miércoles, 6 de abril de 2011

Catequesis: "Padre nuestro" (VI)

1. El Padrenuestro es una oración muy breve, y sin embargo, no olvida nada que afecte al hombre. El pan, lo que es necesario para nuestra vida material, está incluido. De Dios nos viene todo bien y por eso le pedimos sus bienes: tener con qué vestirnos y calzarnos, qué comer y dónde vivir... Dios, como Padre providente volcado en sus hijos, preocupado por ellos, que cuida de ellos. Así nos enseñó Cristo que nos abandonásemos a la Providencia de nuestro Padre:


    “Por eso os digo... No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento y el cuerpo que el vestido? Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta...” (Mt 6,25-26).
    ¿Qué nos aporta María para conocer mejor esta petición? Ella la rezó, una vez formulada por su Hijo, sin embargo, Ella vivió con el espíritu de esta petición desde siempre. Dijo “Sí”, “aquí está la esclava”, siempre disponible, renunciando a sus propios proyectos, a sus, a lo mejor, ilusiones. No se hizo planes. Aceptó y se encarnó el Verbo. Vivió con la sorpresa del Misterio día a día. Su fe se mostraba en un absoluto abandono a los planes de la Providencia, viviendo cada día según el Padre le diseñaba. Su parto fue en una cueva oscura en Belén, luego, viviendo de fe, huyó con su hijo a Egipto, luego se estableció en Nazaret, y no pasaba nada extraordinario, más tarde la predicación pública de Jesús, la pasión, la muerte, la espera del sábado santo, la Resurrección de su Hijo. En total abandono, sin discutir los planes de la Providencia. Vivió de lo que Dios en su vida le iba marcando. No lo entendía, pero se abandonaba en Dios y meditaba en su corazón.

    En esta petición,  suplicamos “danos hoy”, no acumular bienes; “danos hoy”, viviendo en la pobreza evangélica de estar en manos de Dios Padre, sin poner nuestro corazón en las riquezas, el dinero y los bienes de este mundo: “Atesorad tesoros en el cielo” (Mt 6,20). Vivamos al día con sencillez y confianza; del mañana, Dios se ocupará; los que somos hijos de Dios sabemos que “Dios proveerá” (Gn 22,8a), y “ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo” (Col 3,1): el dinero (lo que la Biblia llama la concupiscencia del mundo) nos esclaviza, la fe en el amor de Dios, por el contrario, nos hace libres. Es la tentación del Maligno a Jesús: “haz que estas piedras se conviertan en pan”. El pan de cada día, ganado con el sudor del trabajo de José; el pan necesario, viviendo una vida austera. Santa María, cotidianamente, experimentaba la providencia de Dios, el pan que el Padre le proporcionaba.

    2. Pero decir “danos hoy nuestro pan” va más allá. Es una profesión de fe, un acto de fe en Dios, Padre providente, y es también un situar el afán de tener y de poseer en el sitio justo: sólo lo que necesitamos “hoy”, “cada día”. Todo lo material lo ponemos en las manos amorosas de Dios que cuida de nosotros.

    Recordemos también otro pasaje evangélico: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo” (Jn 6,51). ¿Quién sino Cristo Jesús es el Pan vivo? “Yo soy el pan de la vida” (Jn 6,48). ¿Quién sino Cristo Jesús es nuestra vida, y transforma el pan en su Cuerpo glorificado? “Mi carne es verdadera comida” (Jn 6,55). ¿Quién sino Cristo Jesús se ofrece como verdadera comida, más que los alimentos que comemos en casa?

    “Danos hoy nuestro pan de cada día”: estamos pidiendo a nuestro Padre el don de la Eucaristía, del Cuerpo de Cristo: ése es el verdadero manjar, el verdadero alimento, pan de inmortalidad, de vida eterna y resurrección.

