La música y el canto litúrgico poseen un papel muy relevante por la naturaleza propia de la liturgia. La santidad y bondad de formas de su música y sus textos hacen que no cualquier cosa, rítmica, o simpática, o pegadiza, pueda entrar en la liturgia. Requiere algo más.
El compositor católico, o sea, el que imbuyéndose de la liturgia y de sus textos, les da forma musical, ha recibido un carisma especialísimo para el bien de la Iglesia, así como el cantor -o coro- que con pasión por la música, posee una conciencia clara de servir a la liturgia y a los miembros de la Iglesia sin arrogarse un papel de tiranía imponiendo sus gustos y su propio lucimiento.
En cierto modo, también el cantor y el coro han recibido un 'carisma' que han de ejercer para bien y edificación de la Iglesia. ¡Importante y delicada misión!
Leamos y comentemos este discurso de Benedicto XVI:
"Al encontrarme con vosotros, desearía destacar brevemente cómo la
música sagrada puede favorecer, ante todo, la fe, y además contribuir a
la nueva evangelización.
Acerca de la fe, es natural pensar en la
historia personal de san Agustín —uno de los grandes Padres de la
Iglesia, que vivió entre los siglos IV y V después de Cristo—, a cuya
conversión contribuyó ciertamente y de modo relevante la escucha del
canto de los salmos y los himnos en las liturgias presididas por san
Ambrosio. En efecto, si bien la fe siempre nace de la escucha de la
Palabra de Dios —una escucha naturalmente no sólo de los sentidos, sino
que de los sentidos pasa a la mente y al corazón—, no cabe duda de que
la música, y sobre todo el canto, pueden dar al rezo de los salmos y de
los cánticos bíblicos mayor fuerza comunicativa. Entre los carismas de
san Ambrosio figuraba justamente el de una destacada sensibilidad y
capacidad musical, y, una vez ordenado obispo de Milán, puso este don al
servicio de la fe y de la evangelización. El testimonio de Agustín, que
en aquel tiempo era profesor en Milán y buscaba a Dios, buscaba la fe,
es muy significativo al respecto. En el décimo libro de las Confesiones,
de su autobiografía, escribe: «Cuando recuerdo las lágrimas que derramé
con los cánticos de la iglesia en los comienzos de mi conversión, y lo
que ahora me conmuevo, no con el canto, sino con las cosas que se
cantan, cuando se cantan con voz clara y una modulación convenientísima,
reconozco de nuevo la gran utilidad de esta costumbre» (XXXIII, 50). La
experiencia de los himnos ambrosianos fue tan fuerte que Agustín los
llevó grabados en su memoria y los citó a menudo en sus obras; es más,
escribió una obra propiamente sobre la música, el De Musica.
Afirma que durante las liturgias cantadas no aprueba la búsqueda del
mero placer sensible, pero que reconoce que la música y el canto bien
interpretados pueden ayudar a acoger la Palabra de Dios y a experimentar
una emoción saludable. Este testimonio de san Agustín nos ayuda a
comprender que la constitución Sacrosanctum Concilium,
conforme a la tradición de la Iglesia, enseña que «el canto sagrado,
unido a las palabras, constituye una parte necesaria o integral de la
liturgia solemne» (n. 112). ¿Por qué «necesaria o integral»? Está claro
que no es por motivos puramente estéticos, en un sentido superficial,
sino porque precisamente por su belleza contribuye a alimentar y
expresar la fe y, por tanto, a la gloria de Dios y a la santificación de
los fieles, que son el fin de la música sagrada (cf. ib.).
Justamente por esto quiero agradeceros el valioso servicio que prestáis:
la música que ejecutáis no es un accesorio o sólo un adorno exterior de
la liturgia, sino que es ella misma liturgia. Vosotros ayudáis a que
toda la asamblea alabe a Dios, a que su Palabra descienda a lo profundo
del corazón: con el canto rezáis y hacéis rezar, y participáis en el
canto y en la oración de la liturgia que abraza toda la creación al
glorificar al Creador.
El segundo aspecto que propongo a vuestra
reflexión es la relación entre el canto sagrado y la nueva
evangelización. La constitución conciliar sobre la liturgia recuerda la
importancia de la música sagrada en la misión ad gentes y exhorta
a valorizar las tradiciones musicales de los pueblos (cf. n. 119). Pero
precisamente también en los países de antigua evangelización, como
Italia, la música sagrada —con su gran tradición que le es propia, que
es cultura nuestra, occidental— puede tener y de hecho tiene una misión
relevante, para favorecer el redescubrimiento de Dios y un acercamiento
renovado al mensaje cristiano y a los misterios de la fe. Pensemos en la
célebre experiencia de Paul Claudel, poeta francés que se convirtió
escuchando el canto del Magníficat durante las Vísperas de
Navidad en la catedral de Notre Dame de París: «En aquel momento
—escribe— tuvo lugar el acontecimiento que domina toda mi vida. En un
instante mi corazón fue tocado, y creí. Creí con una fuerza de adhesión
tan grande, con tal elevación de todo mi ser, con una convicción tan
fuerte en una certeza que no dejaba lugar a ningún tipo de duda que,
después de entonces, ningún razonamiento, ninguna circunstancia de mi
vida agitada han podido turbar mi fe ni tocarla». Pero, sin importunar a
personajes ilustres, pensemos en cuántas personas han sido tocadas en
lo profundo del corazón escuchando música sagrada; y mucho más quienes
se han sentido atraídos nuevamente hacia Dios por la belleza de la
música litúrgica, como Claudel. Y aquí, queridos amigos, tenéis un papel
importante: esforzaos por mejorar la calidad del canto litúrgico, sin
temor a recuperar y valorizar la gran tradición musical de la Iglesia,
que en el gregoriano y en la polifonía tiene dos de las expresiones más
elevadas, como afirma el mismo Vaticano II (cf. Sacrosanctum Concilium,
116). Y desearía poner de relieve que la participación activa de todo
el pueblo de Dios en la liturgia no sólo consiste en hablar, sino
también en escuchar, en acoger con los sentidos y con el espíritu la
Palabra, y esto vale también para la música sagrada. Vosotros, que
tenéis el don del canto, podéis hacer cantar el corazón de muchas
personas en las celebraciones litúrgicas.
Queridos amigos: deseo
que en Italia la música litúrgica se eleve cada vez más, para alabar
dignamente al Señor y para mostrar cómo la Iglesia es el lugar donde la
belleza es de casa" (Benedicto XVI, Disc. al Congreso italiano de las Scholae cantorum, 10-noviembre-2012).
Estas son las perspectivas, los retos, las líneas para comprender el canto litúrgico y la música en la liturgia.
Mejorar el cántico y romper las guitarras...
ResponderEliminarPor lo destacado en el texto ya veo,pero me gustaría conocer su opiniòn sobre esos instrumentos en la liturgia actual...
Maravilloso blog de sana doctrina y espléndidas fotos.
Abrazos fraternos.