En el tiempo de la Pascua, la Iglesia recibe el impulso de su Señor para anunciar en el mundo que Cristo es el Señor; el impulso para afrontar un diálogo que acompañe a los hombres en el descubrimiento de la Verdad, planteando las grandes cuestiones: Dios y el hombre, la Verdad y la Vida.
La propuesta de anuncio se ha plasmado en una experiencia nueva, el "Atrio de los gentiles" para dialogar la fe y la razón y ofrecer las propuestas en un clima de sana laicidad (en palabras del propio Papa). Se trata de iniciativas grandes para la cultura de hoy, para los hombres de pensamiento de hoy, para el mundo de la cultura, de la universidad, los ámbitos en los que se forja una sociedad, su forma de vivir, de comunicar, de relacionarse.
Un videomensaje del Papa al primer encuentro de este "Atrio de los Gentiles" en París me parece que llama la atención y que deberíamos pensarlo, sobre todo, para ser sensibles a las nuevas cuestiones que se han de afrontar y adquirir una nueva mentalidad (mens) saliendo de los localismos, de la "pastoral de campanario" donde no se ve más allá que las mínimas cuestiones (devocionales, por ejemplo, o problemas domésticos-parroquiales) en las que estamos enredados.
"En el corazón de la Ciudad de las Luces, frente a esta magnífica obra maestra de la cultura religiosa francesa, Notre-Dame de París, se abre un gran atrio para dar un nuevo impulso al encuentro respetuoso y amistoso entre personas de convicciones diferentes. Vosotros jóvenes, creyentes y no creyentes, igual que en la vida cotidiana, esta noche queréis estar juntos para reuniros y hablar de los grandes interrogantes de la existencia humana. Hoy en día, muchos reconocen que no pertenecen a ninguna religión, pero desean un mundo nuevo y más libre, más justo y más solidario, más pacífico y más feliz. Al dirigirme a vosotros, tengo en cuenta todo lo que tenéis que deciros: los no creyentes queréis interpelar a los creyentes, exigiéndoles, en particular, el testimonio de una vida que sea coherente con lo que profesan y rechazando cualquier desviación de la religión que la haga inhumana. Los creyentes queréis decir a vuestros amigos que este tesoro que lleváis dentro merece ser compartido, merece una pregunta, merece que se reflexione sobre él. La cuestión de Dios no es un peligro para la sociedad, no pone en peligro la vida humana. La cuestión de Dios no debe estar ausente de los grandes interrogantes de nuestro tiempo.