    ¡Que no nos falte el Pan de la vida! ¡Que no nos falte la Eucaristía! ¿Qué seríamos sin poder nutrirnos del Cuerpo de Cristo? ¿Qué sería de nosotros si no comiésemos la carne de Cristo, la comunión con su Cuerpo? Más aún, ¿qué sería de nuestra vida si no tuviésemos a Cristo? ¿Qué sentido tendría nuestra vida sin Jesucristo? ¿Adónde iríamos?

    Es una petición seria y radical: que no nos falte el pan de la Eucaristía, celebrada en la Misa, o adorada en la exposición. Que nunca nos falte Cristo, que siempre venga a nuestra vida: “Sin él no podemos nada” (cf. Jn 15,5).

    3. Así entendió la Iglesia la riqueza de esta petición, por ejemplo, S. Ambrosio de Milán, que dará una preciosa catequesis sobre la Eucaristía:

    “Si, pues, el pan es cotidiano, ¿por qué piensas recibirlo de año en año...? ¡Recibe “cada día” lo que cada día te beneficia! ¡Vive de tal modo que merezcas recibirlo cotidianamente! El que no merece recibirlo cotidianamente, no merece recibirlo cada año. Así como el santo Job ofrecía diariamente sacrificios por sus hijos, por temor que hubieran pecado de corazón o de palabra, tú, sabiendo que cada vez que se ofrece el verdadero sacrificio se anuncia la muerte del Señor, la resurrección del Señor, la ascensión del Señor y la remisión de los pecados, ¿no recibirás cada día “este pan de vida”?” (De Sacramentis, V 4,25).

8 comentarios:

  1. Don Javier creo que si cesa la santa misa en el mundo no sobreviviríamos ni un solo día.Procuraré que ese "hoy" lo entienda también como una invitación diaria a vivir en pobreza sin los graneros.Me sumo a ese Maranatha: ¡Que no nos falte la Eucaristía! Un abrazo.

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  2. Esta petición como muy bien explica, don Javier, nos llama a confiar en nuestro Padre que sabe lo que necesitamos cada día.
    Pero necesitamos comprobar realmente que Dios provee, que Dios existe y cuida de nosotros y que todo nos viene de Él. Y ¿cómo?. Puede que Dios permita que no tengamos bienes, que desaparezcan, como le pasó a Job. Así podemos comprobar (pidiendo nuestro pan de cada día, porque si no lo pedimos creemos inmediatamente que nos lo damos nosotros mismos) que Dios realmente está, existe, es y nos da lo necesario cada día, porque nos ama, porque nos quiere, porque es un Padre bueno y no hay quien le gane a generosidad.
    Feliz día a todos.

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  3. D. Javier, me hecho pensar la petición de lo necesario para cada día. Ni más y ni menos. Sólo lo necesario para cuerpo y espíritu.

    Me hace reflexionar por la humildad que conlleva dejar en manos de Dios la decisión sobre la manera de saciar nuestras necesidades. No son nuestros deseos los que se imponen. Pedimos que sea la voluntad de Dios la que actúe sobre nosotros. Me conmueve pensarlo.

    También la relaciono con la plegaria previa de "Hágase Tu voluntad, así en la Tierra como en el Cielo", ya que abrimos la puerta de nuestro interior para que la voluntad de Dios entre también en nosotros mismos y nos ordene.

    Que Dios le bendiga D. Javier, sin olvidarme de desear lo mismo a todos los demás con que comparto este ratito de meditación y catequesis :)

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  4. Hola D.Javier:

    me ha gustado mucho su reflexión sobre el maligno de ayer. Me gustaría, si es posible, que me comentara qué elementos se dan en la persona para reconocer que, efectivamente, una vocación es de Dios y no fruto de la imaginación o responde a un deseo únicamnente personal (propio o creado por terceros). Muchas gracias.

