Si no hay
canto, está la posibilidad, muy aconsejable, de que el sacerdote recite en
silencio la oración sobre la patena y el cáliz al depositarlas en el altar, sin
que sea ni mucho menos obligatorio decir en voz alta "Bendito seas, Señor,
Dios del universo..." Es un momento de reposo interior para todos, de
silencio que se podría calificar de "oferente".
"141. El
sacerdote, en el altar, recibe o toma la patena con el pan, y con ambas manos
la tiene un poco elevada sobre el altar, diciendo en secreto: Bendito seas,
Señor, Dios. Luego coloca la patena con el pan sobre el corporal.
142. En
seguida, el sacerdote de pie a un lado del altar, ayudado por el ministro que
le presenta las vinajeras, vierte en el cáliz vino y un poco de agua, diciendo
en secreto: Por el misterio de esta agua. Vuelto al medio del altar,
toma el cáliz con ambas manos, lo tiene un poco elevado, diciendo en secreto: Bendito
seas, Señor, Dios; y después coloca el cáliz sobre el corporal y, según las
circunstancias, lo cubre con la palia.
Pero cuando no hay canto al ofertorio ni se toca el órgano, en la presentación del pan y del vino, está permitido al sacerdote decir en voz alta las fórmulas de bendición a las que el pueblo aclama: Bendito seas por siempre, Señor."