31. Hoy comienzo a ilusionarme, a renovarme, a entregarte
de lleno.
Hoy comienzo a vivir, a renovar mi consagración.
Hoy comienzo a no desperdiciar nada de la Gracia, a no perder el
tiempo.
Hoy comienzo a ser contemplativo, pero viviendo la misión
que la Iglesia
me ha encomendado.
Hoy comienzo, a disfrutar del silencio, de la
contemplación, del canto y la liturgia, lo mejor que pueda.
Hoy comienzo, de nuevo, una vez más, a mirar a Cristo,
sin apartar la mirada de su rostro.
Hoy comienzo a no huir, a estar y ser, a gozarme en el
Amado.
Hoy comienzo a centrarme, a leer de verdad pasando por el
corazón lo leído para que me sirva para contemplar.
Hoy comienzo a estudiar, a leer, memorizar, asimilar y
conocer el Misterio.
Hoy comienzo a quedarme y olvidarme de mí, reclinar el
rostro sobre el Amado, cesar todo y abrazarme a Él.
Hoy comienzo, de nuevo, a mirar mi comunidad con mirada sobrenatural
de fe.
Hoy comienzo a descender y buscar lo último para que sea
el Señor el que me enaltezca y me dé lo primero.
Hoy comienzo a entregarme a la comunidad, buscar el bien
de todos y cada uno.
Hoy comienzo a entregar y rendir mi libertad, sometiéndome como Cristo se sometió
incluso hasta la muerte.
Hoy comienzo a palpitar con la Iglesia y ofrecer lo mío
por la Iglesia,
inmolarme por la Iglesia.
Hoy comienzo a amar, a hacer la voluntad de Dios, a estar
disponible y atento a sus mociones: ¡y su voluntad se manifestó mandándote
reformar Granada.
Hoy comienzo, ¿para qué tardar?, un camino de santidad.
Hoy comienzo mi santidad heroica hecha a base de pequeñas
santidades en lo cotidiano, en lo oculto y oscuro.
Hoy comienzo. Con tu Gracia, hoy comienzo.