo que nos espera y por eso tenemos que emprender una eficaz
programación pastoral post-jubilar... Es importante que lo que nos propongamos,
con la ayuda de Dios, esté fundado en la contemplación y en la oración... El
misterio de Cristo [es] fundamento absoluto de toda nuestra acción pastoral
(NMI 15).
Cada domingo vivimos esta realidad
de forma especial en la
Eucaristía, que nos hace entrar en la dinámica de la Misa a la “misión”
(recordemos el sentido del “Ite, missa est”, es decir, “id a la misión”,
“podéis ir en paz” a la misión):
Al
recibir el Pan de vida, los discípulos de Cristo se disponen a afrontar, con la
fuerza del Resucitado y de su Espíritu, los
cometidos que les esperen en su vida ordinaria. En efecto, para el fiel que
ha comprendido el sentido de lo realizado, la celebración eucarística no
termina sólo dentro del templo. Como los primeros testigos de la resurrección,
los cristianos convocados cada domingo para vivir y confesar la presencia del
Resucitado están llamados a ser evangelizadores
y testigos en su vida cotidiana. La oración después de la comunión y el
rito de conclusión –bendición y despedida- han de ser entendidos y valorados
mejor, desde este punto de vista, para que quienes han participado en la Eucaristía sientan más
profundamente la responsabilidad que se
les confía. Después de despedirse la asamblea, el discípulo de Cristo
vuelve a su ambiente habitual con el
compromiso de hacer de toda su vida un
don, un sacrificio espiritual agradable a Dios. Se siente deudor para con
los hermanos de lo que ha recibido en la celebración, como los discípulos de
Emaús que, tras haber reconocido a Cristo resucitado en la fracción del pan (cf. Lc 24,30-32), experimentaron la
exigencia de ir inmediatamente a compartir con sus hermanos la alegría del
encuentro con el Señor (Dies Domini, 45).
Es la urgencia de la evangelización
en el mundo entero, en todos los continentes, e igualmente en Europa donde fue
la fe cristiana la que dio su ser y cultura a Europa -¡Europa nació cristiana!-
y sin embargo, está totalmente descristianizada, o con un barniz superficial, o
quedando como un producto cultural, algo tradicional pero carente de sentido
para cada vida, sin incidencia, sin fuerza, sin coraje ni audacia.
Iglesia
en Europa, te espera la tarea de la nueva evangelización. Recobra el entusiasmo
del anuncio (Ecclesia in Europa 45).
En
varias partes de Europa se necesita un primer anuncio del Evangelio... De
hecho, Europa ha pasado a formar parte de aquellos lugares tradicionalmente
cristianos en los que, además de una nueva evangelización, se impone en
ciertos casos una primera evangelización (EiE 46).
Además,
por doquier es necesario un nuevo anuncio incluso a los bautizados.
Muchos europeos contemporáneos creen saber qué es el cristianismo, pero
realmente no lo conocen. Con frecuencia se ignoran ya hasta los elementos y las
nociones fundamentales de la fe. Muchos bautizados viven como si Cristo no
existiera: se repiten los gestos y los signos de la fe, especialmente en las
prácticas de culto, pero no se corresponde con una acogida real del contenido
de la fe y una adhesión a la persona de Jesús. En muchos, un sentimiento
religioso vago y poco comprometido ha suplantado a las grandes certezas de la
fe... [Hay que] guiar a los bautizados a convertirse
a Cristo y a su Evangelio: nuestras comunidades tendrían que preocuparse
seriamente por llevar el Evangelio de la esperanza a los alejados de la fe o
que se han apartado de la práctica cristiana (EiE 47).
De la Misa a la misión; la
evangelización es plantatio Ecclesiae y, como tal, la Eucaristía nos lleva a
la evangelización cada cual en su estado de vida, sin confusiones (sin
clericalizar a los laicos, ni aseglarar a los presbíteros...)
La Misa evangeliza también de por sí para quien la
vive entrando en el Misterio y dejándose interpelar por lo que Cristo entrega
en la Eucaristía:
-
es evangelizadora
cuando nos dejamos imbuir de sus signos (comunión de bienes espirituales y
económicos, signaciones, gestos de paz, fracción del Pan y su distribución)
-
es evangelizadora en
sus oraciones pues expresan y transmiten la fe de la Iglesia (lex orandi, lex
credendi)
-
es evangelizadora por la Palabra de Dios proclamada
que penetra los corazones como espada de doble filo por la acción del Espíritu
Santo (cf. OLM 7; 9).
-
Es evangelizadora por
la homilía que expone la verdad de la fe (cf. OLM 8; 24).
-
Es evangelizadora por
el Cuerpo de Cristo que comulgamos, que es el Amor mismo y su caridad no
impulsa, recibiendo el Espíritu como un nuevo Pentecostés evangelizador (cf. OLM 10).
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