La plegaria de bendición del Óleo de enfermos, la antigua oración "Emitte", al explicitar el efecto que desea alcanzar el sacramento, habla de la curación de la enfermedad, del alivio del dolor y de la sanación del cuerpo.
Así dice la plegaria:
Señor Dios,
Padre de todo consuelo,
que has
querido sanar las dolencias de los enfermos por medio de tu Hijo:
escucha con amor
la oración de nuestra fe
y derrama
desde el cielo tu Espíritu Santo Defensor sobre este óleo.
Tú que has
hecho que el leño verde del olivo
produzca
aceite abundante para vigor de nuestro cuerpo,
enriquece con
tu bendición + este óleo,
para que
cuantos sean ungidos con él
sientan en el
cuerpo y en el alma
tu divina
protección
y experimenten
alivio en sus enfermedades y dolores.
Que por tu
acción, Señor,
este aceite
sea para nosotros óleo santo,
en nombre de
Jesucristo, nuestro Señor.
Él, que vive y
reina por los siglos de los siglos.
El efecto se quiere hacer sentir, por gracia, tanto en el cuerpo como en el alma; se evita así una espiritualización como una mera acción corporal, que bien podría caer en superstición, como en algún momento de la historia ocurrió.
La oración de
bendición une los efectos en el cuerpo y el alma cuando se dirige suplicante a
Dios, evitando así un doble peligro: el psicologismo o la influencia gnóstica y
una concepción mágica o supersticiosa del sacramento. Evitando estos dos extremos, hallaremos la fe de la Iglesia en el sacramento de la Unción, abarcando cuerpo y alma.
a)
El psicologismo,
o lo que podríamos llamar influencia gnóstica, podría definirse como la forma
de entender el sacramento de la
Unción sólo y exclusivamente en su aspecto interior, o
espiritual, pensando que lo importante es el alivio del alma, su resignación,
su esperanza, su forma de vivir la enfermedad, pero que ignora o no atiende el
beneficio corporal que pueda tener, por desprecio a la carne, o por una forma
dolorista de entender el cristianismo presuponiendo que el cuerpo es
despreciable y fuente de pecado.
Esto, que es claramente gnóstico y que se
viene repitiendo con diversos matices a lo largo de toda la historia de la
teología, se concreta en la forma de plantear y ofrecer el sacramento de la Unción.
Es bueno y
recomendable pedir la salud si tal es la voluntad de Dios y confiar en que, si
conviene en el plan de Dios, se puede incluso recibir la curación corporal por
lo que “la liturgia nunca dejó de orar al Señor a fin de que el enfermo pudiera
recobrar su salud si así convenía a su salvación (cf. DS 1696)” (CAT 1512).
“En cuanto al efecto curativo o corporal de la unción, es indudable la gran importancia que se le concedió en los primeros siglos... La curación corporal de que se habla no es mágica, sino proveniente de la gracia, o sea, por el poder del Espíritu y la respuesta de la fe. Tampoco es una curación parcial, sino integral, del cuerpo y el alma, de los miembros heridos y del corazón pecador”[1].
b) El segundo peligro es una concepción mágica o supersticiosa
del sacramento que busca la curación corporal, la sanación inmediata
sin mirar la participación interior en el misterio pascual del Señor ni la
gracia del Espíritu Santo.
El sacramento correría el riesgo grave de
convertirse en una práctica mágica o supersticiosa.
Cuerpo
y alma están unidos en la petición de la bendición del Óleo; la actuación del
Espíritu en el enfermo incluye tanto su cuerpo como su alma en un equilibrio
católico del concepto “persona”, siguiendo asimismo la práctica de Jesús mismo
en su vida terrenal; más aún, es el mismo Cristo quien sigue obrando
salvíficamente en el enfermo, sólo que ahora con la mediación sacramental y la
eficacia del Espíritu:
“Lo
esencial en la práctica de la unción de los enfermos está en la ayuda de Cristo
al enfermo, ayuda que se instrumentaliza a través de la oración y de la acción
de aquellos que son sus enviados. Obrando así, la Iglesia sigue el ejemplo
de Cristo y manifiesta su amor y su gracia hacia quienes son objeto de su
compasión y de su acción salvadora. La Iglesia ofrece al enfermo lo que Cristo puede
darle”[2].
[1] BOROBIO, D., Sacramentos y sanación..., p. 48.
[2] FLÓREZ, G., Penitencia y Unción de enfermos. Sapientia
Fidei, n. 2, Madrid 1993, p. 339s.
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