La liturgia tiene una estructura dialogal, una relación entre dos sujetos: Dios y la Iglesia, no cada creyente individualmente o la suma de los bautizados, sino la Iglesia como Cuerpo y Templo del Espíritu, porque el Señor convoca a un Pueblo, habla a su Pueblo, no a los individuos en particular. Así se refleja esta estructura dialogal en la liturgia, es Palabra eclesial para que la Iglesia responda a su Señor:
"En la liturgia, Dios habla a su Pueblo; Cristo sigue anunciando el Evangelio; y el pueblo responde con el canto y la oración" (SC 33).La Iglesia sigue estando plenamente abierta a estas Palabras del Señor, nutriéndose de las dos Mesas, la de la Palabra y la de la Eucaristía:
"La Iglesia, esposa de la Palabra hecha carne, instruida por el Espíritu Santo, procura comprender cada vez más profundamente la Escritura para alimentar constantemente a sus hijos con la Palabra de Dios" (DV 23),