Prestando atención a ellas durante la celebración eucarística, y luego rezándolas y meditándolas en privado, iremos enriqueciendo nuestra comprensión del Misterio de la liturgia y de la acción del mismo Cristo.
¿Qué esperamos de la Santa Misa?
Hemos ido viendo que se suplica la purificación del corazón, la redención y salvación, y también la santidad de vida, conceptos éstos muy distantes tanto del lenguaje secularizado que se ha introducido en la catequesis y en la homilía, como de lo "políticamente correcto" hoy al tratar de la fe católica.
Pero las fuentes, es decir, la referencia de la liturgia, son claras.
4. ¡Por todos!
Ya
que el sacrificio de Jesucristo en la
Cruz se ofreció por todos, por la humanidad entera,
reconciliándonos con el Padre, reparando el pecado de Adán, la Eucaristía santísima se
ofrece igualmente por todos.
La Eucaristía que
celebramos es así universal y católica ya que ofrece el mismo Sacrificio de
Cristo implorando la salvación de todos. Un alma con sentido católico no reza
exclusivamente por sí y para sí, sino que dilata su corazón por todos. La
ofrenda de la Eucaristía
nos saca de nosotros mismos, de lo meramente nuestro y nuestras necesidades,
para hacernos “católicos”, universales. En eso nos educa una oración sobre las
ofrendas que reza así:
“Oh Dios, que has llevado a la perfección del sacrificio único los diferentes sacrificios de la antigua alianza, recibe y santifica las ofrendas de tus fieles, como bendijiste la de Abel, para que la oblación que ofrece cada uno de nosotros en honor de tu nombre sirva para la salvación de todos”[1].
El
sacrificio eucarístico es sacrificio de Cristo y también sacrificio de la Iglesia, unida a su Cabeza
y Esposo. Lo ofrece por todos, ruega e implora la salvación de todos, espera
que ninguno se pierda, suplica que sean reunidos los hijos de Dios dispersos.
No
quiere la Iglesia
que el sacrificio de Cristo sea inútil o se desperdicie, sino que alcance a
todos los hombres, a todas las almas, y la redención siga avanzando. Ese deseo
tan eclesial logra que el corazón de cada uno de los participantes en la Misa tenga sed de la
salvación para la humanidad entera y ofrezca la Eucaristía por el bien
y la redención de todos.
Éste
es el sentir de la oración sobre las ofrendas:
“Sé propicio a nuestras súplicas, Señor, y recibe con bondad las ofrendas de tus siervos, para que la oblación que ofrece cada uno en honor de tu nombre sirva para la salvación de todos”[2].
Cuando
en ocasiones la liturgia, con el influjo subjetivista de la secularización, se
cierra sólo al “grupo”, al “nosotros, para “tomar conciencia” de la realidad
que nos interpela, o comprometernos por “los valores del Reino”, etc, se pierde
la catolicidad del sacrificio del Señor.
Cuando
la celebración se cierra al “nosotros” de los allí presentes, pidiendo sólo por
ellos mismos una y otra vez, se olvida cómo el sacrificio de la Eucaristía nos lleve
más allá de nosotros mismos para mirar a tantos que vagan como ovejas sin
pastor.
El deseo de la Iglesia manifestado en el Concilio Vaticano II y ya antes en otros documentos, especialmente en la Encíclica "Mediator Dei" de Pío XII es que se instruya sin cesar a los fieles acerca de lo que es la Misa, su obligación, sus fines y su participación en el sacrificio eucarístico "en cuya comparación nada puede ser tan honroso y agradable a Dios".
ResponderEliminarLa Iglesia da a la Santa Misa mucha importancia porque es el mismo sacrificio del Calvario, el que Jesucristo ofreció en la cruz para la salvación de todos los hombres. .El Papa Juan XXIII dijo que "el cristiano no debe estimar nada por encima del Santo sacrificio de la Misa", y es porque su valor es grande, pues, como dice San Juan Crisóstomo, "la celebración de la Misa, en cierta manera, vale tanto cuanto vale la muerte de Cristo en la cruz... Y ¿cuál es el precio de la sangre de Cristo derramada en la cruz? Es el precio de la redención de la humanidad.
Padre, te da gloria tu Hijo en el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.
Julia María:
ResponderEliminarEse deseo de instruir en la verdadera naturaleza de la participación litúrgica es el que me ha llevado a escribir tantas tandas de artículos estrictamente litúrgicos.
Y junto a ese deseo, el convencimiento de que hemos de acostumbrarnos a extraer de los textos litúrgicos su teología y su espiritualidad, para empaparnos con ellos y orar con ellos.
Un saludo cordial