    Un abrazo,

    Católico

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  5. ¡Qué hermoso el pensamiento que nos recomienda el Señor y que Ud. nos trae amablemente hoy, Don Javier! ¡Qué de bellezas tiene nuestra santa Fe!
    Qué consuelo tan grande tenemos al saber que nuestro Padre Dios cuida de nosotros hasta el más mínimo detalle y en contra de todo el desamor, la desconfianza y el odio a Dios que desde tantos lugares públicos se nos inocula...
    A contracorriente vamos los cristianos, impulsados por la Fuerza Original del universo, que todo lo puede y nos ama cual padre lleno de cariño providente e inteligente, sabio y divino.
    Un abrazo a todos.
    ;O)

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  6. El mundo, D. Javier, ¡que difícil vivir en este mundo y no pertenecer a él! Nos acosa por todos partes, pero ¿quién nos separará del amor de Dios...? Ardua tarea tenemos, menos mal que el Señor nos hace recostar en verdes pastos, su vara y su callado nos reconfortan.
    La oración nos mantiene cerca, yo le pido al Señor: que tu Iglesia seamos un sólo cuerpo y Cristo la cabeza. Creo que estando todos unidos en verdadera comunión, orando los unos por los otros, solamente así podremos alcanzar la humildad de Cristo y la plena confianza de sabernos hijos del Padre, y como María podremos decir un SI rotundo, aunque sigamos siendo pequeños, sin entender, débiles y pecadores.

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  7. Gracias, D.Javier, por ser sacerdote y a tantos otros sacerdotes como usted. Sin ustedes ¿cómo se las apañaría el Señor para que nosotros pudiésemos recibirlo diariamente?. Si el Señor se encuentra en el Sagrario es gracia a sus sacerdotes que día a día en la Santa Misa realizan el milagro de la Eucaristía.
    Que el Señor en su poder realice el milagro para que cada día broten nuevas y santas vocaciones.

    Feliz tarde para todos.

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  8. He llegado hace muy poco de la parroquia. Día intenso: estoy rematando los últimos capítulos de la tesina y reduciéndolos, además del ministerio parroquial.

    Hoy es de los días en que me gustaría contar un montón de cosas personales de lo que veo, de lo que vivo, de lo que me hacen. Pero, como este blog no es una bitácora de experiencias personales del autor, lo omito. ¡Me quedo con las ganas!

    Al menos, pedid por mí y por mis intenciones.

    Contesto por encima a los comentarios.

    Varios habéis nombrado un punto crucial: la Misa diaria. Siempre que se pueda (horarios laborales, cuidado de niños pequeños o de un enfermo) la Misa la necesitamos cada día pues cada día pedimos su "Pan".

    Me apena profundamente y lo he visto ya en muchísimos sitios, ese tipo de "católicos que van de comprometidos", que se quedan en la sacristía charlando o en una sala y no pasan al templo para la Misa. Ésta la ven para otra gente pero no para ellos. Y se celebra la Misa con el ruido de risas y conversaciones de fondo en la sacristía.

    Vamos a ver: siempre que se pueda, la Misa diaria es eje de santificación. ¡Quiera Dios que todos lo descubramos! También los más jóvenes del blog, acudiendo a la Misa en la capilla de su Facultad.

    Desde Sevilla nos ofrece otro matiz: experimentar la Providencia de Dios mediante el desprendimiento de los bienes. Yo lo dejaría más bien -insisto, yo, como opinión personalísima sin mayor valor- en vivir la Providencia en lo que tenemos y en lo que carecemos: su Providencia se manifiesta también así. Pero siempre con el corazón libre.

    ¡Ah!, y con la humildad que Miserere subrayaba.

    Un apunte más y os dejo por ahora.

    Católico:

    Lo que plantea del discernimiento intentaré responder mañana y, si no, ya verá alguna catequesis más adelante en el blog. No obstante, mire la catequesis del Padre nuestro V, donde en el texto y en los comentarios creo recordar que se apuntaba sobre el discernimiento concreto de la voluntad de Dios.

    Gracia y paz.

    +

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