Es propio de la enseñanza saber compendiar en frases lo principal de una doctrina, facilitando así la tarea de síntesis en el oyente de todo un discurso prolongado y dejando que se grabe en la memoria. De esta manera, el oyente puede volver una y otra vez a lo escuchado gracias a esa sentencia memorizada, compendiar grandes verdades en una fórmula breve.
Los pensamientos de san Agustín, si los leemos varias veces y llegamos a memorizar, son una enseñanza espiritual y teológica de primer orden para nosotros; al fin y al cabo, hemos de nutrirnos y aprender de la Tradición. Miserere los ofrece con frecuencia; aquí gracias a su trabajo, los recopilamos y ofrecemos.
La oración nunca puede ser formal, exterior, hiératica, por mero cumplimiento de deberes; sólo el afecto a Dios, amado, sumamente amado, puede mover la oración, y es ese afecto el que toca las puertas del corazón de Dios.
Nuestra situación existencial es la de "viatores", es decir, caminantes, peregrinos. Antiguamente había una concepción vital más clara de este aspecto, porque la escatología no era algo extraño ni lejano, sino que estaba muy presente en la predicación y en la vida cristiana. Nuestra patria es el cielo y aquí estamos como desterrados; nuestra morada es el cielo y nuestro deseo debe ser la vida de los bienaventurados.
Ante Dios nada hay oculto: El penetra los secretos del corazón. Inútil es protegerse ante Dios, disimular, ocultar o justificar los propios pecados; es más útil y beneficioso la sencilla confesión ante Dios -y mediante el sacramento- del mal que hemos cometido.
La fe mueve a las obras, la fe actúa por la caridad. Así la fe se convierte en un principio de vida, luchando contra el pecado, haciendo el bien, ofreciéndose en sacrificio agradable al Señor.
El amor a la unidad, el amor mismo, nos sitúa en comunión con los demás, y así participamos de los bienes de todos, del tesoro espiritual de todos.
Más que palabras, que fácilmente se convierten en palabrería, hay que atender a la fe verdadera, que habita en el corazón, que justifica, que nos hace vivir en santidad y mueve a las obras santas.
Amar a Dios, que siempre es el centro de la vida cristiana, dilata de tal manera el corazón, lo ensancha del estrecho límite del amor propio y del egoísmo, que impulsa, con naturalidad, a amar al prójimo, servirlo, ayudarlo, perdonarlo. Póngase el corazón en Dios, ámele con todo el afecto, y amará también al prójimo.
¿Amamos lo suficiente a Dios? ¿Sabemos cuánto lo amamos? ¿Podremos medirlo, calibrarlo? Sólo podemos reconocer que lo amamos, en todo caso, cuanto podemos, lo más que podemos. Habrá que pedir a Dios que lo podamos amar más y mejor y que Él nos dé ese amor.
Los verdaderos trabajos del cristiano son interiores, espirituales: erradicar pecados, sembrar virtudes y luego afianzarlas, el apostolado, la evangelización, los duros trabajos del Evangelio cada cual según su vocación. Pero el amor de Dios hace que esos trabajos sean ligeros y llevaderos.
Conocer a Dios es don de su Gracia. Por la razón podemos llegar a la existencia de Dios con un conocimiento natural, pero conocerlo a Él sólo es posible si una gran Gracia se nos da: que Él mismo nos permita conocerlo, se desvele, y así nos introduzca en su amistad.
El pensamiento de un cristiano siempre ha de ponerse en Dios; haga lo que haga, pensará y se acordará de Dios si Dios, de veras, está en su corazón. Esto es lo que, posteriormente, se llamará "vivir en presencia de Dios", "tener presencia de Dios". Observemos cuándo y de qué manera nos acordamos de Dios a lo largo del día.
La gracia de Dios precede y acompaña nuestras obras. Es la inspiración de la gracia y su fuerza en nuestra debilidad la que logrará que hagamos obras buenas y santas. Pero, si no las podemos hacer, muchas veces no es por falta de deseo o de voluntad, sino por el pecado original que nos paraliza en el bien obrar.
Ayer mi salud me estuvo "dando la lata" y fui incapaz de comentar, pero ¿cómo dejar solo a mi gran amigo Agustín aún con un día de retraso?
ResponderEliminar-El pensamiento de un cristiano siempre ha de ponerse en Dios; haga lo que haga..."vivir en presencia de Dios", "tener presencia de Dios"-
"Aquél que no piensa en Dios cuando está en el descanso, en sus actividades no podrá pensar en El. Pero quien se acordó de El estando en reposo, medita en El cuando obra para no desfallecer en la acción".