"¿Sabéis lo que estamos haciendo? Queremos renovar la memoria y, en ciertos aspectos, la escena, más aún que la escena, el acontecimiento popular y modesto, pero clamoroso, muy importante y decisivo, de la entrada mesiánica de Cristo en Jerusalén, la ciudad santa, hervidero de gentes en aquellos días por la afluencia de público de todas partes de Palestina, por causa de la celebración anual de la Pascua judía. Esta era la fiesta histórica de los hebreos, recordaba el pasado, la liberación del pueblo elegido de la esclavitud egipcia; renovaba la conciencia de su destino teocrático, y confirmaba la esperanza profética de futuros acontecimientos gloriosos, inherentes a la promesa divina que el pueblo guardaba con la antigua fe de Abraham.
Una tensión espiritual nacía siempre de aquella celebración; pero aquel año esa tensión pascual pareció alcanzar un grado elevadísimo de intensidad; la predicación de Cristo, a continuación de la de Juan el Precursor, había hecho fermentar los ánimos; las polémicas cada vez más ásperas entre Cristo y los judíos, y cada vez más encaminadas a dar una respuesta decisiva sobre la persona de Cristo y sobre su misión, el milagro estrepitoso de la resurrección de Lázaro, realizado aquellos días a poca distancia de Jerusalén, todo contribuía a producir una excitación singular, tanto en el grupo que se reunía en torno a Cristo, como entre la gente que se había enterado de su aproximación a la ciudad santa. Entonces se verificó el gran acontecimiento, Cristo que se había mostrado hasta entonces remiso a permitir en torno a sí manifestaciones solemnes del pueblo, Él mismo, aquel día (el domingo anterior a la tragedia del Calvario), la quiso y la preparó; y vosotros recordáis cómo se desarrolló la humilde y gloriosa cabalgata desde Betania a Jerusalén. La aparición de Cristo en la cima del monte de los olivos, sobre el pollino, fue como una chispa que provocó un incendio de entusiasmo, de gozo, de aclamaciones, de vivas, de hosannas; e inmediatamente el improvisado triunfo popular adquirió un significado sagrado, religioso, extraordinario; el significado de la venida del Mesías, aquel era el Mesías, esperado desde hacía siglos;
aquel era el Mesías, el era el Cristo, el enviado y el ungido de Dios,
Aquel en el que se resumía toda la historia pasada del pueblo hebreo a la espera de la venida del Cristo;
Aquel en el que se sintetizaban las esperanzas y se cumplían las promesas.
Aquel que por fin inauguraba el nuevo reino de David, el maravilloso reino de Dios.
Jesús, en aquel momento decisivo fue reconocido, fue proclamado, con su asentimiento, como el Cristo.
Cristo: ¿Comprendemos nosotros el ilimitado valor de este título? Lo empleamos con tanta frecuencia, y quizá no medimos la importancia que reviste, por su extraordinario significado; Cristo quiere decir Rey consagrado, lleno del Espíritu Santo, lugarteniente de Dios en el mundo; un significado universal y central para toda la humanidad; un significado que no se limita a los confines de la historia hebrea, sino que abarca y se extiende al mundo, a todos los tiempos y a todos los hombres; llega hasta nosotros.
Hoy nosotros estamos invitados a reconocer en Cristo el centro de nuestros destinos, al Maestro, al Salvador, al Dios hecho hombre, a Aquel que es principio y fin de nuestra historia temporal; a Aquel que es presente, y que para nuestra fortuna y nuestro gozo podemos reconocerlo, como él mismo dijo de sí, como camino, verdad y vida.