jueves, 28 de noviembre de 2024

Lavatorio de manos (Ritos y gestos - XIV)



            Como a veces se presenta el Lavabo de las manos del sacerdote en la Misa como consecuencia de recibir él personalmente las ofrendas al pie del altar, veamos primero el rito de las ofrendas, la ubicación del lavabo y el modo de realizarlo hoy según el Misal romano.


            La oblación de los fieles está documentada entre otros por san Cipriano, san Ambrosio, san Jerónimo, san Agustín, san Cesáreo de Arlés, san Gregorio Magno y el Ordo Romanus (OR) I.

            Las Constituciones Apostólicas establecían la materia de las ofrendas: «No se ha de llevar cualquier cosa al altar, salvo en su época, las espigas nuevas, las uvas, también el aceite para la santa lámpara y el incienso para el momento de la divina oblación. Las demás cosas que se presenten sean destinadas a la casa, como presentes para el obispo o los presbíteros, pero no para el altar» (VIII, 47,3-4 SC 336,274-276).

            Sabemos por las mismas Constituciones (VIII, 12,3) que los dones aportados por el pueblo eran llevados por los diáconos al altar. Lo mismo decía la Tradición Apostólica: offerant diaconi oblationes (c. 4). Las aportaciones de los fieles se convirtieron en Occidente en una auténtica processio oblationis. Más tarde, en Roma según atestiguan los Ordines, el traslado de los dones fue una tarea clerical sin solemnidad especial: OR I, 69ss (OR II, 91ss).
           

sábado, 2 de noviembre de 2024

La vestición (Ritos y gestos - XIII), y 2ª parte



La vestición en la profesión religiosa

            Muertos al mundo, consagrados para Dios, sólo para Dios: el religioso, a semejanza del bautismo que lleva a plenitud, se despoja de su ropa para recibir el hábito religioso.


            Ya san Benito habla de la vestición al profesar un nuevo hermano: “Después en el oratorio, sáquenle las ropas suyas que tiene puestas, y vístanlo con las del monasterio” (RB 58,26).

            Algún tiempo después de S. Benito se hizo frecuente la vestición del hábito religioso, bendiciéndolo y entregándolo con alguna fórmula ritual.

            Esto es lo normal en la vida consagrada, por lo expresivo de despojarse de lo anterior y empezar una nueva vida de consagración a Dios absoluta. El hábito es un signo poderoso y elocuente “de vida consagrada” (Perfectaecaritatis, 17).

            El Ritual de la profesión religiosa (que es un ritual-marco para que se inspire en él los rituales de las distintas Familias religiosas) señala que el hábito se recibe al terminar el noviciado y realizar la profesión temporal, “pues según una antiquísima costumbre, el hábito se entrega al acabar el tiempo de prueba, ya que el hábito es signo de vida consagrada” (RPR 5).