miércoles, 30 de octubre de 2019

Sentencias y pensamientos (X)



7. Vives para Cristo en aquello que Cristo te ha puesto en tu vida. Vives en tensión entre el deseo y el cumplimiento, entre el deseo y las promesas de Dios. Te toca vivir minuto a minuto, imposible programar para ti. Al menos vive ese minuto que es el “hoy” de nuestra salvación con plena consagración y pasión a Cristo. La unidad interior de vida, los momentos de reencontrarse con uno mismo y con Jesucristo están en la oración litúrgica y los ratos de Sagrario que puedas. Minuto a minuto. Sí, pero con el corazón lleno de pasión y amor por Jesucristo.



8. Que nadie ni nada te robe la esperanza. Luego que vengan las humanas incoherencias, depresiones, momentos bajos, y todo aquello que conforma tantas veces el tejido de lo humano en nosotros, junto con los momentos de Tabor que estoy convencido el Señor te da de vez en cuando para que no desfallezcas.



9. En este juego de la vida, misterio de Gracia y Providencia, estamos deseando permanecer en pie ante la venida del Hijo.



10. Tu oración, llena de amor, llegará a todos los rincones; tu reparación –que para ti debe ser sólo Sagrario y actos de adoración, y el trabajo diario ofrecido en las Laudes- fecundará la humanidad, tu comunidad, tu parroquia...



11. Todo paso de Dios por la vida deja una huella honda, bien marcada, que perdura.



12. ¡Hemos de avanzar!, ¡hemos de desear realizar ese ideal de santidad ya en nosotros! A veces los años, o las enfermedades, o el clima comunitario, o las costumbres y tradiciones, o el miedo a qué dirán, o tantos impedimentos humanos que el demonio nos pone por delante, nos impiden y dificultan la tarea de nuestra santificación. A veces hay que saber romper con todo y ¡SÓLO DIOS!



13. La Iglesia, para ser Iglesia, debe ser un Cenáculo pero con las puertas y ventanas bien abiertas, nada de cerrazón, nada de oscuridad, nada de costumbres y tradiciones anquilosadas, sino el viento suave, rocío de la mañana, del Espíritu Santo.



14. La alegría de ser lo que uno es, la alegría de la propia identidad es el mejor acicate para renovarse y purificar lo inmundo del corazón para ser exactamente lo que Él espera de nosotros.

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