El rito exequial, solemne y
austero, introduce un momento de silencio sagrado en el rito de la despedida
del cadáver, en los últimos ritos exequiales, donde todos oran en silencio
encomendando al difunto.
Las
rúbricas explican así todo este conjunto de elementos para la última
recomendación del cadáver y el sentido que tiene:
“Este rito no significa una
purificación, que se realiza principalmente por el sacrificio eucarístico, sino
el último saludo de la comunidad cristiana a uno de sus miembros, antes de que
se lleven el cuerpo o de que sea sepultado. Pues, si bien en la muerte hay
siempre una separación, a los cristianos, que como miembros de Cristo son una
sola cosa en Cristo, ni siquiera la muerte puede separarlos.
El celebrante introduce y explica
este rito con una monición; siguen unos momentos de silencio, la aspersión e
incensación y el canto de despedida. Este canto, compuesto de texto y melodía
adecuados, debe ser cantado por todos y, a la vez, todos han de ver en él la
culminación del rito.
También la aspersión, que recuerda
la inscripción en la vida eterna realizada por el bautismo, y la incensación,
con la que se honra el cuerpo del difunto, templo del Espíritu Santo, pueden
ser consideradas como gestos de despedida” (RE 10).